La nueva era de América Latina
La derrota del presidente Evo Morales en el referéndum del 21 de febrero en Bolivia es un nuevo síntoma del ocaso de los caudillos populistas de izquierda de América Latina, y del inicio de un nuevo ciclo político: la era del pragmatismo.
Después de 25 años de consignas ideológicas –primero con los gobiernos neoliberales de la década de 1990, y más recientemente con el socialismo del siglo XX del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez en la década del 2000– los latinoamericanos están hartos de eslóganes. Hay una creciente fatiga ideológica en toda la región, sobre todo en Sudamérica.
En los últimos meses, los votantes en Argentina, Venezuela y Bolivia les han propiciado derrotas a los presidentes populistas de sus respectivos países, a pesar de que las reglas electorales estaban diseñadas para favorecer a los candidatos oficialistas. También hay indicios de que los vientos políticos están cambiando en Ecuador y –lo más importante– Brasil.
En noviembre pasado, Argentina eligió como presidente a Mauricio Macri, un ingeniero de centro-derecha a quien no le gusta promover ningún “modelo” ideológico, y se presenta a sí mismo como un pragmático. Es todo lo contrario de su antecesora, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que aburrió al país con constantes cadenas televisivas en las que denunciaba el capitalismo salvaje.
En Venezuela, a pesar del uso masivo de recursos estatales a favor del oficialismo, la intimidación de votantes y un sistema electoral hecho para perjudicar a la oposicion, la coalición opositora de centro-derecha arrasó en las elecciones legislativas del 6 de diciembre. La oposición ahora controla la Asamblea Nacional, y está evaluando pasos constitucionales para destituir al presidente Nicolás Maduro.
En Bolivia, a pesar del control del presidente Evo Morales sobre casi todos los poderes y buena parte de la prensa, la oposición ganó el referéndum del 21 de febrero. Morales, quien asumió el cargo en 2005, había llamado al referéndum para cambiar las reglas electorales y elegirse por un cuarto período, que le hubiera permitido permanecer en el poder hasta 2025.
En Ecuador, el presidente populista Rafael Correa, que enfrenta crecientes dificultades económicas, ha dicho que no buscará la reelección el próximo año.
En Brasil, la presidenta Dilma Rousseff se enfrenta a un posible juicio político o a una decisión del Tribunal Supremo Electoral de anular las elecciones del 2014 y llamar a una elección anticipada por el escándalo de financiación de su campaña. El principal estratega de su campaña del 2014, Joao Santana, fue detenido la semana pasada en medio de la investigación por los desvíos de la empresa estatal petrolera Petrobras a la campaña presidencial.
Guillermo Lousteau, profesor de ciencias políticas en la Universidad Internacional de Florida y director del Instituto Interamericano para la Democracia, dice que el ocaso del ciclo populista en América Latina no empezó con Macri, sino con la elección del presidente peruano Ollanta Humala en 2011.
“Humala estaba cerca de Chávez, pero rápidamente se dio cuenta de que la era Chávez estaba llegando a su fin, y tomó un camino diferente”, dice Lousteau. “Ahora, en toda la región, estamos viendo una tendencia hacia presidentes menos ideológicos”.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Estamos viendo el comienzo de un nuevo ciclo político en América Latina. Después de 15 años en que los caudillos populistas de izquierda se beneficiaron de la mayor bonanza económica de la historia reciente gracias al boom mundial del petróleo y de otras materias primas, ahora sus gobiernos se están desmoronando.
Con los precios de las materias primas en picada, ya no tienen dinero para repartir, y la gente está cada vez más enojada por la rampante corrupción de sus gobiernos.
Lo triste es que la próxima generación de líderes latinoamericanos tendrá que hacer frente a la recesión económica que heredaron, y adoptar medidas de austeridad. Y en pocos años, los antiguos caudillos populistas le van a estar diciendo a la gente: “Conmigo te compraste tu primer auto”.
Si América Latina quiere romper su ciclo recurrente de regímenes populistas, la nueva generación de presidentes pragmáticos debe tratar de incluir en sus constituciones controles estrictos contra el despilfarro, y destinar un porcentaje fijo de los ingresos nacionales a la educación de calidad, la salud y la infraestructura. Ese sería el mejor legado de la nueva era del pragmatismo de América Latina.