José Luis Aldana: Recuperando los ecos del tiempo..
Eduardo Planchart Licea
“Creo que uno nace con el arte y, a medida que va pasando el tiempo, va poco a poco codificando, de manera visual. Recomienzo a pintar a los 31 años. Empecé a dibujar con las enseñanzas de un libro de Parramón, entrenando la mano y el ojo. Una danesa me invitó a un curso en una iglesia europea. Y empecé por el desnudo, me propuse trabajarla no tan bien hechecita, porque pensaba que eso ya estaba hecho. Iba por otro tipo de línea buscaba la desfiguración y deformación del cuerpo. Exhibí mi obra por primera vez en Francia, en 1983.”(José Luis Aldana, 2017)
El ritmo barroco en la pintura de José Luis Aldana, se muta en caleidoscópicas formas, vinculados a su poesía, a la vida y a su peculiar visión del mundo. Los peces de las pinturas y ensamblajes, son metáforas que brotan de ese indagar en cada instante del existir. Esto se evidencia en sus composiciones, al no tener semejanza a la geometría y el dinamismo de los cardúmenes, pues estos peces ocres con escamas telúricas se reúnen en parejas y tríos, creando una geometría dentro de sus cuadros que racionaliza las formas pisciformes. Los fondos marinos se asocian en ocasiones a la mar por su color, más no por sus contenidos, pues en algunas de sus pinturas están integrados por patillas, melones, lechosas, cambures pepinos, piñas, guayabas… expresiones de esa cornucopia que es la tierra entre trópicos, de ese surrealismo aldano, eco del verdor que rodea Barquisimeto.
“No reproduzco la misma idea, ni caigo en lo repetitivo, eso tiende a bajar la calidad de las piezas aunque todas sean muy buenas. Mi investigación va dirigida al estudio de las composiciones, y a reflejar la abundancia y felicidad del uso del color. Creo elementos frescos para dar color a los ojos, y que sea grato al espectador.” (Testimonio, José Luis Aldana, 2017).
La bicicleta dentro de su lenguaje plástico, se hace eco de la dimensión onírica de su plástica, asume connotaciones lúdicas, y de remembranzas de la Venezuela que fue. Donde se daban circuitos entre todos los poblados del país, que lo unían en una trama anónima plena de vivencias y alegría, gracias al deporte. Cruzaban de extremo a extremo caravanas de ciclistas a lo largo y ancho de nuestra geografía; entre caminos y carreteras, que ahora se han convertido en abismos de muerte.
La geometría de sus composiciones es un elemento propio de su lenguaje plástico, así en las temáticas lúdicas y cotidianas el espacio pictórico se divide en ocasiones en franjas horizontales, donde cada una es una realidad simbólica, como serían sus aves juguetonas, sentido que también impregna a los elementos que incorpora como carros, pelotas, aviones a su plástica. Enfrentando al espectador a la existencia, en un contexto tan contradictorio como el de la Venezuela actual, y proponiéndole al público una filosofía de vida dominada por la dimensión lúdica y la alegría por palpitar entre el edénico trópico que nos rodea, y que nos enseña que todo es transitorio.
Otro de los elementos de su lenguaje plástico son los enlaces, con estructuras parecidas a las cadenas de ADN, en cuyo interior hay frutos tropicales, que en sus cuadros se combinan con franjas horizontales. Representan el día a día, y como esta cornucopia de riquezas que es Venezuela, se convirtió en una distopía.
“A medida que voy trabajando la obra voy conociendo nuevos materiales, y voy resolviéndola, primero dibujo la obra sobre el lienzo y luego me pongo a batallar con el color. Es pasión de hacer lo que me motiva a hacer descubrimientos con nuevos elementos. Y así sigo en la brega, con horas y horas de entrega, tratando de recuperar el tiempo perdido” (José Luis Aldana, 2017)
Los nidos de arrendajos de su obra, son parte integrante de esta iconografía, como expresión del ser venezolano y su voluntad creativa. Se convierten en metáforas visuales, en estos hábitats colgantes, recreados en colores propios de su paleta como los amarillos y los ocres, con una pincelada que recuerda como son construidos por esta aves, tramando ramas y pequeñas hojas, que les transmiten esa fabulosa forma de gota o lágrima, que parecía trasgredir la gravedad, y brotar de mundos oníricos, por la fuerza de sus colores y sus formas, que confunden lo telúrico con lo oceánico. Este lenguaje plástico recuerda el esplendor y la belleza de la naturaleza tropical.