La afrenta a Mahoma
Los brutales asesinatos en París, Niza y Viena han encontrado voces de aprobación no solo en el común de los musulmanes sino en sus guías políticos y religiosos. Se trata de una sociedad que aun siendo parte de la civilización occidental no participa totalmente de su ideario político que adoptó el concepto de separación entre la Iglesia y el Estado como parte del modo de convivencia. Tal es el caso de la civilización islámica, por lo que se puede afirmar que la guía religiosa es la guía política. Resulta entonces para quienes no somos musulmanes casi incomprensible (quizá el casi sobra) lo que está ocurriendo, porque el respaldo, aprobación y quizá (aquí es indispensable) hasta la incitación a degollar a quienes no participan de su fe, es como un mandato bíblico, en este caso “coránico”.
El degollado no fue solo un profesor que expuso unas imágenes de Mahoma supuestamente ofensivas al profeta. Hubo en Niza una anciana también degollada, además de otros muertos y la violencia en Viena no es sino el resultado de una prédica que invita a los seguidores del Islam a imponer su fe, no importa la forma.
Desde luego toda esta disertación relacionada con la ofensa al profeta no es sino una excusa con la cual los homicidas, pretende justificar los espantosos crímenes cometidos; y lo que es peor, sus guías religiosos al justificarlos, lo que hacen es incitar a sus fieles seguidores a una “guerra santa”. ¿Acaso no era suficiente para aplacar la ira el asesinato del profesor vilmente degollado? Desde luego es injustificable, pero además, si no era suficiente para aplacar la ira, lo que parecería ofender al profeta es que pueda haber un culto diferente al de su prédica y desde luego, si es así, es la existencia misma de los “infieles” lo que ofende al profeta e impulsa a sus seguidores a tomar venganza mediante actos que la humanidad entera anatematiza y castiga.
Sin embargo, no es así. El profeta tiene ya en su Paraíso 1.388 años y si algo de lo que ocurre en la tierra es capaz de perturbar la felicidad eterna que ese Paraíso le ofrece a los seguidores de la fe musulmana, incluido desde luego el profeta que fue arrebatado al cielo al momento de su muerte, el tal Paraíso entonces no lo es, cuando quienes allí han arribado pueden ser perturbados y ultrajados por los hechos de quienes peregrinamos en este mundo.
Lo que nosotros contemplamos es la manifestación de la vileza de unos individuos que los lleva al asesinato, y cuyos autores, los homicidas, pretenden justificar su conducta criminal contándonos el cuento de que han sido llevados a esos atroces crímenes por ser “una ofensa al profeta”; y lo que es peor, quienes son guías de esos “extraviados asesinos”, no solo dictan sentencia absolutoria al crimen cometido, sino lo validan y desde luego absuelven de culpa a sus autores, que fue lo que en el primer párrafo de este artículo maticé con un “quizá” para no imputar a los ayatolas la autoría intelectual de los asesinatos.