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La carta de Bolívar a Fanny du Villar, que nunca se escribió

Querida prima:

¿Te extraña que piense en ti al bode del sepulcro?

Ha llegado la última hora, tengo al frente al mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades: a mi espalda se Alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños  de 1.805.

Por sobre mí,  el cielo más bello de América, la más  hermosa sinfonía de colores,  el más  grandioso derroche de luz, y tú estás  conmigo porque todos me abandonan, tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida,  en las últimas fulguraciones de la conciencia.

¡Adiós  Fanny ¡

Esta carta llena de  signos vacilantes,  la escribe la mano que estrecho las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.

Esta es la letra que ilumino  el relámpago de los cañones  de  Boyacá y Carabobo, esta es la letra  del decreto de Trujillo  y del mensaje  al congreso de angostura.

¿No la conoces verdad?

Yo tampoco la reconocería, si la muerte no me señalara  con su dedo despiadado la realidad de  este supremo instante.  Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria, la gloria  que entreví a tu lado en los campos  de sol en primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos  que gozaron mis favores, víctima  de un inmenso dolor,  preso  de infinitas amarguras.  Te dejo el recuerdo de mis tristezas   y  lágrimas que no llegaran a verter mis ojos.

¿No es  digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma  en el peligro,  conmigo presidiste  los consejos  de gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos  mis reveses,  tuyo es también mi último pensamiento y mi pena final.

En las noches  galantes  del magdalena, vi desfilar mil veces la góndola de Byron por las calles  de Venecia, en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero, no ibas tu, porque tu flotabas en mi alma mostradas por la níveas castidades.

A la hora de los grandes  desengaños, a la hora de las últimas congojas, apareces ante mis ojos de moribundo con los brazos  de la juventud y de la fortuna,  me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes,  me hablas y en tu voz  escucho las  dianas de junin.

Adios Fanny, todo ha terminado, juventud, ilusiones, risas, alegrías se hunden en la nada, solo quedas tu,  como ilusión serafina  señoreando el infinito, dominando la eternidad.

Me  correspondió la misión del relámpago, alumbrar un instante las tinieblas,  fulgurar apenas  sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.

Santa Marta, 6 de diciembre de 1830

Simón Bolívar

Esta presunta carta de Bolívar a su prima Fanny du Villar, está  probado  que nunca fue  escrita por  El Libertador es una carta apócrifa y todo sale a relucir, cuando el ignaro Hugo Chávez pretendiendo tener  grandes  conocimientos de la historia, en cadena nacional el 10 de agosto del 2012, citó con vehemencia varios párrafos  de la mencionada  carta,  haciendo  y afirmando  su veracidad, ante este desatino histórico en boca del primer magistrado, surge una carta pública dirigida  a Hugo Chávez del prestigioso historiador Néstor  Abel Sánchez, donde  con lujo de  detalles demuestra la falsedad de la carta, citando a  otros   historiadores  anteriores  como Roberto Lovera de Sola, Argénis Méndez Echenique quienes  en su tiempo desmintieron la veracidad de tal carta, asegurando a  su vez  que la autoría de la misma se debía  a un estudioso abogado de San Fernando de Apure llamado Luciano Mendible Camejo, quien había terminado por  confesarle  al historiador Venezolano Don Vicente Lecuna en 1.925, la autoría de la misma y esto se  debió a que  el dueño y editor del diario de  Cartagena  “El Comercio” había publicado  en ese  diario  como cierta  la mencionada carta, la que fue  amplia e históricamente  desmentida  su autenticidad por  Don Vicente Lecuna, el caso es  que históricamente  está probado y no hay dudas al respecto  que Bolívar nunca escribió  esta carta y que  todo se debió a la  mente calenturienta  del abogado apureño Luciano Mendible Camejo, (por cierto un gran bolivariano)  como él mismo se lo confesó al muy reconocido historiador Don Vicente Lecuna, esta historia no se habría  removido, sino hubiera  sido  por  el afán de Hugo Chávez  de pretender saber de todo y  al cabo no saber de nada, es imposible  tratar de adulterar la historia contemporánea, ella  está  allí  para bien  y conocimiento de todos, lo contrario es  siempre hacer el ridículo, como bien lo decía el fallecido historiador Doctor Manuel Caballero, cuando en sus  escritos  semanales  fustigaba tanto a Hugo Chávez  como a los seudos  historiadores  del régimen por las barbaridades  que declaraban o escribían.

Sin embargo todo esto me ha brindado la gran ocasión para hacer resaltar la célebre  poesía “DON JUAN EN SANTA MARTA”, del gran escritor, periodista y poeta Carupanero Don Andrés Mata.

