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Historia de una traición III

En mi anterior artículo narré la conversación que tuve con el presidente Carlos Andrés Pérez, en la cual le solicité que saliera de Miraflores y se dirigiera a los venezolanos. Inmediatamente después, el presidente Pérez llamó al contralmirante Iván Carratú Molina, jefe de la Casa Militar, con la finalidad de solicitarle planificara su salida del palacio presidencial. El contralmirante Carratú muy sorprendido le respondió: “Eso es imposible presidente, todas las salidas están controladas por los insurrectos e intentar salir pondría en riesgo su vida”. El presidente insistió: “Carratú, no le estoy preguntando qué es lo que vamos a hacer. Le estoy ordenando preparar mi salida de Miraflores”. Ante la determinación del presidente Pérez, el Jefe de la Casa Militar se dispuso a hacerlo. A los pocos minutos regresó, y le solicitó al presidente que lo acompañara para efectuar la salida de Miraflores por la puerta cercana al liceo Fermín Toro. Al lograr salir. en medio de los disparos que les hizo un carro blindado con sus armas automáticas, el presidente Pérez ordenó dirigirse a Venevisión. Llamó a Carlos Bardazano, gerente de la planta, para coordinar su llegada. Apenas entraron a la planta, desde un pequeño estudio, el presidente Pérez se dirigió a los venezolanos: “Un grupo de militares traidores a la democracia, liderando un movimiento antipatriota, pretendieron tomar por sorpresa al gobierno. Me dirijo a todos los venezolanos para repudiar este acto. En Venezuela el pueblo es quien manda. Su presidente cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas y de todos los venezolanos. Esperamos que en las próximas horas quede controlado este movimiento. Cuando sea necesario volveré a hablar”

 ¿Qué impacto tuvo el mensaje del presidente Pérez en las Fuerzas Armadas Nacionales?

Los oficiales insurrectos, al escuchar al presidente de la República, experimentaron un impacto psicológico de gran importancia. A partir de ese momento la situación militar empezó a cambiar progresivamente. Varias unidades insurrectas se rindieron sin combatir. La sorpresa inicial lograda por los sublevados dejó de tener efecto. El presidente Pérez, ya más tranquilo, decidió dirigirse de nuevo al país.  Este segundo discurso tuvo un mayor   impacto   en   las   Fuerzas Armadas:   “Venezolanas, venezolanos: hace una hora me dirigí a la nación para darle cuenta del atropello vandálico de un grupo de militares, que desconociendo sus deberes constitucionales y deshonrando su inteligencia, pretendieron dar un   golpe para asesinarme, pretendieron tomar “La Casona” y el Palacio de Miraflores. Afortunadamente la lealtad funcional de las Fuerzas Armadas lo ha impedido. He contado con el respaldo de toda la nación”… El presidente Pérez dio indiscutibles demostraciones de valor personal y de responsabilidad moral. Sin la serenidad que tuvo para enfrentar una circunstancia ten compleja, difícilmente se hubiese podido controlar la situación militar.  Arriesgó su vida para defender el gobierno constitucional. La historia tendrá que reconocerlo.  Igual gesto de responsabilidad ciudadana tuvieron Eduardo Fernández, Humberto Celli y Teodoro Petkoff. El respaldo que le dieron a la democracia contribuyó decisivamente en la solución de la crisis.

¿Qué acciones militares ordené antes que el presidente Pérez se dirigiera a los venezolanos?

Apenas pude comunicarme con el general Luis Oviedo Salazar, comandante de la 31 Brigada de Infantería, le ordené organizar y preparar un Grupo de Tarea con la misión de recuperar el control del palacio de Miraflores. Así lo hizo. A las 2:30 A.M. esa unidad avanzó hacia Miraflores por la avenida Baralt y Urdaneta. Al mismo tiempo, ante la grave amenaza que significaba el avance de una compañía de tanques AMX30 proveniente de Valencia, le ordené al general Alfredo Salazar Montenegro, jefe del Comando Logístico del Ejército, establecer una posición defensiva en la autopista Regional del Centro, con la finalidad de impedir el acceso de esa unidad blindada a Caracas. De inmediato, envió al coronel Norberto Villalobos Fuenmayor, quien obstruyó totalmente la autopista con unas gandolas que se encontraban estacionadas en el peaje de Tazón. La compañía de tanques no pudo pasar, iniciándose negociaciones entre el coronel Villalobos y su comandante, el capitán Ángel Godoy, quien decidió rendirse.  El cerco mantenido sobre el ministerio de la Defensa y la Comandancia del Ejército por una compañía del Regimiento Codazzi había que romperlo a la brevedad posible. Llamé por teléfono al coronel John Torres Aquino para que movilizara el Regimiento de Comunicaciones y atacara la compañía insurrecta. Por suerte no hubo necesidad de combatir. Al escuchar al presidente Pérez a través de un aparato de televisión que ordené colocar en el puesto de control de entrada al ministerio de la Defensa y al Comando del Ejército, los integrantes de la unidad que los cercaban, decidieron rendirse. Al conocer que el Grupo de Tarea se acercaba a Miraflores, los mayores Pedro Alastre López y Carlos Díaz Reyes decidieron rendirse al teniente coronel Rommel Fuenmayor, edecán del presidente de la República.

¿Cómo fue el proceso de rendición de Hugo Chávez?  

