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Hegemonía y esperanza

Siempre me esmero en cumplir las normas de tránsito. Pero hace unas semanas, temprano en la mañana, me comí una flecha, y al  hacerlo me topé con un policía motorizado. Me pidió que detuviera el carro en la acera y que le diera los papeles. El policía no venía de mala gana, pero mi acción fue, como se dice: in fraganti. No tenía defensa.

Me preguntó la profesión, le dije que abogado, y empezó un breve intercambio, más bien amable. Al final, el policía motorizado dijo algo que me pegó duro en la autoestima: mire doctor, usted no puede andar por ahí, comiéndose las flechas, porque a su edad sus reflejos no son los mismos y puede causar un accidente… Quedé sin habla. 

Me dejó ir, y la situación me puso a pensar. Es verdad. Tengo 63 años, o como solía recomendar Ronald Reagan: 24 más que 39. Obvio que para el joven policía, yo era un viejo casi churrusco, como dicen en Chile.

No me siento así. Al contrario. Estoy en la plenitud de mis facultades. Pero una cosa es lo que yo siento y otra la percepción de los «más» jóvenes. 

Hace un cuarto de siglo, cuando la hegemonía comenzó a desplegar su proyecto de dominación sobre la nación venezolana, recién cumplía 38 años. Tenía los años floridos, para usar una bella frase de El Libertador, delante de mí, a la espera de seguir realizando la vocación de servicio público. 

Para un opositor acérrimo de la hegemonía, tal vocación, en el contexto del poder público, era y es  imposible de realizar. Muchas otras cosas sí, el combate de opinión,  constante y sin cuartel; largos años de vida académica con muchas satisfacciones, y la firmeza de la esperanza en que nuestra Patria cambiará para bien.

Es una paradoja. La destrucción paulatina de Venezuela en el siglo XXI, no ha mermado fuerzas de lucha. Acaso las ha renovado, las ha rejuvenecido, desde mi modesta posición, en la espera de bienes futuros para nuestro gran país. 

Mientras más basura sale del poder establecido, más afán se fortalece en aportar un granito de arena, para superar el horror del presente, y abrir caminos para la reconstrucción de Venezuela. Los años floridos están por venir.

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