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La insoportable insolencia de la barbarie

Fernando Albán fue secuestrado por el Sebin a plena luz del día y en presencia de numerosos testigos en el aeropuerto de Maiquetía, cuando regresaba de un viaje a New York. El régimen se percibe tan firme, que ni siquiera sintió que debía acudir al expediente de la nocturnidad, tan utilizado por las dictaduras gorilas de Videla, Pinochet o Stroessner, cuando en medio de la noche capturaban y desaparecían a sus víctimas sin dejar rastros evidentes. En este caso, no tuvieron reparo en apresar delante de todo el mundo al joven concejal y dirigente político, cuya único pecado fue reunirse con Julio Borges, a quien la paranoia oficial atribuye la responsabilidad política fundamental de los episodios ocurridos en la avenida Bolívar el 4 de agosto pasado.

El asesinato de Albán se parece mucho a los crímenes cometidos por las dictaduras fascistas y por las comunistas, que al final terminan siendo  similares. En 1948, el gobierno del Frente Nacional, en Checoslovaquia, dominado por los comunistas, defenestró a Jan Masariyk, Ministro de Relaciones Exteriores y principal figura opositora en el gabinete presidencial. Masariyk fue hallado muerto debajo de la ventana de su despacho en el ministerio. La versión oficial presentó el hecho como un suicidio, a pesar de las evidencias de haber luchado contra sus captores para impedir ser arrojado al vacío. Su muerte les allanó el camino a los rojos para asumir el control total del Estado y la sociedad checa. En Cuba, Oswaldo Payá, líder del Proyecto Varela e implacable rival de la tiranía castrista, murió en un extraño y sospechoso accidente automovilístico cuando viajaba con un grupo de compañeros por el interior de la isla. La tiranía nunca permitió una investigación internacional independiente del suceso. Responsabilizó al conductor, un español militante del Partido Popular, por exceso de velocidad.

Maduro ha destruido de forma sistemática todos los mecanismos para la construcción de acuerdos concertados. Entiende el diálogo como rendición o sumisión total por parte del adversario. No como el encuentro transparente entre sectores que se oponen. Emprendió el camino de la represión y desecho el consenso y la persuasión. El ensañamiento contra el concejal de Primero Justicia ocurría mientras el senador norteamericano Bob Corker trataba de establecer puentes entre Maduro y la oposición.

Si el costo político nacional e internacional del asesinato de Fernando Albán no se eleva hasta lo máximo posible, el terrorismo de Estado y los crímenes políticos contra la oposición, se convertirán en una rutina. Funcionará la banalidad del mal, como la llamó Hannah Arendt. El miedo cerval se apoderará de la gente y el silencio y la autocensura se convertirán en la forma como los ciudadanos mostrarán su claudicación frente al régimen.

Alcanzar este estado de pavor es uno de los propósitos buscados por la desfachatez con la que actuó el gobierno: a la captura ilegal de Albán, siguieron las largas horas en la que estuvo ‘desaparecido’, sin que ni sus familiares ni los abogados pudiesen mantener ningún tipo de contacto con él. Luego, Tarek William Saab, fiscal general de la República investido de la autoridad legal para exigir y dirigir una investigación independiente de los hechos, le anunció al país que el dirigente de Primero Justicia se había suicidado lanzándose desde la ventana  de un baño de la sede del Sebin. ¿Sobre cuáles datos y pesquisas el Fiscal emitió ese juicio? Simultáneamente, Néstor Reverol, ministro del Interior, informó que Albán se había lanzado desde una sala de espera. ¿Cómo pueden dos autoridades de tan alto nivel dar dos versiones tan diferentes de lo ocurrido? La única posibilidad es que ambas son falsas y que la muerte de Albán dejó desconcertado al gobierno, cuyos voceros tuvieron que improvisar una respuesta inspirada en el desprecio absoluto que los jerarcas del régimen sienten por la ciudadanía y por la verdad. A las dos explicaciones oficiales hay que agregar la oficiosa, del conductor de La Hojilla, quien dijo en su programa que el asesinato había sido “ordenado” por Julio Borges. Y, ¿entonces? El gobierno había dicho inicialmente que se trataba de un suicido,  ahora aparece su vocero informal más connotado hablando de asesinato. Pareciera un acto fallido del verdugo. Una traición del inconsciente.

La reacción del país y la comunidad internacional frente al crimen de Fernando Albán ha sido categórica y compacta. Todos los países y organismos democráticos han condenado el hecho. La oposición, luego de mucho tiempo sin unirse en torno de objetivos comunes, se acopló para denunciar la atrocidad. Al gobierno hay que propinarle una derrota fáctica expresada en hechos concretos. Hoy es posible lograr la renuncia o destitución de Néstor Reverol, de Gustavo González López (director del Sebin), la detención y presentación pública de los funcionarios que estaban a cargo de la custodia  del concejal y la exclusión de la Fiscalía -es decir, de Tarek William- de una investigación no contaminada sobre la muerte del Albán.

Lo sucedido es muy lamentable y doloroso, pero estamos ante la oportunidad de detener, al menos temporalmente, la barbarie.

@trinomarquezc

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