Impulsividad trascendental
La impulsividad o desvarío en la mente dislocada por la patología de una doctrina nacionalsocislista, traducida en ultranacionalismo, de un político con una responsabilidad directa y exclusiva en su persona, tal y como lo implica el ejercicio de la primera magistratura, es una actitud que a corto o largo plazo podría traer consecuencias nefastas e irreversibles a una nación, tal es el caso que ahora nos ocupa por la acción de la empresa Exxon Mobil, junto con unos 19 acreedores que han solicitado conjuntamrnte, de un tribunal de EEUU, que pronto iniciará la subasta de acciones Citgo Petoleum, un registro de reclamos en contra de Venezuela por deudas producto de expropiaciones, por instrucciones del presidente extinto, durante 2007, que montan alrededor de unos 20 millones de USD, situación que de sumarse al punto de inflexión de la economía venezolana, decuplicaría, más aún, las crisis sociopolítica y socioeconómica en las que se halla inmersa casi toda la población; tal vez, por causa/efecto de políticas mediocres, alocadas y fantasmagóricas de un aquelarre bajo asesoría muy probablemente, de los babalawos afrocubanos del callejón habanero de los brujos, de efectos fatídicos, tal y como los que experimentamos hoy por hoy, y a la espera de un “milagro político” mesiánico, difícil o casi imposible de realizarse porque aparte de tanta falacia, acumulamos daños recurrentes de envergadura irreversibles prácticamente, durante casi unas dos décadas de administración fantasiosa y demagógica.
Solo nos queda un camino u opción, muy efectiva si nos unimos y apartamos las ambiciones personales: defensa del voto y unas elecciones limpias conducentes al logro de un ideal democrático que nos libere efectivamente, del yugo castrocomunista ceinteañero. Pero, superable si nos disponemos a execrarlo mediante el voto.