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Fujimorazo o Serranazo

En Venezuela la anulación total del Parlamento fue un proceso gradual iniciado en el 2016, la aparente rectificación de última hora no eliminó la usurpación de todas sus funciones constitucionales por un Tribunal Supremo controlado por el madurismo y la entrega de poderes absolutos a Nicolás Maduro, en el marco de un estado de emergencia permanente, no aprobado por la Asamblea Nacional. Todo esto se parece mucho al Autogolpe de Estado que dio en Perú en abril de 1992 el  Presidente Alberto  Fujimori, llamado Fujimorazo.  Sin embargo, hay dos relevantes diferencias con el Madurazo, Fujimori tenía un apoyo popular del 82% en las encuestas y una situación socioeconómica crecientemente positiva, después de la hiperinflación en el anterior gobierno de Alán García. En Venezuela  más del 80% de la población está en contra del gobierno y la situación socioeconómica puede calificarse de verdadera tragedia nacional. Fujimori, cayó unos años después, cuando quiso perpetuarse en el poder a través de un fraude y por el destape de la escandalosa corrupción de su gobierno. Actualmente paga una condena de 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad. En mi opinión, el Madurazo se parece algo más al llamado Serranazo. En mayo de 1993, el presidente Serrano de Guatemala también clausuró el Congreso y asumió poderes dictatoriales, sin embargo sólo tenía un apoyo popular del 25% y la situación socioeconómica no era tan desastrosa como en Venezuela, pero tampoco positiva como en Perú. Frente a la reacción negativa de la comunidad internacional y de la sociedad guatemalteca,  las Fuerzas Armadas que, en un primer momento apoyaron a Serrano, alrededor de un mes después, anunciaron que restablecían el orden constitucional violado y Serrano partió al exilio, donde todavía permanece.

El grupo que,  “por ahora”, controla el gobierno de Maduro, quien es sólo un “primus inter pares “en un directorio feudalizado, tiene una clara vocación totalitaria y quisiera implantar un régimen totalitario, de estirpe comunista, que en palabras de Mauricio Rojas se establece cuando  “un  grupo dominante se dota de todos los mecanismos del poder total, particularmente de un aparato para ejercer el terror sobre toda la sociedad, un monopolio prácticamente absoluto sobre la economía, la educación y los medios de comunicación, una ideología oficial –el marxismo-leninismo– y, finalmente, un líder con poderes ilimitados. Surge así un tipo de Estado que no solo no tolera la independencia de los ciudadanos sino que exige su adhesión activa a una ideología o visión del mundo que penetra completamente la sociedad hasta convertirse en una especie de seudorealidad que se superpone a la realidad misma. Esto es lo que los teóricos del nacionalsocialismo acertadamente llamaron Weltanschauungsstaat, es decir, Estado ideológico o, literalmente, “Estado de una visión del mundo”.”

Este sería el objetivo final del grupo dominante en el gobierno de Maduro, algunos por sus creencias ideológicas, otros por el simple interés de permanecer  en el poder. Sin embargo, para implantar un verdadero régimen totalitario se requiere de una burocracia estatal eficiente  capaz de penetrar  y controlar capilarmente la sociedad. En Venezuela, el Estado ni siquiera es capaz de mantener el monopolio de la violencia en el país. Vastas regiones de Venezuela están bajo el control de mafias y guerrillas criminales, generalmente asociadas a algún sector estatal. Venezuela ya tiene buena parte de las características de un Estado fallido. El régimen  se parece más a la categoría de” Totalitarismo Fallido”, que ha desarrollado el  politólogo Michael Walzer. Se trata de regímenes que tratan de emular a los totalitarios y que son obra de líderes políticos que tienen la ambición necesaria pero que les falta la capacidad  para la política totalitaria, así que “el resultado es alguna forma de tiranía chapada a la antigua, pero disfrazada con un ropaje fascista o comunista”. A la comunidad democrática internacional les recuerdo: ”Vigilia pretium libertatis”.

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