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La diplomacia del Acuerdo Nuclear con Irán

El llegar a acuerdos es uno de los aspectos más difíciles dentro de la diplomacia, a pesar de que esta debe ser su naturaleza. El llegar a un acuerdo implica haber tenido paciencia para calmar pasiones e incluso esperar el momento adecuado en que alguna circunstancia pueda propiciar el entendimiento, perspicacia para aprovechar las oportunidades presentadas de manera ventajosa, asimismo, para tejer alianzas y manipular favorablemente los temores y expectativas de los amigos, rivales, la opinión pública y grupos de presión. Del mismo modo, valentía, para reconocer los límites de nuestras aspiraciones y de nuestro propio poder.

Estados Unidos para llegar al acuerdo nuclear con Irán cumplió con lo anteriormente explicado, pero después de que por muchos años las sanciones que se le imponían a Irán parecían llevarse a cabo bajo las premisas de John F. Kennedy en su discurso inaugural, donde indicaba que Estados Unidos podía pagar cualquier precio y sobrellevar cualquier carga en la lucha de sus ideales. Como si una política de intransigencia y rigidez pudiera ser la respuesta a los problemas del orden mundial actual y sus turbulentas e interconectadas relaciones.

El conflicto en ciernes es una constante y la armonía pasa a ser una quimera para que sea la cooperación lo que debe existir. Al igual que los males que aquejan a los hombres en sus relaciones, los Estados y sus gobiernos no escapan de tres grandes males ya estudiados in extenso dentro de la filosofía, como la competencia, la desconfianza y la gloria. Irán y Estados Unidos lo demuestran.

Obama fue claro al indicar que al acuerdo no es sobre la confianza sino hecho con base en verificar las intenciones pacíficas del régimen Iraní. El problema es que las intenciones cambian, y lo pacifico o lo bélico no son condiciones inmutables, controlar las plantas de energía nuclear y la capacidad de producción no revela mucho. Tampoco puede hacerlo la naturaleza de su régimen o la rama del islam que profesen. Las intenciones de los Estados son parte de la incertidumbre que rodea la política mundial.

De manera obvia Irán y Estados Unidos tienen enemigos en común, que bien puede llamarse ISIS, e intereses que lo separan, como sus estrategias para lograr un equilibrio de poder con un concepto de “justo” para cada uno tan incombinable como el agua y el aceite. Y en efecto todos buscan ser el principal actor con capacidad de resolución.

Lo mejor que pudo hacer Estados Unidos fue buscar crear un escenario de estabilidad, con base en los actores que pueden representar ser factores claves para tratar sus propios asuntos regionales, quizás no en un marco de paz pero de responsabilidad conjunta ante la seguridad regional y terrorismo.

Para muchos debe aceptarse (en especial las monarquías del golfo) que el poder no es un aspecto solitario hoy en día, el poder se ha bifurcado, y aunque algunos sean ricos materialmente o tecnológicamente avanzados, no se traduce en influencia. Por lo tanto, los espacios deben cederse y el ascenso del resto debe aceptarse naturalmente, donde quizás antiguos enemigos puedan y deban ser cooperantes.

 

@morrisjamie

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