¿Harán la diferencia?
Por María Elena Arcia Paschen
Inicio este artículo con esta reflexión producto de muchas noches de insomnio y profundas angustias por los momentos que estamos viviendo y que nos obligan a buscar elementos positivos que nos animen a continuar en el camino de contribuir a diseñar la Venezuela del futuro que la mayoría compartimos.
Esta crisis y sus desgarradoras consecuencias han despertado en nuestros jóvenes un entusiasmo por “hacer y ser” distintos a las generaciones anteriores. Estoy consciente que generaciones como la mía y la de mis padres, crecimos y nos desarrollamos un poco ajenos a nuestras responsabilidades como ciudadanos y desentendiéndonos de nuestro rol en la sociedad y el país. Poco participamos y si lo hacíamos era en contadas oportunidades y bien para satisfacer alguna curiosidad o ego pero sin la claridad que nos permitiera reconocer y aceptar que un país no se desarrolla y evoluciona por el método de la generación espontánea.
Los jóvenes venezolanos están dando una muestra de una gran sensibilidad hacia los problemas del país que se traduce en seriedad y compromiso para participar en los deseados cambios.
Se preocupan por su futuro y por el futuro de todos y entienden que su responsabilidad va más allá de culminar sus estudios para evolucionar personal y profesionalmente. Han entendido, con mucho sufrimiento y a un gran costo, que los privilegios producto de las mejores oportunidades (estudio, familia, hábitat) deben ser devueltos a la sociedad a través de su participación activa para generar transformaciones que redunden en beneficio del país.
En momentos nos pudiera invadir la angustia de pensar que nos hemos dedicado con tanta vehemencia a sobrevivir mientras buscamos mecanismos que nos conduzcan a la transformación del modelo fracasado de país que nos pretendieron imponer, que nos hemos quedado atrás con respecto al resto de los países de nuestro hemisferio que están trabajando por adaptarse a las nueva realidades económicas, tecnológicas y científicas. Esto es una verdad que no podemos ocultar y que sin duda nos obligará a redoblar esfuerzos futuros para ponernos al día; pero no se puede avanzar en la construcción de un mejor país cuando las fundaciones no son estables ni confiables y no podrán soportar el peso de la estructura que se edifique sobre él.
Nuestros admirables jóvenes quizás, por las circunstancias que les han tocado vivir, están sacrificando tiempo de educación formal y académica muy importantes fuera de sus aulas de estudio e investigación; pero en mi opinión están participando en una clase magistral de formación ciudadana, valores éticos, respeto a la ley, inclusión, tolerancia, responsabilidad social, entre otras materias que asegurarán su grado, con altos honores, como ciudadanos. Este aprendizaje que les está dejando la calle va a ser determinante en el futuro de nuestra lastimada patria.
Esos jóvenes están haciendo lo que nosotros no hicimos y que de alguna forma ha contribuido a que nos encontremos sumergidos en el caos y la anarquía. Particularmente me siento responsable por haber pensado que el país se hacía solo y que nada tenía yo que aportar para mejorarlo; por no haber cuestionado el porque de las enormes desigualdades; por haberme ocupado únicamente de mi pequeña parcela; por haber dejado en manos de otros las riendas del país; por formar parte de una generación cómoda.
Es por ello que me siento profundamente orgullosa del arrojo, valentía y compromiso de nuestros muchachos y honrada porque la historia me esté permitiendo ser testigo de sus hazañas y a la vez poder contribuir a relatar como se logró el cambio.