Guido, Rector en el cielo
El sábado 12 de septiembre, como quien se prepara para cursar un nuevo año escolar, saludó al mundo nuestro querido amigo Guido Arnal Arroyo.
Ingeniero Civil por la primera promoción de la Universidad Católica Andrés Bello que tuvo como epónimo a Justo Pastor Farías, destacado profesor de la comunidad.
Guido, así a secas, fue un venezolano íntegro, de la mejor calidad, de una vida ejemplar y de un temple que solo adquieren los hombres que tienen en su constitución los mejores materiales.
Nació y falleció en Caracas, vio la luz en 1931 y cuando le entregó su alma al Señor, había cumplido ochenta y cuatro años llevados adelante en las mejores condiciones. Hijo de Ramón Arnal de Castro y de su esposa Luisa Arroyo Lameda.
Estudió toda la primaria y el bachillerato en el Colegio La Salle de Tienda Honda y toda su carrera en la Universidad Católica en la esquina de Jesuítas. Vivió toda su educación formal en un limitado espacio de dos hectáreas a tres cuadras del centro de la Capital pero nunca dejó de aumentar y difundir sus conocimientos. Pensamos que la amalgama de instrucción y formación que recibió de los Hermanos Cristianos y de los Padres Jesuítas produjo un tesón, un criterio y una firme ductilidad que le permitió llevar una vida ejemplar y sin pecados. Fue un intenso y dedicado cultor del futbol.
Preparador y Profesor de Geometría Descriptiva, también de Resistencia de Materiales, fueron las cátedras que desempeñó: Preparador desde que aprobó su primer curso en 1954, fue el asistente de Antonio Álamo Bartolomé durante cuatro años y al graduarse comenzó a dictar la materia junto con Álamo, Pedro Emilio Herrera y Armando Enrique Guía.
Su obra educacional más importante la realizó a partir de 1972, cuando la UCAB entró en un período de efervecencia donde se mezclaron en dósis poco prometedora las inquietudes, tendencias y diferencias de los jesuítas, las opiniones encontradas de varios profesores y las aspiraciones de jóvenes estudiantes que mezclaron lecturas desordenadas con dudosos consejos políticos, y tal como le sucede a una joven de diecinueve años, no sabía que rumbo tomar.
La Congregación de los Padres Jesuítas que también efervecía y que está compuesta por sacerdotes muy inteligentes, entendieron que la solución del problema pasaba por la designación de un Rector que pudiera navegar exitosamente con exacta identificación del problema y con visión de largo plazo, así, desde 1972 hasta 1990, por dieciocho años la UCAB estuvo dirigida por un seglar lasallista. Le tocó a Guido la titánica labor de diseñar el cuerpo de documentos que insuflaron nueva vida y transformaron una universidad, nacida durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez y adecuarla a las exigencias de una sociedad democrática.
Uno de los reconocimientos más importantes a su desempeño se demuestra con el hecho de que la gran mayoría de las personas que se enfrentaban en el conflicto, se integraron de manera apasionada a las labores futuristas en la universidad, tal como nos lo resaltó nuestro querido amigo y sucesor de Guido en el Rectorado, Luis Ugalde s.j.
Pero su obra cumbre la realizó con María Eugenia Parada Reverón. Juntos construyeron una familia ejemplar y procrearon tres hijas: María Genoveva, María Antonieta y Luisa Eugenia, quienes continúan y ponen en práctica todas las enseñanzas y ejemplos recibidos. La siguen tres nietos: Ignacio, Isabella y Ana Sofía.
Como actividades siempre relacionadas con la docencia y la educación, desempeñó la Cartera de Ministro de Estado para la Educación Superior, Ciencia y Tecnología entre 1994 y 1996. Paralelamente fue Presidente de Fundayacucho y desde ese mismo año de 1994 fue miembro del Consejo Directivo de la Fundación La Salle. También se desempeñó como miembro muy activo de Comisiones del Consejo Nacional de Universidades. Colaboró muy activamente, mientras su salud lo permitió, con las obras educacionales de Empresas Polar. Su labor docente la extendió a la Universidad Santa María y a la Universidad Central de Venezuela donde dictó materias tanto en la Facultad de Ingeniería como en la de Arquitectura. En diciembre de 2003 recibió de la UCAB el Título de Doctor Honoris Causa en Educación, constituyéndose en el primer egresado de la universidad en recibir tan especial distinción y grado. El 25 de febrero de este año lo vimos por última vez, cuando lo acompañamos a la inauguración del Auditorio Guido Arnal Arroyo en el edificio de laboratorios de la Facultad de Ingenieria de nuestra Alma Mater.
Poco dado a los “honores” recibió condecoraciones de la República de Venezuela (Comendador de la Orden del Libertador y Condecoración de Primera Clase Fencisco de Miranda), Caballero Comendador de San Gregorio Magno de El Vaticano, Carta Hermandad de la Compañía de Jesús y Orden Antonio José de Sucre del Colegio de Ingenieros de Venezuela. Fue Académico Fundador de la Academia Nacional del Hábitat donde ocupaba el Sillón XII. Fue Epónimo de las promociones de Ingenieros Civiles de la UCAB en 1967 y 1975. Su mayor honor lo recibió con el cariño y admiración de todos sus alumnos. Su firmeza siempre estuvo acompañada de un gran conocimiento y de una modestia ejemplar. Paz a su alma y nuestro acompañamiento a sus familiares, “incluso a mi hermano Henrique” como siempre decía.
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