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La cadena de alegría

En mi curso de Escritura Creativa siempre surgen temas interesantes. Y es que los escritores son gente interesante. Hace dos semanas, una tarea calificada como «difícil» resultó ser una de las mejores que hemos hecho en los dos años y pico que tenemos reuniéndonos todos los miércoles en la noche. «Si tuvieras que escoger quedarte con un solo recuerdo de tu vida, ¿cuál escogerías?»… Ciertamente no es una pregunta fácil de responder. «¿Por qué un solo recuerdo?… ¿Cómo escojo uno entre tantos?… Mientras más pienso, más recuerdos vienen a mi mente y es más difícil escoger»… Pero tal vez por esas mismas dificultades, las respuestas fueron tan especiales.

Abarcaron desde los nacimientos de los hijos, por supuesto, porque quienes tenemos hijos sabemos que el momento del nacimiento de cada uno es algo sublime e inolvidable. En uno de los relatos, el mismo padre tuvo que desenredar el cordón umbilical del cuello de su hija. En otro, el nacimiento «desgarró a la madre por dentro» y a pesar de su debilidad pidió tener a su bebé con ella. El tercero versó sobre el vínculo tan fuerte que se estableció entre la autora como madre y su pequeño hijo.

Escribieron desde el primer «te quiero», al mágico momento en que un abuelo repartía gomitas de colores a sus nietos; desde las sonrisas de la esposa y los hijos, hasta el día de la Primera Comunión; desde un dálmata de peluche que reveló a la autora la sensibilidad de su padre, hasta un relato en tiempo futuro de una reconocida escritora. Desde las luchas internas por surgir, sobreponiéndose a sí mismo, hasta un relato en verso de todas las personalidades asumidas por el autor. Lágrimas, risas, aplausos… Un ejercicio de catarsis, memoria, humildad, valentía y mucho, mucho amor.

Sobra decir que las emociones estaban a flor de piel. Ante la impresionante calidad de los escritos y de las conversaciones que emergieron de cada lectura, uno de mis alumnos, Rodolfo Wallis, propuso un interesante ejercicio de ciudadanía, generosidad y sobre todo, de coexistencia: «les invito a que hagamos algo especial por cualquier persona cada día. Algo inesperado. Que le dé alegría, calidad de vida y nos haga sentir mejores personas… En vez de echarse encima un cubo de hielo, hacer algo por alguien. Pero que no sea darle dinero. Darle algo de nuestro tiempo, de nuestra capacidad, de nuestra sensibilidad». Y nos sugirió escribir sobre los resultados, que todos celebramos y anticipamos como maravillosos.

Puede ser algo tan simple como ayudar a alguien a cruzar la calle. El otro día almorzaba con mi amiga María Luisa Ríos y se nos acercó una señora a pedirnos que si una podía ayudarla a cruzar la calle, porque había dejado los lentes en su casa y le daba miedo atravesar sola. María Luisa la ayudó y ella estaba tan agradecida por un gesto tan sencillo, que ambas quedamos conmovidas. También puede ser visitar a un anciano a quien hace rato no visitamos. O llamar a alguien que tenemos tiempo sin llamar, simplemente para saludar. En estos momentos en que hay tantas carencias, siempre encontraremos a alguien por quien hacer algo. Y el hacerlo nos llenará de satisfacción.

Todas las grandes personas del mundo, las que están consideradas como santas, justas, virtuosas, ungidas, han coincidido en que es mayor la alegría de dar, que la de recibir. Y es que cuando se da, se recibe mucho más a cambio. Por eso es interesante y motivadora esta cadena de alegría: porque nos coloca en el plano de la virtud.

Y es que tenemos que trabajar en la reconciliación y el perdón entre los venezolanos. Ningún cambio será permanente, ni sustentable, ni sólido, si no hay reconciliación entre las facciones. Tenemos que re-conocernos. Aceptar las diferencias y buscar las coincidencias, que me consta que son muchas más. Los convoco a anotarse en la cadena de alegría. Rodolfo lo hizo en su Facebook e invitó a varios amigos a unirse. Háganlo ustedes también. Y reten a sus amigos. Una cadena así es humanidad exponencialmente repartida. Nos hace falta. Nos hará bien.

@cjaimesb

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