Andrés Mata, nace en Carúpano en el mes  de noviembre 1.870 y muere en París en noviembre  1.934, a la edad de 64 años,  su inclinación a las letras es desde casi  su nacimiento,  a la edad de 12 Años escribía  en el semanario  carupanero “La Avispa”, en 1885  funda en Carúpano  el diario “Día”. Posteriormente marcha  a Santo Domingo y allí dirige  el diario “Listín Diario”, a su regreso a Venezuela trabaja en la revista “Cosmópolis”, en 1.904 es  hecho miembro de la Academia de la Historia de Venezuela, y en 1.908 en la Academia Venezolana  correspondiente a La Real Academia se le otorga  el rango de   INDIVIDUO  DE NUMERO,  En  1.909  funda en Caracas el diario “ EL UNIVERSAL” que aún se  sigue  editando.

Andrés Mata  fue Embajador  de Venezuela  en diferentes  países  europeos, así mismo había  sido Cónsul de Venezuela en Málaga, Génova y el Vaticano, en su honor   en el Estado Sucre existe un municipio  que  lleva  su nombre y en Carúpano existe  uno de los parques  más  antiguos  que  se llama “Parque Andrés Mata”, de igual  manera en la casa  donde nació está establecida ¡LA FUNDACION CASA ANDRES MATA. Sin embargo creo que la Ciudad de Carúpano no  ha sido lo suficientemente generosa para con la memoria de ese ilustre hijo de  esa  ciudad, centenares  son os poemas  escritos  por  Don Andrés Mata, la mayoría  recopilados  en tres  libros  muy famosos  en su tiempo

Don  Juan  en  Santa  Marta

Al salir  del Perú ya consumada la obra de su genio y de su espada
En la  América  austral
Bolívar  desde Francia  recibía, una carta de amor y poesía de Fanny du villar
Aquella ardiente carta en su memoria,  removía una historia de veinte  atrás
Mundano, voluble y libertino, parís  se interponía en su camino de lima a Bogotá
Fanny, le confesaba todavía  el recuerdo penoso de  aquel día
Me persigue tenaz, vos  secabas el llanto en mi semblante
Mientras yo enloquecida y suplicante no os dejaba marchar
No quiero resignarme  Al desengaño y en prueba de afecto
Te acompañan mi efigie y un puñal
Tales prendas han de ser en nuestras vidas, el arma la defensa
Requerida mi efigie un talismán
De lima  a quito bombona y pamplona, hasta el valle  que el avila corona
Fue una marcha triunfal de corazones, se pusieron en pie
Cinco naciones para verlo pasar
Habló  a su corazón tanta vehemencia, no era fácil sondear en la conciencia
Del caudillo inmortal, pues en él estaban confundidos  en estrecha alianza
Aquiles y don Juan
Placía las pasiones voluptuosas, olvidando las glorias por el vals
los claveles  por las rosas y en medio del placer propicio
Solía plantar su vivac
Ya próximo a morir  en santa marta, aquella carta recordó frente al mar
Miró por última vez  el océano  y rompió  a sollozar

En el año 1.804 recién enviudado, Simón Bolívar  llega  a Francia, París  procedente de   Madrid, donde encuentra a  su prima  segunda, cuyo nombre de soltera  era Fanny Triaban de Aristiguetta, de 27 años  de edad, casada con el Botánico y coronel M.  Derviu Du Villar quien la doblaba en edad, surgiendo entre Bolívar y Fanny un torrentoso  romance, pero  el alma inquieta  del futuro Libertador necesitaba  mucho espacios y para  el año 1.805  emprende un viaje por  diferentes países  de Europa hasta llegar  a Italia, donde en Roma  tiene  el feliz  encuentro  con su muy amado maestro Don Simón Rodríguez y de allí  al Monte Aventino y el famoso  juramento, no regresando más  a París  como era   su intención primaria.

Esta pequeña narración histórica va dedicada  a mi dilecto y siempre amigo y paisano,  compañero de las aulas del J.J. Martínez Mata y del  Osío Pérez, Doctor  CESÁREO JOSÉ ESPINAL VÁSQUEZ, sin dejar de mencionar  a nuestros antiguos educadores, los maestros Alcalá, Borg, Tenorio, Aquiles Rodríguez, Prudencia Vera, Aracelis Fierro y Gladys González entre otros  que escapan a mi memoria, verdaderos  apóstoles  de la educación que  supieron sembrar en nuestras almas y corazones el deseo  siempre de aprender y no cansarnos  nunca en ese empeño.

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Un comentario

  1. No sé si usted es historiador, pero su lenguaje está a kilómetros de serlo. Más bien parece un político de tercera que siente la necesidad de vaciar su veneno sobre alguien que puede haberse equivocado, pero que será recordado históricamente por muchas nobles razones, mientras que usted por ninguna. Esa es la verdadera causa de su bajeza y de su tregedia.

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