La culpa no es del ciego
Sarcástico y no sin cierto regocijo comenta Luis Almagro el impasse suscitado desde hace meses en España, sumida en el laberinto del nombramiento del nuevo gobierno. Le pregunta el periodista del periódico ABC: “Para terminar, España. ¿A usted le sorprende que los partidos políticos no sean capaces de ponerse de acuerdo para formar y que se pueda llegar a las terceras elecciones en menos de un año?” Responde el Secretario General de la OEA: “No me sorprende. No me sorprende, porque soy latinoamericano. Cualquier país latinoamericano tendría estos problemas para armar un Gobierno en un sistema parlamentario.”
Obviamente, no se equivoca el periodista al culpar a los partidos por no ponerse de acuerdo ante el Rey, según dicta la constitución de un régimen monárquico parlamentario. Pero evade la esencia del conflicto: no son los partidos el origen del rompecabezas: son los electores. Y acierta plenamente Luis Almagro: exactamente como sucede en Latinoamérica, en donde los responsables por los desaciertos de los gobiernos son los ciudadanos, que mal eligen. Votando por quienes los llevan por el callejón de la amargura. La mayor parte e la veces por aplicar la ley de la venganza sobre los gobernantes, que tampoco cayeron del cielo: fueron electos por los mismos que quieren castigarlos poniéndolos en el disparadero.
Es la cuasi tragedia de los españoles, que llevan años coqueteando con la disgregación: los catalanes queriendo ser república independiente. Los socialistas queriendo ser castristas. Los castristas aferrándose al chavismo. ¿Cómo poner de acuerdo a quienes han decidido apostar al caos, creyendo en los pajaritos preñados de las autonomías, el comunismo y el salto al vacío?
Tampoco es que pecan por inocentes. Tanto en España como en América Latina. El ejemplo venezolano no admite dudas: la aplicación del socialismo a ultranza, incluso llevado en andas por las bayonetas, lleva directamente y sin desvíos a la catástrofe. El país potencialmente más rico del subcontinente ha terminado en un pantanal de miseria por dar satisfacción al extravío de sus electores. Ni siquiera es el caso del Chile de Allende, pobre de solemnidad y sin más recursos, entonces – hace cuarenta y seis años -, que el cobre. Es el caso de la primera reserva petrolífera del planeta, rica hasta el hartazgo en riquezas minerales – desde diamante a bauxita, desde el oro al plutonio. Y que si se propusiera convertirse en la primera potencia agroindustrial y ganadera de la región no tendría más que ponerse a lograrlo. Le sobran los recursos hídricos, tiene mar y tierras como para convertirse en el primer vergel del hemisferio. Sólo carece de la voluntad y la inteligencia necesarias para hacerlo.
Si los partidos, como sostiene el periodista de ABC, son los responsables del impasse, ¿quién los eligió, quién les dio el poder, quién les alcanzó el garrote? Los españoles. ¿Es tan complejo el caso Iglesias como para no advertir que se trata de un demagogo inescrupuloso sin más objetivo que hacerse del Poder para descalabrar a España, sepa Dios por cuando tiempo y en qué profundidades? ¿Se requiere de una egregia inteligencia para advertir la inconcebible mediocridad y la mezquindad de los líderes del PSOE, desde que un atentado de la YIHAD pusiera en el poder a José Luis Rodríguez Zapatero y en un deslave hacia la decadencia le entregara el mando del partido a Pedro Sánchez?