La patria en transición
La transición es una esperanza que efervesce como la espuma, transformado en el deseo de todos los venezolanos que aspiramos recuperar la patria que siempre tuvimos, hasta que la fanfarria instaurada por el difunto sabanetero, trastrocó la vida del venezolano, que, aspirando reinstaurar un democracia cierta y al gusto propio, creyó que un militar parlanchín y embustero, podía construir un castillo en una cápsula de cristal, que bautizó de “patria querida”. Un rufián, que se creyó un nuevo hacedor de la obra de Bolívar, que al final resultó ser el gran destructor de la patria. Deseo, que pudiera dejar de pensar en el país portátil y la Venezuela sin rumbo, que desde hace tiempo viene tratando de encontrar acomodo situacional la diatriba, que en los últimos 16 años envileció nuestro gentilicio. Ese que nos ubica como uno, o tal vez el país con la mayor riqueza geo-físico-social del continente y tal vez del mundo.
Pero el desastre “bolivariano”, que desde el inicio del milenio interrumpió nuestra historia de desarrollo, no puede ser enfrentado solo con acomodo político, sino que requiere entender a Venezuela como el país de la esperanza, ese que durante mucho tiempo fue promotor, y hasta guía del continente y en muchos casos del mundo, que a pesar de su ego subestimado, nunca ha podido ocultar la gracia de Dios, que lo predestinó a ser una potencia económica e intelectual, aunque lamentablemente ha tenido la mala suerte de endiosar a muchos hijos que solo le han prodigado desgracias. Pero, hoy, después de desaparecido el “mesías eterno”, su fracaso heredado por un “hijo” de peor calaña, nuestra esperanza de recuperar el país soñado, parte de lograr la unidad y la transición, recuperando ese eslogan que la destruyó: “Venezuela es de todos”
Venezuela es ese “nuevo mundo”, que reivindicó el gentilicio americano; el inició de una nueva estirpe que surgió con ínfulas continental, que pudiera marcar la pauta en las tres américas. Una patria, que no solo debiera marcar el predominio en la integración latinoamericana, para servir de base del regalo de sus recursos, sino que debe integrarse para recuperar la guía y mando de una verdadera democracia y ayudar para la igualdad de los pueblos americanos y del mundo. Para ello, necesitamos abrir el tránsito a ese país de esperanza; que se conozca a sí mismo, donde los venezolanos entendamos, que no solo somos petróleo y mujeres bellas, sino que esa gracia de Dios, nos dio gente de calidad intelectual para la política, el arte, la economía, las ciencias y toda la parafernalia ubicada por la ONU en el Informe del Milenio. Somos el país con la mayor reserva de petróleo pesado del planeta, uno de los diez países con la mayores reservas de oro y diamante del mundo, mineral de hierro del mayor tenor del mundo; el tercero en biodiversidad de América y el 7º del mundo; su cacao compite como uno de los mejores del mundo, por no decir el mejor, que sirve a la chocolatería suiza y circunvecina; un café que compite por su calidad con el colombiano y el brasileño; el país con la mejor ubicación geográfica y geoestratégica de América del Sur. Con el bitumen de la Faja del Orinoco, creó la “Orimulsión, el combustible “verde” altamente apetecido en el mundo. Cuenta con el gran complejo biológico de la “Gran Sabana” o Macizo Guayanés; sólido territorio rocoso de las tierras más viejas del mundo, de la edad terciaria; paisaje increíblemente bello y un clima tropical promedio de 15º C. estructurado montañoso con planicies y elevaciones, conformaciones geológicas; con un relieve abrupto e irregular o tepuyes, caudalosos cursos de agua que forman grandes cataratas y saltos, conformando la belleza escénica de una de las regiones naturales más bellas del mundo con un ambiente de naturaleza virgen. Posee una de las más grandes conocidas minas de bauxita a flor de tierra, dando origen a una de las mayores industrias productoras de alúmina y aluminio. Y aún hay más; solo el acuerdo nacional para la transición.