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La confianza es todo

Hay un rey y una reina, pero aún el heredero al trono se hace desear.

El es el Cabernet Sauvignon; que gracias a los grandes vinos franceses de Burdeos se coronó hace tiempo. Porque los Grand Cru Classé siguen siendo de los vinos más codiciados del planeta. Tintos a base de este cepaje, que hasta hoy ha demostrado ser el más longevo y complejo de los vinos tintos. Y si el mundo toma 80% de este tipo de vinos, es fácil entender el por qué de su fama.

Ella es la Chardonnay, que si bien su origen y meca están en la Borgoña francesa, fueron los americanos los que la impulsaron y la globalizaron. Porque en la década de los 70 fue la responsable de virar el consumo y las costumbres de los jóvenes americanos de veinti y treinti. Aquel dorado vino se impuso al Gin Tonic y a la cerveza como copa de bienvenida o inicio de una buena comida.

En ambos casos también tuvo que ver que se trata de variedades plásticas, es decir que se adaptan muy bien a los diferentes terruños y que, gracias a ello, su producción se ha multiplicado. Por eso, ambos cepajes son los vinos más elaborados en el mundo, ya sea como varietales o como componentes de blends.

Pero todo reinado necesita de un heredero. Porque no solo el tiempo pasa, sino que las costumbres de los pueblos van cambiando.

Hoy el vino ya está instalado en la sociedad mundial como la bebida más noble y versátil a la hora de sentarse a la mesa, aunque el consumo per capita por habitante siga siendo ínfimo. No obstante se han diversificado las ocasiones y desestacionalizado su consumo. Pero hoy, el tiempo no corre, vuela; y nosotros al parecer también. Queremos todo rápido, todo ya; incluso los que disfrutamos de cada momento. Ya no se lee el diario, se ojea el Ipad, ya no se ve la TV, sino el compilado entero de la serie favorita en la compu, etc. Y en vinos se podría decir que no importa tanto la longevidad como la agradabilidad al momento de descorcharlo. Y ese impacto es el que cuenta, porque tampoco tenemos tiempo para guardar un vino y esperarlo. Para qué, además ya hay gente que lo hace y muy bien por nosotros (Vinoteca Ligier, por ejemplo). Además, los grandes vinos de hoy ya están muy ricos al salir al mercado, y eso o saben incluso los que guardan vinos en sus cavas.  Sobre todo el Malbec.

Creo fervientemente que nuestro Malbec (aunque sea de origen francés) tiene serias chances de ser el Príncipe, y luchar por el trono. El Syrah, lo intentó hace algunos años, con el gran impulso australiano, pero no le alcanzó. El Pinot Noir es tan delicado que es muy difícil de replicar.

¿Y el Malbec?

El Malbec tiene muchos atributos que lo postulan, sobre todo en tiempos de hoy. Es versátil, siempre cae bien parado, incluso desde la primer copa. Porque es amable, fresco y dulzón en su carácter siempre frutal. Podrá ser un vino más de texturas que de fruta, más verde que maduro, más liviano que concentrado, que igualmente se las arregla para gustar siempre. Sus taninos son suaves, aunque pueden ser también incisivos, pero nunca agresivos (si el vino está bien elaborado). Es generoso en su expresión, y puede mantenerla viva por mucho tiempo. Tanto, que hasta hoy no podemos apostar por un plazo, ya que  los mejores vinos actuales parecen ser inmortales. Acá está presente en todas nuestras zonas vitivinícolas. También en Cahors, al sudoeste de Francia que es de donde viene. También, poco a poco algunos países se van animando (Chile, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, etc.). Es decir que puede andar en cualquier clima y no tendría problemas de desparramar su generosidad por el resto del mundo. Pero ahí no está la clave. Su secreto es otro. Y eso es lo que lo hace diferente a los demás.

Hay que partir de la base que todos los vinos dicen cosas, sólo hay que querer escucharlas y disfrutarlas. Sin embargo, la gran mayoría de los vinos confunde y aleja al consumidor. No así al conocedor, que busca esos recovecos; porque en esas aristas complejas radica parte del placer una vez que se desanda el camino del vino. El conocedor pone foco en lo que le falta al vino más que en lo que tiene. Pero son la minoría. Lo que importa es lo que opinan y hacen los consumidores. Y el Malbec, a todos ellos les da confianza; simplemente eso. La confianza de poder decir a la primera copa qué rico vino, me gusta porque es suave, amable, nada agresivo. Me divierte porque me llena la boca, es jugoso, y bla, bla, bla.

En un mundo que necesita nuevos consumidores de vino tanto como el agua, el Malbec parase ser  la mejor salvación. Porque atrae, no aleja, contiene no repele y gusta sin vueltas. Y es gracias a esa confianza en si mismo que da el Malbec que se forjan los consumidores; los mismos que devienen con el tiempo en conocedores y son capaces de apreciar todas sus capas de aromas, sabores y texturas. Porque todos sabemos lo que nos gusta. El problema es que la mayoría no sabe que sabe. Por suerte está el Malbec para facilitar el camino. Es sin dudas la puerta de entrada al mundo del vino argentino. Y por qué no soñar que los nuevos consumidores chinos, rusos, indios y del mundo entero, pueden usar la misma puerta que nosotros.

Miguel Brascó siempre defendió la “drinkability” del Malbec. Hoy ya no está acá al lado mío, pero puedo entender más mejor que nunca sus palabras. Porque eso significa mucho más que tomable.

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