Inflamación
Muchas de las palabras que utilizamos para describir los efectos de las circunstancias adversas y nocivas sobre el cuerpo humano, son aplicables a las sociedades. Las sociedades actúan como un todo, como un conjunto armónico bien delimitado, son un organismo tan complejo como nuestro cuerpo.
En Venezuela padecemos en este momento de un cuadro clínico de tipo inflamatorio que se agrava paulatinamente y que no cede a las terapéuticas usuales ya probadas por el tiempo y las experiencias, como son los llamados a la reconciliación, la amnistía, las ofertas de paz y de orden y concierto en las cuestiones sociales tanto de protesta como de propuestas positivas de cambio y evolución.
Organismos, como la Asamblea Nacional, se están malogrando en su desempeño y otros, como el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral se crecen a alturas de vértigo sin mirar para atrás y sin consideración alguna de su origen y función primordial, interpretando la Constitución a su antojo y conveniencia y sin interés alguno en funcionar de forma orquestada con el resto de los poderes. Algunos individuos, como los líderes naturales de la oposición, se enmohecen en su forzada inacción y otros, de aparición reciente o futura, sufren de persecución y sus colaboradores tienen miedo.
La sociedad se está enardeciendo lentamente, rítmicamente, casi imperceptiblemente, fatalmente. Detener ese proceso inflamatorio requiere de voluntad gubernamental, autoridad y poder orientados al bienestar y el desarrollo de la sociedad y de una estatura moral de los ejecutantes que atraiga la admiración, el respeto y la necesidad de imitarles por parte del pueblo, es decir de la sociedad enferma, que está muy inflamada y padece dolor, se siente exhausta del calor y sin agua para refrescarse, y resentida y harta de carencias, sufrimientos y falta de expectativas positivas, atractivas y buenas.
No hay suficientes medicamentos ni insumos médicos y quirúrgicos. Faltan hasta los sueros. Pronto seremos una sociedad con una carga inmensa de enfermos dañados irremediablemente por no tener los tratamientos a tiempo ni de forma constante. 85% de carencia de fármacos es, simplemente, una barbaridad que, como ejemplo del problema, pinta crudamente la debacle sanitaria.
No sé si estamos a tiempo o no para detener ese proceso inflamatorio. Ojalá que sí. Pero, en todo caso, lo más grave es que los gobernantes o el gobernante actual, aunque no son ciegos, ni sordos, sin embargo piensan que todo va bien y por buen camino, pero para quienes sabemos de inflamación en medicina y en la sociedad, la suerte está echada y el camino que estamos andando no es el de la recuperación, es, por el contrario, el de la agravación fatal e irremediable.
El gobierno debe hacer algún tipo de acción antiinflamatoria efectiva, ya.