La necesaria marcha de las mujeres
En memoria de las valientes hermanas Mirabal, asesinadas por enfrentarse a la dictadura de Leónidas Trujillo en 1960, el 25 de noviembre se convirtió en una fecha reconocida por la Organización de las Naciones Unidas en la lucha contra la violencia de género, un día donde muchos ciudadanas y ciudadanos en el mundo se movilizan exigiendo el fin de los femicidios y toda forma de discriminación en contra de las mujeres, una realidad que subrevive, como una tara dolorosa, en las sociedades contemporáneas.
Venezuela no es ajena a este problema.
El trabajo del activismo feminista, la acción comprometida de los organismos multilaterales y el esfuerzo desplegado por periodistas, medios de comunicación, Organizaciones No Gubernamentales y políticos comprometidos con esta causa, nos han puesto en alerta sobre la violencia de género y las formas de discriminación que hay en nuestras sociedades, en un baremo que puede ir desde el más brutal asesinato hasta las formas más elaboradas y discretas de discriminación, acoso sexual e invisibilización del aporte de las mujeres a nuestras sociedades.
En Venezuela pudiéramos estar al final de la cola de los derechos más elementales de las mujeres, a razón de la situación de violencia que hay en el país, la falta de sistema de justicia independiente y la ausencia de un Estado capaz de brindar los más elementales mecanismos para la atención a las víctimas de la violencia de género. La situación pudiera ser mucho más grave de la que viven otras mujeres en la región, entre otras razones porque carecemos de estadísticas oficiales públicas y confiables que den cuenta sobre esta realidad, haciendo aún más opaco el problema y dando un mayor espacio a la impunidad. En el complejo y necesario camino que debemos transitar para lograr la plena igualdad de las mujeres, apenas hemos comenzado a dar los primeros pasos. Es por eso que el pasado viernes 25 de noviembre, salimos a la calle convencidos que la igualdad plena de las mujeres debe ser un compromiso de todos. En una sociedad que aspira a ser verdaderamente democrática no podemos aceptar la violencia de género y no nos es permitido tolerar que existan ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda categoría.
El Estado venezolano debe asumir su parte en la responsabilidad sobre esta situación; debe garantizar la justicia a las víctimas; debe avanzar en la definición del reglamento de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, un instrumento que después de quince años promueve una aplicación difusa y a veces arbitraria de la Ley; y debe asumir un compromiso en la formación de los funcionarios públicos para evitar la doble victimización de las mujeres. Por otra parte, le corresponde garantizar los recursos para que existan sistemas de atención y protección a las víctimas, así como ofrecer estadísticas confiables para poder calcular el complejo panorama que tenemos por delante y garantizar oportunidades para la independencia económica de las venezolanas, entre otras muchas medidas urgentes y de las que se reflejan en el petitorio que leído el viernes 25 de noviembre en las calles de Caracas. En definitiva, el Estado venezolano no puede seguir haciendo justicia a golpe de escándalos en redes sociales, limitar su compromiso anunciando que es una revolución feminista y usando el lenguaje inclusivo como única bandera de un feminismo en el que afirma militar pero que poco contribuye con acciones concretas: estas medidas no son suficientes.
En nuestra experiencia de trabajo en las comunidades con el Monitor de Víctimas, en los proyectos de apoyo al empoderamiento de los liderazgos femeninos que se construyen en las comunidades, en nuestro trabajo a las iniciativas de emprendimiento de las jefas de hogar y en los programas de formación a las lideresas, hemos comprobado la importancia que tiene la mujer venezolana en la búsqueda de soluciones compartidas a los problemas reales, hemos sido testigos de una fuerza inagotable que se despliega en servicio a los que más lo necesitan y los más importante, hemos descubierto que en el alma, el ejemplo y la voz de las venezolanas anida un reservorio inagotable de valores democráticos que son transmitidos a las nuevas generaciones.
Apoyar con hechos reales a la mujer y levantar la bandera del feminismo, es un modo de luchar por el cambio democrático y pacífico que necesita y quiere nuestro país.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.
Fundador de Alimenta La Solidaridad y de Caracas Mi Convive.