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Jaime Lusinchi

Yo voy a hablar como uno de los venezolanos que discrepó de algunas de sus políticas, en el  Senado de la República, pero sin dejar de reconocer su rol como combatiente a la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, el largo exilio del que fue  víctima y su don de gente en el trato personal, que si bien uno lo enfrentaba por razones ideológicas, lo hacía con respeto y consideración a su indiscutible vocación democrática.

Se le censuró mucho su debilidad frente a su secretaria privada, que después hizo su esposa, a quien se  vinculó con negocios ilícitos y abusos de poder, de cuya responsabilidad si bien penalmente es individual, políticamente se le señalaba como cómplice, aunque ninguno de esos delitos de su compañera sentimental fue llevado a los tribunales y recibido sentencia definitiva.

La política democrática que debe imperar en nuestro país, si bien tiene que ser un escenario para el debate, en el que siempre participó con  entusiasmo y respeto, Jaime Lusinchi, tarde o temprano tiene que consolidar la polémica civilizada, en la que quede definitivamente erradicado el odio, la venganza y la violencia propia de los regímenes totalitarios. El ex –Presidente Lusinchi actuó en un tiempo polémico y a la vez fraterno, por eso se fue con el reconocimiento de todos.

Hubo un momento en especial durante el que Lusinchi unió a todo el país alrededor de su política, cuando a un gobierno colombiano se le ocurrió ingresar la fragata Caldas al Golfo de Venezuela. Jaime Lusinchi ordenó una movilización general de nuestras Fuerzas Armadas, con la firme decisión de defender la soberanía nacional. Enterado el gobierno de Colombia de la disposición del gobierno presidido por Lusinchi de correr todas consecuencias que se podrían derivar de una confrontación militar, prudentemente ordenó el retiro de la mencionada fragata.

El ex –Presidente de la República Civil, que despidió recientemente  el mundo democrático venezolano, forma parte de los gobernantes que con muchos defectos y carencias, pero con mayores convicciones democráticas y vocación de servicio público, marca el período de mayores libertades y progreso material, de todos los tiempos  en nuestra historia republicana ´

De allí que las discrepancias con Jaime Lusinchi  se refieren en lo fundamental a algunas políticas económicas y a señalamientos de actos de corrupción de funcionarios nombrados por él, lo que hacía extensiva hacia su persona como Jefe de Estado, la responsabilidad política  de la conducta de sus subalternos.

Las conjeturas en su contra se extendieron en el tiempo, hasta que la muerte encontró a un hombre sencillo, humilde y sin riquezas que exhibir, lo que ha llevado a amigos y adversarios a reconocer su papel  histórico, como un socialdemócrata que intentó resolver algunos problemas fundamentales de  la nación, como el relacionado con la producción agrícola que recibió su apoyo e impulso a la productividad. Y aunque el balance definitivo de su gestión administrativa lo harán expertos en la materia y la historia le dará la oportunidad de mostrar lo positivo y negativo de la misma, hoy los demócratas lamentamos su muerte, extendemos nuestro pesar a sus familiares y aspiramos a que descanse en paz.

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