Apenas me informó el teniente coronel Fuenmayor que la unidad insurrecta que tenía cercada a Miraflores se había rendido, llamé al presidente Pérez. El me informó que saldría de inmediato para Miraflores. Yo lo esperé en el palacio de Miraflores, acompañado del coronel Rubén Medina Sánchez. Todavía se escuchaban disparos. Al llegar el presidente Pérez, conversamos en privado unos minutos. Aproveché que había subido a sus habitaciones para trasladarme a la antesala presidencial. Allí conseguí al general Oviedo. De inmediato le ordené atacar al batallón de paracaidistas Chirinos, el cual había tomado La Carlota, con la finalidad de recuperar la comandancia de la Aviación y limitar el acceso de cualquier avión con tropas insurrectas a ese aeropuerto. Al ser atacada dicha base se logró la rendición del teniente coronel Joel Acosta Chirinos después de fuertes combates. Cerca de la 5 a. m. llamé al Museo Militar. Me atendió el coronel Marcos Yánez Fernández, comandante de dicha unidad. Le pedí que localizara a Hugo Chávez. Me atendió. Tuvimos un fuerte cruce de palabras. Al final, él insistió que yo me trasladara al Museo para conversar conmigo. Yo rechacé su propuesta por absurda y le exigí su rendición incondicional, a lo cual se negó. En ese momento entró a la antesala el general Ramón Santeliz Ruiz, acompañado del señor Fernán Altuve. Al verlo recordé que Hugo Chávez y él eran amigos. Le propuse a Chávez que recibiera al Gral. Santeliz para que este le hiciera ver la real situación militar existente. Posteriormente y en respuesta a sus llamadas, tuve tres conversaciones con él. Su objetivo era ganar tiempo. Esperaba que la aviación lo apoyara. Sin embargo, al final de nuestra última conversación, decidí darle un ultimátum para que se rindiera, so pena de ordenar atacarlo con la aviación. Al sobrevolar los F-16 sobre el Museo Militar decidió rendirse. Eran las 6:30 A.M.

¿Cuáles fueron mis aciertos y errores durante la insurrección militar del 4 de Febrero?

Considero que mis aciertos fueron: tomar el aeropuerto de Maiquetía, alertar sin dilación al presidente Pérez, ordenar aplicar el plan de Defensa Inmediata del Ministerio de la Defensa, solicitarle al presidente Pérez que se dirigiera a los venezolanos, atacar el Palacio de Miraflores  con un Grupo de Tarea, establecer una defensa en la Autopista Regional del Centro para evitar el acceso a Caracas de una compañía de tanques AMX30, desplegar el Regimiento de Comunicaciones para atacar la compañía del Regimiento Codazzi que cercaba el ministerio de la Defensa y la Comandancia General del Ejército, ordenar el ataque del Grupo de Tarea para recuperar la comandancia de la Aviación y controlar el aeropuerto de La Carlota…  También cometí errores, entre ellos: ordenar al general Ramón Santeliz el traslado de Hugo Chávez en calidad de detenido al ministerio de la Defensa. Creí, equivocadamente, que él cumpliría cabalmente sus obligaciones militares. No lo hizo. Nunca ha podido explicar las razones por las cuales el teniente coronel Hugo Chávez llegó al ministerio de la Defensa cerca de las 9:30 a. m. ¿Qué hizo en ese tiempo? Nadie lo sabe. Yo estoy convencido que lo utilizó en preparar el mensaje que daría Hugo Chávez tan pronto como se le permitiera emitir alguna declaración.

A las 10:30 a. m. me llamó telefónicamente el vicealmirante Daniel a Miraflores. Me expuso la situación que ellos estaban enfrentando: una unidad insurrecta de tanques AMX30 tenía rodeaba la base Libertador y amenazaba con entrar a la pista. Si eso llegaba a ocurrir, los pilotos estaban decididos a contraatacar, lo que produciría un lamentable número de bajas. Le pregunté sobre la posición del Alto Mando. Me informó que su recomendación era que Hugo Chávez se dirigiera a las unidades insurrectas por la televisión, para que depusieran su actitud, ya que había dificultades para hacerlo por otro medio. Le dije que iba a informarle al presidente Pérez. Lo hice y él lo autorizó, pero al salir del Despacho me insistió que antes lo grabara. Al regresar al teléfono, le informé al almirante Daniel la orden del presidente. El me respondió, que no había tiempo para grabar, porque el enfrentamiento era inminente. Mi respuesta fue: “Hágalo, bajo mi responsabilidad”. En resumen, creo firmemente que mi actuación fue positiva. La sublevación se controló en pocas horas. La gran mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas cumplieron su deber con valor y lealtad. Para ellos mi reconocimiento y afecto. Mi mayor orgullo siempre ha sido haber evitado un lamentable derramamiento de sangre entre los venezolanos. El 4 de Febrero hubo 39 muertos entre soldados, estudiantes y policías. Muertes muy dolorosas. Eran todos jóvenes venezolanos que merecían vivir. Los responsables de esos asesinatos son los jefes de la sublevación militar, en particular el teniente coronel Hugo Chávez. Esa es la verdad. La historia al evaluar en el tiempo un acontecimiento, juzga con sentido crítico la actuación de los hombres. Espero, sin temor, ese juicio de la historia. Tengo mi conciencia tranquila.

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