¡Heil, Roy!
Hace cinco años fui invitada por el Comité Venezolano del Yad Vashem a realizar un curso en la Universidad del Yad Vashem en Jerusalén sobre «Cómo comunicar el Holocausto» al que asistieron periodistas, abogados y defensores de Derechos Humanos de toda América Latina. Lo que más me impresionó del curso fueron las similitudes que encontré –salvando el tiempo y las distancias, por supuesto- entre la situación de Alemania entre 1933 y 1939 con la situación venezolana desde 1998 -y cada vez in crescendo- hasta hoy, antisemitismo incluido.
La historia del Holocausto la conocía bastante bien. Sin embargo, conocer sus prolegómenos encendió todos mis alertas. La receta del fascismo y del comunismo es la misma: propaganda para crear el enemigo culpable de todas las desgracias del pueblo y voltear al pueblo en su contra; armar al ejército hasta los dientes; formar una guardia pretoriana; atizar el odio y ¡listo! Todo queda a punto para empezar el exterminio.
Los nazis tenían que crear un enemigo a quien culpar y sus teorías de la superioridad de la raza aria apuntaron hacia los judíos, inteligentes, educados, prósperos… Freud decía que el sexo era la gran fuerza que mueve al mundo, yo estoy convencida de que es la envidia. Así, los legisladores nazis otorgaron a Hitler leyes habilitantes para que nada de lo que hiciera fuera ilegal. El libro «Los juristas del horror» de Ingo Müller, magistralmente traducido al español por Carlos Armando Figueredo, relata cómo los juristas nazis se dieron a la tarea de adaptar las leyes a las necesidades del Führer y legalizaron sus horrores.
Aquí seguimos ese camino de miserias humanas. Hemos vivido la defenestración del Tribunal Supremo de Justicia, hasta el punto de ver a jueces ¡jueces! coreando «¡uh, ah, Chávez no se va!», a Defensores del Pueblo que defienden más al gobierno que al pueblo y a fiscales más «fecales» que fiscales… Hemos vivido el desconocimiento y la sistemática violación de la Constitución y las Leyes y la descalificación y deshumanización del adversario político, desde que Chávez empezó a llamarlos «escuálidos» y de ahí en adelante, cualquier cantidad de improperios.
Las infelices declaraciones del Embajador Roy Chaderton –las he visto varias veces y aún no puedo interpretar si fueron cinismo, un aborto de mal chiste o una convicción real- coinciden en fondo y forma con las declaraciones de los altos jerarcas nazis. Con las de Goebbels, el ministro de propaganda, por ejemplo: «un judío es un objeto de disgusto. Siento náuseas cuando veo alguno. Cristo no pudo ser judío. Y no hay que probarlo científicamente… es un hecho». Con las de Himmler, comandante en jefe de las SS: «El antisemitismo es exactamente lo mismo que despiojar. Deshacerse de los piojos no es una cuestión de ideología. Es una cuestión de limpieza». Con las del mismo Adolf Hitler: «El descubrimiento del virus judío es una de las más grandes revoluciones que han tenido lugar en el mundo. La batalla en la que estamos inmersos hoy es de la misma clase que la batalla librada, en el siglo pasado, por Pasteur y Koch… ¡Recuperaremos nuestra salud sólo si eliminamos a los judíos!».
Ahora Chaderton sale a decir que «fue un chiste». La periodista Milagros Socorro le salió al paso en Twitter: «Venir con que unas declaraciones criminales eran un chiste, (Chaderton), no es rectificación. Es intento desesperado de conservar un cargo». «La única rectificación creíble de Chaderton sería renunciar a su cargo en el imperio». «Con tal de no perder su cargo y vivir en revolución, Chaderton es capaz de jurar que a veces se le incorporan galácticos». «A todas estas, ¿Chaderton ha vivido un solo día de chavismo en Venezuela? ¿Se ha calado la destrucción bolivariana aunque sea una semana?»
Haber pasado de socialcristiano a chavista es síntoma de una gran envidia o un grandísimo resentimiento. Heil, Roy! Qué lástima siento por usted…
@cjaimesb