La OPEP y su guerra de precios: Equilibrio colusivo
La guerra de precios declarada por la OPEP en el mercado petrolero, constituye por excelencia un típico fenómeno de equilibrio[1] en los mercados oligopólicos, bien en aquellos en los que existe colusión tácita, como en aquellos donde existen acuerdos explícitos cooperativos como resulta ser el caso de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Al respecto Green y Porter[2] resultaron un referente teórico y analítico para explicar como la guerra de precios constituye etapas e instrumentos propios e incluso necesarios para que los carteles o la colusión se produzca y mantenga.
De hecho, era de esperar que el resultado de la reunión de la OPEP al cierre de noviembre, consistiese en una ratificación de sostenimiento de las cuotas de producción ante un eventual escenario de caída de la demanda y ralentización de la economía mundial, lo que equivaldría a un aumento de la producción para forzar a la caída de precios e iniciar una guerra de precios. Para quien se fija en los detalles de cómo opera un cartel, observe que Venezuela jamás denunció ni despotricó de la decisión tomada en el seno de la OPEP, porque entiende que la resolución es y constituye una acción concertada típica de un cartel que como explicaremos busca estabilidad en los precios –en el mediano plazo- así como desplegar una estrategia de desplazamiento de oferentes marginales en costos y tecnologías –deterrence entry strategy-. Al Gobierno venezolano, de cara a la galería y para el público doméstico, no le quedó sino políticamente señalar a los productores independientes americanos de petróleo de esquistos o shale oil. Resulta curioso lo anterior cuando en mercados de pool o mercados spots, los oferentes marginales tecnológicamente, por sus elevados costos son los que determinan, conjuntamente con la demanda, el nivel de precios, permitiendo rentas –mayores índices de Lerner- a los productores tradicionales de menores costos de extracción. Con esto queremos decir que es la OPEP y algunos productos independientes de costos bajos los primeros interesados en desarrollar una guerra de precios contra estos “nuevos” oferentes en el mercado.
Los carteles resultan inestables por naturaleza, por lo que la guerra de precios, lejos de constituir el fin de los mismos, constituye un mecanismo que señala la estrategia de mantenerse en el cartel o seguir al líder del mercado; constituye la más rentable de las estrategias en el mediano y largo plazo.
Antes de aplicar la teoría de los superjuegos, juegos repetidos o juegos infinitos, los economistas difícilmente podían explicar cómo subsanar el problema del dilema del prisionero a favor de desviarse y recortar precios dentro de un cartel como un equilibrio de Nash. Efectivamente, si cada periodo o ejercicio para cada participante de un mercado que pretende mantener un cartel o una colusión con precios elevados que descremen el mercado, es concebido como un juego de un solo periodo, la estrategia dominante sería desviarse para hacerse con la mayor ganancia posible, al no existir mañana ni represalia a futuro.
Sin embargo, la aplicación de los superjuegos permitió introducir al análisis el hecho que las empresas perduran a lo largo de muchos periodos, por lo que con factores de descuento razonables respecto a los eventuales beneficios en el futuro de mantenerse coludiendo, puede existir un equilibrio, subsanando el problema del dilema del prisionero. Para que esto ocurra tiene que satisfacerse la restricción de incentivos compatibles que consistiría en que la estrategia de mantenerse coludiendo reporte mayores beneficios a desviarse, en términos de beneficios a valor presente. Lo anterior obliga a que la amenaza de castigo sea lo suficientemente creíble como para que efectivamente se cumpla la restricción de incentivos compatibles. Esto se lograría a través de una estrategia de “gatillo” –trigger strategy-, consistente en que una vez que en un escenario de transparencia donde la demanda y el precio el observable, cuando se identifica un desvío de la colusión por reducción en el precio de colusión por parte de alguno de los miembros de la colusión, se inicia un periodo de castigo sin fin, en el cual los competidores compiten a la Betrand, produciendo beneficio igual a cero de forma indefinida en el futuro. El beneficio de mantener coludiendo se expresa por: Πm/n*(1+δ+δ^2+δ^3+….) donde Πm es el beneficio de fijar precio de monopolio y actuar como un monopolista en el mercado. n es el número de competidores parte del mercado o de la colusión. δ es el factor de descuento del valor de los beneficios a lo largo del tiempo. Por su parte el beneficio de desviarse y sólo poder llevarse todo el mercado al fijar un precio infinitesimalmente inferior al precio de monopolio durante un solo periodo antes de entrar en un periodo de competencia a la Bertrand estaría representado por: Πm.
Lo anterior significa que la estrategia de “gatillo” que permite resolver el problema de dilema del prisionero que imprime sostenibilidad a la colusión y/o cartel, explica la siguiente restricción de incentivos compatibles a favor de coludir:
Πm/n*(1+δ+δ^2+δ^3+….) > Πm + 0*(δ+δ^2+δ^3+….)
