Imágenes indelebles
¿Por qué me aguijoneas si te estoy ayudando a cruzar el rio?
preguntó la ranita al escorpión.
Lo siento, esa es mi naturaleza, le respondió.
Fábula popular
Si faltaba horror en El corazón de las tinieblas de la Venezuela de hoy, el país y el mundo entero han presenciado en tiempo real las imágenes de la masacre a sangre fría de unos venezolanos rebeldes que negociaban su rendición ante la fuerza pública y la justicia. Las premonitorias grabaciones que el líder del grupo, el Comisario Oscar Pérez, tomó cuidado en enviar a las redes sociales antes del brutal ajusticiamiento y las de los celulares indiscretos que registraron el desmesurado ataque con armas de guerra, reafirman una vez más ante el mundo la naturaleza despiadada y malandra de la banda gobernante.
Esta acción de los matones del régimen nos ha recordado uno de los iconos más representativos de la cruenta Guerra de Vietnam: aquella fotografía, tomada en febrero de 1968, luego de la masiva Ofensiva del Tet, en la que un general del ejército de Vietnam del Sur dispara a la cabeza de un joven del Vietcong, prisionero, indefenso y esposado, en una calle de Saigón. La gráfica, testimonial del cobarde gesto de este oficial de una tiranía que era respaldada por el ejército de Estados Unidos, produjo repudio y condena mundial. En la sociedad norteamericana, desató un categórico rechazo que liquidó las aspiraciones del guerrerista Lyndon B. Johnson a ser reelegido Presidente.
La pandilla que nos rige podrá continuar mintiendo y deformando los hechos, pero le será imposible borrar las imágenes acusadoras de los medios digitales. Son tan indelebles como aquella gráfica de Saigón. Cuando llegue la hora de la justicia estos criminales se las verán con los celulares como testigos de cargo.