La indescriptible solidaridad
Es sabido que en las relaciones internacionales no existen amistades, sino intereses crematísticos. Sin embargo, a veces estos se disfrazan de solidaridades presuntamente ideológicas, como ha sido el caso del llamado Foro de Sao Paulo.
En América latina la ambivalencia ha sido una característica determinante frente al éxito indiscutible que, como nación, ha tenido Estados Unidos de América. Por un lado, está siempre latente un deseo de ser como ellos, sobre todo en lo que a consumo se refiere, mientras que, por el otro, persisten en glorificar la supuesta resistencia cubana, frente a un asedio que dejó de ser hace ya muchos años.
Uno de los inventos que generaron Fidel Castro y Lula fue el Foro de Sao Paulo como una alternativa frente al llamado imperialismo americano, cuando en realidad solo fue un instrumento de Fidel para conquistar aliados y así sostener la precaria economía cubana, a cambio de enviar médicos, entrenadores deportivos y, en muchos casos, asesoría en materia de inteligencia y contrainteligencia.
Venezuela fue siempre la presa más codiciada por causa de su riqueza petrolera y durante un tiempo fue la caja chica de ese proyecto político. Por ello se generó una solidaridad automática con el gobierno venezolano para obtener como pago una generosa y a veces cuantiosa ayuda financiera.
Ahora que nuestro país ha entrado en el período de las vacas flacas la solidaridad empieza a languidecer como vimos en la última votación en el Consejo Permanente de la OEA.
Ahora los países son más prudentes en sus apoyos, salvo los miembros del clan Alba y afines, y al pasar de los días no se extrañen que sean aún más los que olviden la necesaria solidaridad, para buscar en otros lugares lo que el gobierno venezolano ya no les puede garantizar.
A falta de países ahora reclutan personalidades políticas venidas a menos en sus respectivas naciones tales como Samper, Rodríguez Zapatero, Torrijo y Fernández, que cuestan menos pero tampoco producen milagros.
Los tiempos políticos son inexorables y cuando se acerca el fin se empieza a notar en declaraciones públicas de altos funcionarios del régimen matices que antes hubiesen producido severas condenas y despidos y que hoy solo hacen que algunas cejas se levanten.
Si en el partido de gobierno hubiese inteligencia política deberían convencer a Maduro que la renuncia será, a la larga, mucho menos costosa que seguir tratando de detener el insoslayable revocatorio.