Simplificando quedaría: δ > 1 – 1/n
Una vez que la realidad resulta más compleja y el mundo real suele presentarse con incertidumbre e información asimétrica; uno de los elementos fundamentales para sostener una colusión o un cartel como sería la amenaza creíble del castigo exige oportunidad y por tanto capacidad de detectar el desvío del comportamiento concertado –explícita o tácitamente-. Asimismo, puede intuirse que la estrategia de “gatillo” de castigo sin posibilidad de revertirse, no pareciera ser racional en términos de beneficios futuros.
Así las cosas, siguiendo al modelo presentado por el laureado con el Nobel de Economía, Jean Tirole[3], puede demostrarse que ante un escenario de asimetría de información e incertidumbre, las guerras de precios constituyen el mecanismo por excelencia para sostener un cartel o para boicotear y sacar del mercado a oferentes marginales o fringe firms –desplegando estrategias del tipo entry deterrence-.
Ante un escenario de incertidumbre y shocks negativos sobre la demanda, los oferentes en un mercado no tendrían cómo identificar perfectamente cuando sufren una caída en su demanda o en los precios, producto de una caída de la demanda o producto de prácticas competitivas por parte de algún competidor que disminuye los precios –o equivalentemente que los miembros de un cartel violenten las cuotas fijadas por el cartel- o alternativamente entren nuevos competidores como los oferentes de petróleo de esquistos.
En este caso supongamos que con probabilidad α se presenta una situación de baja demanda al extremo de ser nula y con probabilidad (1-α) se presenta una situación de demanda alta. Los precios y el beneficio de monopolio en la situación de demanda alta la denotaremos por medio de Pm y Πm respectivamente. Para simplificar supondremos un duopolio, sin pérdida alguna de generalidad porque podría utilizarse igualmente n como el número de empresas en el mercado coludiendo o dentro del cartel. Supondremos que la realización de la demanda es independiente e idénticamente distribuida. Podemos intuir que si se produce un juego no repetido y finito las empresas con productos homogéneos compiten a la Bertrand, generándose beneficios económicos cero. Partiendo de una fase de colusión y alta demanda, las empresas fijarán el precio Pm hasta que una de las empresas perciba beneficio cero, producto de un shock negativo o un evento –sea por caída de la demanda o desvío competitivo por parte de algún competidor-. La ocurrencia de un beneficio cero dispara una fase de castigo de competencia a la Bertrand y en consecuencia beneficio económico cero. En esta fase de castigo las empresas que suponemos idénticas en costos, fijan precios iguales a sus costos marginales durante un periodo de castigo igual a T, que inicialmente podemos suponer finito o infinito. Definiremos a V+ (y a V-) como el valor presente descontado de una empresa desde el periodo t hacia adelante, asumiendo que a partir del periodo t se inicia una fase de colusión (o una fase de castigo respectivamente).
Así tenemos que:
V+= (1-α)*(Πm/2+δV+)+α(δV-)
V-=0*δ+0*δ^2+0*δ^+…+δ^T*V+= δ^T*V+
La restricción de incentivos compatibles que permitiría mantener la colusión en precios gracias a un periodo de castigo o de guerra de precios, independientemente de no tener conocimiento si los periodos de baja demanda son producto de un desvío por parte de los miembros del cartel o por un shock aleatorio negativo sobre la demanda se expresa de la siguiente manera. La siguiente expresión en su lado izquierdo muestra el beneficio esperado de mantenerse coludiendo aun con guerra de precios contra el lado derecho de la inequidad que muestra una estrategia de violentar el cartel y su beneficio esperado asociado:
V+>(1-α)*(Πm+δV-)+α(δV-)
Simplificando esta expresión tenemos como restricción de incentivos compatibles a favor de mantenerse coludiendo “a pesar y gracias” a un periodo de guerra de precios: δ(V+–V-)>Πm/2
Utilizando las dos definiciones de beneficios esperados para despejarlas y dejarlas expresadas por medio de la tasa de descuento, el beneficio de coludir equivalente al de monopolio, las probabilidades y el periodo de guerra de precios T tenemos:
V+=[(1-α)(Πm/2)]/[1-(1-α)δ-αδ^(T+1)]
V-=[(1-α)δ^T(Πm/2)]/[1-(1-α)δ-αδ^(T+1)]
Utilizando estas dos últimas expresiones para introducirlas en la restricción de incentivos compatibles a favor de coludir vía guerra de precios tenemos luego de simplificar:
2δ(1-α)+δ(T+1)[2α-1]>1
Puede observarse que con un T igual a cero que implicaría que no exista guerra de precios no se sostendría o cumpliría la restricción de incentivos compatibles a favor de mantener la colusión de precios. Lo anterior es consistente con la lección sobre la necesidad de un castigo creíble y suficiente como para superar el dilema del prisionero a favor de coludir. Igualmente es cierto que para maximizar al valor del beneficio esperado al coludir V+ el periodo T de guerra de precios debe ser simultáneamente lo suficientemente reducido (de lo contrario todos tendrán incentivos para desviarse al inicio independientemente del estado de la naturaleza o del nivel de la demanda existente).
