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Kazuo Ishiguro: reivindicador del oficio escritural en el Premio Nobel

La formación intelectual del japonés Kazuo Ishiguro (8/11/1954), quien desde los cinco años llegó a Inglaterra con su familia, comenzó a involucrarse con autores británicos e hizo estudios en literatura inglesa y filosofía en la universidad de Kent; como autor moderno, ha venido a enriquecer la lengua inglesa, aunque no está aislado de sus raíces niponas.

Ishiguro ha producido ocho novelas, todas traducidas al español (bajo el sello editorial Anagrama), en donde se muestran pinceladas complejas de una manera de ver la vida y el mundo, desde el agobio, destacando sucesos que convierten a los personajes en seres infelices, desesperanzados y débiles. Tomando información dispersa en la red sobre las novelas de Ishiguro, valga hacer un descriptivo superficial sobre el argumento de sus obras. En 1982, sale a la luz la novela “Pálida luz en las colinas”, en la cual se narra la historia de Etsuko, quien después del suicidio de su hija mayor, una japonesa de cincuenta años instalada en Inglaterra, rememora momentos de su vida. “…Quizá la explicación de esta tragedia familiar se encuentre agazapada en aquel Japón de los años cincuenta que se recuperaba de las heridas de la guerra y del traumatismo de la bomba atómica. En la memoria de Etsuko aparece de forma obsesiva, recurrente la imagen de otra mujer, Sachiko, una amiga y vecina que vivía sola con su hija Mariko”.

Luego vendría la novela “Un artista del mundo flotante” (1986),  Ishiguro describe la experiencia del Japón que comienza a levantarse después de la  Segunda Guerra Mundial; cuenta que en los meses que van desde octubre de 1948 a junio de 1950, el tiempo que media entre el comienzo de las negociaciones para casar a una hija y el matrimonio, Ono, un anciano pintor, recuerda su vida y reflexiona sobre su carrera artística, en un intento por comprender una realidad cada día más ajena. Se recuerda los triunfos del pasado de Ono quizá son ahora, como insinúan sus hijas, que esconden sus cuadros, aquello de lo que debería avergonzarse. “Ono eligió abandonar las tradiciones pictóricas de sus maestros, los pintores del mundo flotante de los barrios de placer, donde las cosas más bellas se construyen en la noche y se desvanecen en la mañana, para dedicarse a loar un presente más heroico y menos fugaz. Y ahora, el imperio militar que pintó no es más que otro mundo flotante, desvanecido para siempre en la mañana del Japón democrático de la posguerra…”

En su novela “Los restos del día” (1989), que fue llevada al cine,  Ishiguro va dibujando las vicisitudes de un mayordomo en la Inglaterra de los cincuenta del siglo XX. Stevens, el narrador, durante treinta años ha sido mayordomo de Darlington Hall, éste muere y la propiedad pertenece ahora a un norteamericano. “…El mayordomo, por primera vez en su vida, hará un viaje. Su nuevo patrón regresará por unas semanas a su país, y le ha ofrecido al mayordomo su coche que fuera de Lord Darlington para que disfrute de unas vacaciones. Y Stevens, en el antiguo, lento y señorial auto de sus patrones, cruzará durante días Inglaterra rumbo a Weymouth, donde vive la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Hall. Y jornada a jornada, Ishiguro desplegará ante el lector una novela perfecta de luces y claroscuros, de máscaras que apenas se deslizan para desvelar una realidad mucho más amarga que los amables paisajes que el mayordomo deja atrás. Porque Stevens averigua que Lord Darlington fue un miembro de la clase dirigente inglesa que se dejó seducir por el fascismo y conspiró activamente para conseguir una alianza entre Inglaterra y Alemania”.

En 1995, recrea en la novela “Los inconsolables”, la historia de un famoso pianista, Ryder, que llega a una ciudad de provincias en algún lugar de Europa central. “…Sus habitantes adoran la música y creen haber descubierto que quienes antes satisfacían esta pasión eran impostores. Ryder es recibido como el salvador y en un concierto apoteósico, para el que todos se están preparando, deberá reconducirlos por el camino del arte y la verdad. Pero el pianista descubre muy pronto que de un salvador siempre se espera mucho más de lo que puede dar y que los habitantes de aquella ciudad esconden oscuras culpas, antiguas heridas jamás cerradas, y también demandas insaciables”.

