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Fronteras y elecciones

He venido siguiendo con el responsable interés y detenimiento que corresponden, la crisis que entre Colombia y Venezuela se desarrolla y que a estas alturas no muestra salida promisoria sino antes bien peligrosos síntomas de escalamiento.

Y todo ello ha ocurrido a propósito y frente a las narices de terceros con el despectivamente llamado imperio mediático a la cabeza y con el acompañamiento de una comunidad internacional cada día más débil por sesgada y oportunista en cuanto a intereses e ideología, funciones y vocación de servir a la paz.

En la frontera colombo-venezolana la realidad se ha hiperventilado, sacado de contexto, y se ha convertido en pretexto, provocado y planificado, para pisotear en vivo, en directo e intencionalmente, los derechos humanos en estos tiempos de desprecio, de huida y de búsqueda desesperada de refugio.

En sus ansias de protagonismo y de distracción, el gobierno venezolano ha querido crear una matriz absorbente de opinión que al poner en sintonía temática de altos decibeles al observador con una situación catastrófica, pretenden distraerlo y abstraerlo de la realidad real, exagerando, trastocando o mintiendo sobre lo que ocurre en una de sus partes como si fuera el todo, o dicho de otra manera, encubriendo la realidad del todo, dramatizando o distorsionando lo que ocurre en una de sus partes.

No se olvide que hace poco se intentó ya hacer lo mismo con el tema de Guyana a través de las famosas Zonas Operativas de Defensa Integral Marítimas e Insulares (ZODIMAIN), y como esa estrategia no dio los resultados esperados, el show mediático provocador, trasladaron el foco operativo de atención hacia quien históricamente ha sido nuestro «enemigo natural», Colombia, el de la eterna hipótesis de guerra de los juegos militares, así como en Colombia lo ha sido también, históricamente, Venezuela.

En esta crisis específica el factor preponderante, el percutor, no ha sido el geográfico, como antes, la lucha territorial o el sentimiento de despojo producido por laudos o incursiones hostiles en, por ejemplo, el Golfo de Venezuela, (recordar la crisis de la corbeta «Caldas»), sino una exacerbación emotiva, irracional, social y política, parecidas a la xenofobia o al nacionalismo según el caso, donde están incluidos como enemigos provocadores cuestiones de seguridad, lo agro-alimentario, la presencia paramilitar, el bachaqueo, el contrabando, el narcotráfico, las bandas armadas, el crimen organizado, los enemigos internos, el imperio, aunque extrañe advertir, sea dicho de paso, la falta de alusión directa a la presencia guerrillera, llámese FARC o ELN.

Finalmente está el indudable interés del gobierno venezolano de que la crisis escale hasta límites insospechados frente a su previsible derrota electoral en las elecciones de diciembre para elegir el nuevo parlamento.

Hagamos un esfuerzo para que la situación no se salga de las manos de estos dirigentes, hijos de una generación de políticos latinoamericanas que actúan todos como si les dieran cuerda desde La Habana, que por su parte, y en apariencia contradictoria, lo que busca es resolver su tirantez con el imperio del norte. Que así sea.
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