Adicionalmente, existen numerosos episodios de carteles públicamente conocidos que han mostrado efectivamente episodios de guerras de precios para señalizar y/o volver a la “estabilidad” del cartel y de sus precios elevados. Por algo los representantes de Arabia Saudita luego de declarar la guerra abierta de precios al inicio de la última semana de noviembre de 2014, sentenciaron que el mercado se estabilizará sólo, en el tiempo.
Antes de que el Sherman Act fuese aprobado en 1890 en USA, existió un cartel en los servicios de transporte transatlántico desde Chicago[4] formado en 1879. El cartel utilizó un mecanismo de castigo tipo estrategia de “gatillo”. De la serie temporal de precios se pudo observar periodos de estabilidad con precios de colusión y luego guerras de precios limitadas en el tiempo para luego regresar al nivel de precio de colusión.
La incertidumbre sobre la demanda y las expectativas que existan sobre el futuro de la misma puede afectar los incentivos a mantenerse coludiendo o a favor de desviarse. Obviamente que basados en la estrategia de “gatillo”, es de esperarse que las guerras de precios se inicien en periodo de recesión de la demanda y/o de la economía cuando los precios empiezan a disminuir[5]. Por el contrario, Luís Cabral plantea que en periodos de alta demanda, un cartel podría estar interesado en fijar un precio no tan elevado para evitar los incentivos a desviarse por enormes ganancias producto de traicionar a la colusión. Alternativamente, Massimo Motta[6] asoma el análisis propuesto por Rotemberg y Saloner[7] que ante eventos aleatorios de la situación de la demanda, las empresas tendrán incentivos a desviarse e iniciar una guerra de precios cuando la situación de la demanda actual es alta porque esperan que en el futuro regrese a su promedio y por tanto prefieren desviarse y apropiarse de altos beneficios y ser castigados en periodos de baja demanda. En contraste nuestro profesor Motta menciona una hipótesis planteada por nuestra también profesora de economía industrial y de economía de la regulación en el sector energético Natalia Fabra[8], quien propone que con suficiente capacidad instalada en todo el mercado, si se espera cierta tendencia de crecimiento en la demanda, se refuerza los incentivos para mantenerse coludiendo (resultado que luce distinto al planteado anteriormente). En palabras de Luís Cabral[9], quien define a la tasa de descuento como: δ=[1/(1+r/f)]h*(1+g) donde r es la tasa de interés anual, f es la frecuencia por medio de la cual las empresas realizan los cambios en los precios a lo largo de un año, h la probabilidad de que el mercado persista o exista en el siguiente periodo, y (1+g) la tasa de crecimiento de la demanda. Nótese que la tasa de descuento crece en la medida que f, h y g crecen, lo que significa que en la medida que la tasa de crecimiento de la demanda es positivo se facilita que se satisfaga la restricción de incentivos compatibles de mantener la colusión. Todas estas teorías intentan explicar cómo las guerras de precios, ceteris paribus, resultan cíclicas o contracíclicas con respecto a la demanda futura bajo ciertos supuestos.
Otra de las razones que explicaría por qué Arabia Saudita y el resto de países OPEP que secundan la guerra de precios se involucran en esta estrategia, consistiría en intentar sacar del mercado a competidores que están ganando mercado a costa de estos aun cuando presentan estructuras de costos más onerosas, permitido por el elevado nivel de precios en el mercado. Por ejemplo, la guerra de precios y el sostenimiento de las cuotas conjuntas de 30 MM de barriles diarios ante un escenario de caída de la demanda mundial, presionaría a la baja de los precios del crudo, que para oferentes marginales y más costosos como los de esquistos, le implicaría un pinzamiento de márgenes –margin o price squeeze-. Esta práctica no requeriría llegar al extremo de precios predatorios que lesionarían a los miembros del cartel implicando pérdidas y destrucción de valor, toda vez que la asimetría de costos a favor de ciertos miembros del cartel y especialmente a favor del líder en el mismo, facilita su viabilidad económica. Lo anterior no significa que una guerra de precios no genere pérdidas de ganancias, pero como lo demostráramos en el caso de cartel puede constituir el mecanismo de amenaza a miembros y a productores independientes para señalar que coludir es la mejor estrategia para todos, o alternativamente porque los oferentes líderes desplazan empresas que reducen la demanda residual sobre la cual el cartel descrema mercado –price skimming-. Aun así, los oferentes líderes como Arabia Saudita, ante una estrategia de bloqueo a la permanencia de oferentes marginales como los oferentes de petróleo de esquistos, le implica pérdida de ingresos asociados a su demanda inframarginal compensada parcialmente por el sostenimiento de su participación en el mercado o “recuperación” de demanda incremental. Obviamente esta es una estrategia que puede desplegar oferentes líderes o carteles con capacidad instalada, suficientes reservas y capacidad de extracción como para perfeccionar la guerra de precios o el pinzamiento de precios.
