La desesperanza acaba con todo
Es evidente que estamos inmersos en una crisis multifactorial, que es una experiencia que ninguno de nosotros estaba preparado para entender y mucho menos para soportar, y que incluso los abuelos de muchos de los que vinieron a esta entonces tierra de gracia, provenientes de la Europa de la Post guerra, les resulta infinitamente peor que lo que les hizo abandonar sus países de orígenes.
Pero Europa se recuperó y hoy es una zona del mundo, que si bien tiene sus problemas, es infinitamente mejor que la que existió antes de la Segunda Guerra Mundial.
El ejemplo que muchos usan para desesperarse aún más de lo que ya están es la convicción de que la realidad actual de Venezuela será para siempre y que estaremos condenados a ser una segunda Cuba.
Y no hay argumento que los convenza y los saque de ese estado de ánimo destructivo, aun cuando se les expliquen las razones que no hacen posible y mucho menos viable la experiencia cubana.
Que estamos muy mal, eso no lo duda nadie, pero lo que es cierto que jamás en la historia ha existido una acción internacional tan vasta y coordinada para forzar al régimen a que más temprano que tarde tenga que buscar una solución negociada para permitir un cambio que facilite la reconstrucción del país.
Un factor que retarda este proceso es la incapacidad de los diversos sectores opositores para ponerse de acuerdo en un mínimo común denominador consensuado, que facilite la constitución de un frente unido que pueda coordinar junto a la comunidad internacional una resolución a la crisis humanitaria y forzar una salida constitucional del actual gobierno ilegítimo e inoperante, que no solo no está en capacidad de resolver este problema, sino por el contrario lo que está haciendo es agravarlo aún más.