La Democracia, una cuestión petrolera
Hace 112 años nació Arturo Uslar Pietri, en medio de un país muy distinto al que hoy tenemos. Era una nación muy poco poblada, diezmada por las continuas y muy primitivas guerras y revoluciones, llena de viudas y huérfanos, pobre, insignificante políticamente, arruinada, aislada del mundo. Se vivía de una mísera producción agrícola, incomunicada, apenas superando al caudillismo regional y el mandamás de turno lucía su mejor patanería.
A Uslar le tocó vivir el proceso de transformación de ese país rural, a la nación petrolera de América. Fueron cambios muy profundos, radicales. Le correspondió, junto a insignes venezolanos como Alberto Adriani, compartir con el presidente Eleazar López Contreras (1936-1941), la elaboración del llamado «Programa de Febrero» que contribuyó de manera decidida y audaz, a consolidar un país que no fuera «un gran Caripito», sino una gran nación más allá de un campo petrolero.
Allí siempre radicaron sus angustias y preocupaciones, en la necesidad de aprovechar la oportunidad que nos daba el Petróleo para convertir ese país pobre, endémico y sin importancia, en una de las potencias más importantes del mundo moderno. Al final de su vida, en una frase lo dijo todo: «Venezuela -en algún momento- tiene que dejar de ser el país de la oportunidades perdidas».
Y precisamente a esto me voy referir. Hoy, después de 112 años, vivimos la peor crisis de nuestra historia. Y qué mejor homenaje podemos rendir que tomar sus angustias y volver a reflexionar sobre ellas. Hoy un modelo político consecuencia del rentismo petrolero, destroza estructuralmente a la Nación. Hay que estar claros, quienes hoy tienen secuestrada a la República llegaron a consecuencia de un terrible circulo vicioso: Hacer un Estado tan poderoso y que la sociedad dependiera solo de él, más temprano que tarde traería al déspota que la devoraría.
La solución a esta penosa crisis que hoy nos destroza, separa y nos llena de profundo dolor, pasa por hacer algo más que la sustitución de un gobierno. Se trata de la sustitución de un modelo económico que destruye democracias y libertad. Es ponerle fin al círculo vicioso muchas veces expresado por José Antonio Gil Yépes: el totalitarismo se alimenta del rentismo y del estatismo. La libertad y la democracia solo son posibles con una economía libre y productiva y hacia allá tenemos que ir.
Como lo expresó el propio Uslar: «El presente y el porvenir de Venezuela es una cuestión petrolera». Es allí donde debemos poner hoy toda nuestra atención. Iniciar un proceso de privatización de la industria no es solo sano e indispensable para aumentar la producción que hoy vive la caída más terrible de la historia, sino que es la clave del desmontaje del Estado totalitario que impide el desarrollo del país, que viola las libertades más básicas y que nos condena a la pobreza.
El mejor homenaje que hoy rendimos a Arturo Uslar Pietri, es reivindicar su pensamiento, como un faro guía en medio de las tinieblas que nos atrapan. La meta es muy clara, para que exista democracia el Estado debe depender de la sociedad y no este absurdo modelo, que hoy algunos sueñan con mantener de hacer que la sociedad siga de rodillas frente al Estado. Desde la Casa Uslar Pietri, seguimos levantando sus banderas con el orgullo de sentir que estamos del lado de la razón. Libertad trae libertad. Honrar a Uslar es dar la bienvenida a las ideas, de nuevo, al debate político venezolano.