Esta hipótesis de entry deterrence o magin squeeze por parte de la OPEP vía guerra de precios resulta más plausible que sea cíclica, lo que significaría que ante un escenario de recesión, caída de la demanda mundial del petróleo por ralentización de las principales economías, se facilita mantener las cuotas de producción buscando pinzar márgenes, sacar a los oferentes marginales de petróleo de esquistos e incluso disciplinar miembros del cartel y productores independientes enviando la señal de que mejor es una solución colusiva.
En ocasiones las empresas líderes o el propio cartel no tiene por qué poseer una participación mayoritaria en el mercado, como lo demostró los episodios de disciplina y guerra de precios en el cartel de los diamantes por parte de DeBeers Consolidated Mines Ltd en contra Zaire entre 1981 y 1983. En este caso la producción del cartel no representaba necesariamente las mayores fuentes de extracción, pero si habían consolidado un sistema de comercialización que permitía bloquear o crear guerra de precios obligando a Zaire a regresar a una estrategia de seguidores del cartel. Por su parte, Rupert Murdoch en frente del Times, en 1993 inició una guerra de precios en el mercado de los periódicos especializados en Inglaterra con la intención de crear una reputación de líder en el mercado, finalizándola en 1995 cuando por medio de una declaración pública envió la señal: “probablemente tendremos que ajustar nuestros precios al alza, porque la economía de este sector ha cambiado”[10].
En este orden de ideas, ante un escenario de recesión en la demanda y entrada de nuevos competidores marginales por el “elevado” precio del petróleo, las teorías sobre colusión y guerras de precios señalarían que es el momento perfecto para estas últimas. De hecho, los líderes en materia de costos dentro de la OPEP podrán mantener sus cuotas en un momento donde la demanda se estabiliza o incluso declina, mientras aprovecharían para pinzar los márgenes de sus competidores menos eficientes. Lo anterior incluso pudiera permitir reducir la profundidad y duración de la ralentización de la demanda mundial. Para Venezuela, lamentablemente los apuros y las necesidades de divisas no se encuentran alineadas con los intereses y decisiones del cartel.
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[1] Cabral Luís: Introduction to Industrial Organization. The MIT Press. 2000. Chapter 8: Collusion.Pag 127-150.
[2] Green, E. J. y R. H. Porter: “Noncooperative Collusion Under Imperfect Competition”. Econometrica 52. 1984. Pag 87-100.
[3] Tirole Jean: The Industrial Organization Theory. The MIT Press. 1988. Chapter 6: Dynamic Price Competition and Tacit Collusion. Pag 239-276.
[4] El Joint Executive Committe (JEC) constituyó un cartel cuyo comportamiento de estabilidad precedido por guerra de precios entre 1880 y 1886 suele ser referenciado en la literatura académica como un ejemplo de cartel que utilizó la guerra de precios como mecanismo de signalling y amenaza creíble.
[5] Cabral Luís: Introduction to Industrial Organization. The MIT Press. 2000. Chapter 8: Collusion.Pag 127-150.
[6] Motta Massimo: Competition Policy: Theory and Practice
[7] Rotemberg, J.J. y G. Saloner: “A Supergame-Theoric Model of Price Wars During Booms”. American Economic Review. 1986. 76. Pag 390-407.
[8] Fabra, Natalia: “Collusive Behavior with Capacity Constraints over the Business Cycle”. 2001. Florence: European University Institute.
[9] Cabral Luís: Introduction to Industrial Organization. The MIT Press. 2000. Chapter 8: Collusion.Pag 127-150.
[10] Idem.
Economista UCV. Master in Competition and Market Regulation, BGSE, Universidad Pompeu Fabra, Universidad Autónoma de Barcelona. Postgraduate Program in Economics for Competition Law, Kings College London. Maestría en Economía Industrial, Universidad Carlos III de Madrid. Especialización en Economía de los Sectores Energía, Telecomunicaciones, Farmacéutica, Transporte, Banca y Agua, Universidad Pompeu Fabra, Universidad Carlos III de Madrid. Programa Avanzado en Política de Competencia, Instituto de Empresas, IE. Maestría en Economía y Derecho del Consumo, UCLM.