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La cultura del odio: ¿Quién la promociona?

El tema del título, está siendo debatido en la prensa de américa, con cierto interés, y algunas veces con exacerbada presión y pasión por parte los canales de televisión latinos y norteamericanos y partidos políticos tanto del sector demócrata como del sector republicano, de los EE.U.U., dadas las implicaciones e intereses políticos de donde fluyen.

Es tan así, que algunos periodistas comparan a Jair Bolsonaro, y a Donald Trump, con Nicolás Maduro, lo cual es realmente insólito y  discordante.

Si algo he notado relevante en esta controversia, es el hecho de que Donald Trump, el presidente de los norteamericanos, pareciera ser el elegido para intentar desprestigiarlo, y me imagino, que también para intentar  sacarlo del poder, y/o impedir que sea reelecto. Jamás en mi vida había visto una guerra tan completa contra una persona, como la que se ha iniciado desde hace un más o menos 1 año, contra Donald Trump. Incluso, durante la campaña electoral en la cual competía contra Hilary Clinton, era evidente, que Latinoamérica en su gran mayoría, estaba a favor de Hilary Clinton, dada la afinidad mayor de Latinoamérica con el partido político demócrata.

Es el colmo de la exageración, mal intencionada , que estén calificando a Donald Trump de Fascista de ultra de derechista, de dictador, de parecerse a Mussolini y Hitler, por el simple hecho de que haya confesado que es nacionalista, que ama y defiende a su país. Ojala todos los ciudadanos del mundo se declaren y manifiesten que son nacionalistas y aman a su país. Esto es preferible a ser indiferentes y/o traidores y permitir que a tu país lo destruyan sus enemigos.

Quizás alguien quien lea este escrito, piense que soy un defensor  de la ultra derecha y aliado del odio. Nada más erróneo que esa probable apreciación. Confieso, que lo que me molesta, es la manipulación y el doble discurso y la hipocresía de algunos, quienes desean llevarse bien con Dios y con el Diablo. Molesta igualmente, que se utilice al poder de la prensa, para desacreditar y condenar a personajes como el presidente Donald Trump, sin ningún tipo de escrúpulos. He visto a periodistas en actitudes más cercanas a políticos que defienden sus posiciones y puntos de vista, cuando lo que deberían hacer, es comunicar las noticias veraz e imparcialmente, sin intentar satanizar ni agregar adjetivos calificativos que acusen a quienes las producen.

La campaña internacional para intentar hacer ver al mundo en general, que el culpable del odio que ha nacido recientemente en los EE.UU., se debe al discurso del presidente Donald Trump, es desproporcionada, injusta y reñida con la verdad.

Es cierto que el presidente Donald Trump, en algunas ocasiones no utiliza las palabras adecuadas ni gentiles para tratar algunos temas que le molestan, y son de interés vital para su nación. ¿Quién puede culpar al presidente de querer poner orden en las políticas de inmigración que se llevan a cabo actualmente en ese país?

Ese proyecto, de controlar y legislar sobre la inmigración indiscriminada a los EE.UU., son  parte de sus propuestas electorales que beneficiaran a los norteamericanos, razón por la que me pregunto: ¿Con que derecho y moral, los latinoamericanos afectados debemos intentar sabotear y boicotear ese positivo proyecto norteamericano?

Algo que debe tener bien claro el latinoamericano que migra hacia los EE.UU. y logra entre entrar legalmente y hacer vida normal en ese gran país, es el de entender y asimilar, que estas medidas que promueve Donald Trump, de organizar, poner orden y actualizar las leyes que permiten la inmigración a ese país, son beneficiosas para ellos mismos.

Es mi apreciación, de que los críticos de Donald Trump, ignoran o desestiman los buenos propósitos e intenciones de éste, para lograr el resurgimiento político y económico de esa nación el cual ha mermado en las últimas décadas, debido a las políticas incoherentes  de los últimos 3 presidentes de ese país.

El hecho real de que los militantes del partido republicano, conocido como el partido político preferido de la derecha norteamericana simpaticen y  aprueben este proyecto de Donald Trump, no es un motivo valido ni representativo como para atacarlo y culparlo del resurgimiento de la violencia en los EE.UU.

Dado que la situación actual creada y manipulada por algunos sectores interesados en crear zozobra en el continente americano, pienso que se está a tiempo de evitar que esto se convierta en una crisis de mayores proporciones. Por lo tanto, la prensa y los sectores políticos de la región tienen en sus manos la solución de evitar que la actual situación escale a otros niveles superiores, razón más que suficiente para darse una tregua que permita meditar sobre qué hacer de ahora en adelante. Cierto que el presidente Donald Trump debería reflexionar profundamente sobre la situación, e intentar mejorar los tipos de respuestas que acostumbra a dar y a escribir, intentando ser más diplomático,  astuto y controlado: de manera tal, que las futuras respuestas sean más comedidas y menos agresivas u ofensivas,  cuando se trate de opinar sobre sus contrincante y la prensa en general. Como dice el dicho, ser cortés, no quita lo valiente.

Por el lado de la prensa, esta debería ser más amistosa, veraz y menos agresiva y crítica en la divulgación de las noticias que genere el presidente Donald Trump, o cualquier otro personaje. La prensa de América, debería estar apostando al éxito de éste, puesto que todos nos beneficiaríamos en su gestión exitosa como presidente de los EE.UU. Latinoamérica y los EE.UU. tienen la obligación regional y moral de trabajar unidos por nuestro triunfo a todos los niveles.

Tanto los EE.UU., necesitan de Latinoamérica, como Latinoamérica necesita de los EE.UU. Esta es una gran y real verdad, que no deberíamos ignorar ni sub estimar. En tal sentido me pregunto: ¿Que ganaría Latinoamérica con la destrucción y/o debilitamiento de los EE.UU.? y viceversa ¿Qué ganarían los EE.UU., con el debilitamiento y/o destrucción de Latinoamérica?

En la medida en que los países que adversan y odian a los EE.UU., descubran que ni el capitalismo ni la oligarquía son los enemigos reales de los pueblos, tal como lo asegura el marxismo leninismo; en esa medida, pudiéramos lograr que nuestras diferencias sociales y políticas se reduzcan. Nuestros enemigos reales y verdaderos están dentro de nuestras propias mentes, acciones y actitudes.

Si América tiene enemigos, éstos deben ser ubicados en otras latitudes, tales como Asia y otras regiones con gobiernos totalitarios enemigos de la democracia y del sistema económico capitalista. No obstante, es sabido, que a través de algunas naciones latinoamericanas, los mismos están intentando penetrar en la región y debilitar nuestra paz y democracia, entre los cuales podemos nombrar a los gobiernos de Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela; azuzados, financiados y alentados por los gobiernos de Rusia, China e Irán, entre otros.

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