En la novela “Nunca me abandones” (2005), Ishiguro narra las peripecias de  los jovencitos que estudian en el internado de Hailsham son como cualquier grupo de adolescentes. “Practican deportes, tienen clases de arte y descubren el sexo, el amor y los juegos del poder. Hailsham es una mezcla de internado victoriano y de colegio para hijos de hippies de los años sesenta donde no dejan de repetirles que son muy especiales, que tienen una misión en el futuro, y se preocupan por su salud. Los jóvenes también saben que son estériles y que nunca tendrán hijos, de la misma manera que no tienen padres. Kathy, Ruth y Tommy fueron pupilos en Hailsham, y también fueron un juvenil triángulo amoroso. Y ahora, Kathy se permite recordar Hailsham y cómo ella y sus amigos descubrieron poco a poco la verdad…”

Otra novela impactante es “Cuando fuimos huérfanos” (2006), descrita en la Inglaterra, años treinta, donde Christopher Banks se ha convertido en el más célebre detective de Londres. “…Pero hay un enigma que es incapaz de resolver y del que él mismo es protagonista: cuando era niño y vivía en Shangai con su familia, sus padres desaparecieron misteriosamente. La ausencia de sus padres, de los que ni siquiera sabe con seguridad si están vivos o muertos, le atormenta. Y por eso decide enfrentarse al caso de su vida y viaja desde una Europa en la que emerge el fascismo y se avecina la guerra a un Shangai en el que se enfrentan los chinos comunistas y el ejército japonés invasor…”

En el 2010, escribe unos textos narrativos, no compactados en el género de la novela sino del relato corto, titulado “Nocturnos”; son cinco historias que van desde “El cantante melódico”, un guitarrista de oficio reconoce a un vocalista americano y juntos aprenden una lección sobre el distinto valor del pasado; “Come Rain or Come Shine”, un maniaco-depresivo es humillado en casa de una pareja de antiguos progres que han pasado a la fase yuppie; “El músico de Malvern Hills” columbra su mediocridad cuando prepara un álbum a la sombra de John Elgar; “Nocturno”, donde un saxofonista conoce a una vieja artista de variedades;  y el “Violonchelistas”, un joven prodigio del chelo encuentra a una mujer misteriosa que le ayuda a perfeccionar su técnica.

Y su última obra, ya si de vuelta a la novela, presenta “El gigante enterrado” (2016), obra en la cual Ishiguro se ambienta en la Inglaterra de la Edad Media; donde hace alusión al paso de los romanos por la isla donde solamente quedan ruinas, apareciendo los personajes de Arturo y Merlín, como leyenda del pasado. Se va a dar un ambiente en el que habitan ogros, y británicos y sajones conviven en unas tierras yermas, distribuidos en pequeñas aldeas; una especie de mundo apocalíptico, y allí aparecen los ancianos Axl y Beatrice que toma la decisión de partir en busca de su hijo que está perdido en ese mundo quebradizo. “En su periplo se encontrarán con un guerrero sajón llamado Wistan; un joven que lleva una herida que lo estigmatiza; y un anciano Sir Gawain, el último caballero de Arturo vivo, que vaga con su caballo por esas tierras con el encargo, según cuenta, de acabar con un dragón hembra que habita en las montañas. Juntos se enfrentarán a los peligros del viaje, a los soldados de Lord Brennus, a unos monjes que practican extraños ritos de expiación y a presencias mucho menos terrenales. Pero cada uno de estos viajeros lleva consigo secretos, culpas pendientes de redención y, en algún caso, una misión atroz que cumplir.”

Ishiguro es el ganador del Premio Nobel de Literatura 2017, sin duda, después de los desaciertos de los dos últimos nobeles, la Academia se reivindica con la literatura y el oficio escritural. Ishiguro no solamente es un representante genuino de la llamada novela moderna que se inició con Proust, sino un escritor con un mensaje fuerte hacia el mundo y sus deplorables acciones contra el medio ambiente y contra la paz; un autor que aboga desde el sufrimiento para minimizar el dolor y construir escenarios reflexivos donde el hombre, sin olvidar su pasado y sus heridas, vaya mucho más allá del derecho a exigir justicia y equidad; donde lo humano muestre su fuerza emocional, y donde la memoria, en acepción propia de Ishiguro, sea valorada como “…el filtro a través del que creamos la historia sobre nosotros mismos”.

 

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