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Inédita cumbre en el Vaticano
Creo que en la historia de veinte siglos de la Iglesia Católica, nunca se había producido algo parecido: el Vaticano (lean: el Papa Francisco) invitó a una Cumbre de los Movimientos Populares, la cual se ha desarrollado desde este lunes 27 hasta el miércoles 29.
Participantes: más de 150 líderes populares, procedentes del mundo entero. Con una buena representación de países latinoamericanos. Que nadie se equivoque. No se trata de un encuentro sobre “evangelización”, o de una discusión entre religiosos, o de una supuesta preocupación por el destino de la fe. No. Es mucho más grave. Se trata de una profunda inquietud vaticana –y de líderes populares– por el destino del mundo.
Para quien lee la trayectoria corta del ocupante actual del Vaticano, no es un misterio: múltiples veces desde su nombramiento, el Papa, con finura, ha intentado expresar su ansiedad.
“En el caso de la organización política y económica global, aún queda mucho por lograr, ya que una parte importante de la humanidad continúa excluida de los beneficios del progreso y, de hecho, es relegada a la condición de ciudadanos de segunda clase”. Esta consideración es del mes de mayo de este año; sin embargo, numerosos discursos suenan la alarma: nuestro mundo va al descalabro total. Tal es el motivo del desvelo papal.
Cruzando estas consideraciones con la preocupación del actual delegado de Venezuela en la ONU, es triste reconocer que “prácticamente todas las negociaciones relevantes en los organismos multilaterales como las Naciones Unidas, están estancadas. Es el caso de las negociaciones sobre el cambio climático, incluso, sobre el cumplimiento de los objetivos de desarrollo del milenio, orientados a erradicar la pobreza”.
Frente a esta situación desesperante, dice Juan Grabois, responsable argentino de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, y uno de los organizadores de la Cumbre, “nuestro encuentro expresa la necesidad de promover la organización de los pobres para construir desde abajo la alternativa humana a esta globalización excluyente que nos arrebata hasta los derechos sagrados al techo, el trabajo, la tierra, el ambiente y la paz”.
La Cumbre, pues, intentará “debatir las causas de la creciente desigualdad social y el aumento de la exclusión en todo el mundo”. Esta instancia podría plasmarse en un Consejo Mundial de Movimientos Populares, un organismo independiente y fuera de las estructuras del Vaticano, cuyos miembros no tengan que ser cristianos.
Sinteticemos: el Vaticano toma la decisión urgente de ayudar al movimiento popular mundial, en una época de grandes frustraciones, en vistas a recuperar el combate aparentemente perdido por la justicia y la paz.
Esto es hacer política, sin color específicamente político. Nada de una reunión entre “buenos cristianos”. Se busca “un intercambio de opiniones para explorar alternativas a una globalización de la indiferencia, de la muerte, de la exclusión”. La trayectoria de nuestro mundo es tan gravemente equivocada, que de múltiples maneras Francisco I, sensible a la emergencia mundial, intenta gritar para despertar a los responsables de cualquier orilla.