Francia votó por el insecticida
El macronismo, junto al partido Los Republicanos (los descendientes de Chirac) y varias organizaciones de centro-derecha, se unieron al Nuevo Frente Popular, compuesto, entre otros, por el Partido Socialista y la extrema izquierda encarnada en La France insoumise de Melenchon, este último en íntima unión estratégica con el islam radical, con el castro-comunismo-chavista, con los terroristas de Hamas y los enemigos de Israel en Francia. La razón o excusa de esta falta de principios obedeció a la creación de un orwelliano « cordón sanitario », así lo bautizaron, previo a la segunda ronda para las elecciones legislativas destinado a impedir el ascenso del RN. Esto me hace recordar la frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. En política, destruir las bases éticas de la democracia, la convierte en un “se vale todo”, que anuncia el derrumbe de una nación. Eso es lo que estamos presenciando en Francia con este repugnante maridaje transformista de la centro-derecha con los “antifas”, “black-blocs” (colectivos) y antisemitas de Melenchon. Francia es un formidable país, lamentablemente comandado por dirigentes anodinos.
Un “cordon sanitario” orwelliano
La actitud de los últimos años del RN y su programa fueron claros en interpretar lo que la mayoría de los franceses deseaban para rescatar a Francia de la decadencia y se pueden resumir así: antiinmigración (control de fronteras y expulsión de clandestinos); firme apoyo a Israel y protección a los judíos franceses; nacionalismo económico (prioridad a las empresas francesas); desislamización de Francia (tolerancia cero, expulsión de delincuentes e islamistas); control de la globalización (no a la imposición de controles e impuestos europeos, promoción de nuestra agricultura); promoción del patriotismo y la cultura francesa; poner fin a la ampliación de la UE (no a la adhesión de los Balcanes y Turquía); soberanía y derecho a veto sobre decisiones contrarias a nuestros intereses vitales; estrictos controles fronterizos.
Si denunciar la inmigración ilegal, que por cientos de miles hace su entrada en Francia y en la UE, o reclamar al Estado que cumpla su función de proteger al ciudadano contra el crimen y la violencia, significa ser de derecha, el pueblo francés o cualquiera con dos dedos de frente es de derecha.
Es lamentable que Raphael Glucksman, que aplicó un desfibrilizador al moribundo Partido Socialista en las pasadas elecciones europeas y que, por profesar la fe judía, fuera insultado y acusado de “sionista” por los seguidores de Melenchon, se haya unido al frente de los insumisos pensando cándidamente que podrá negociar con su verdugo, quien se declara abiertamente contra Israel, brindando su apoyo a Palestina y a los terroristas de Hamas. Lo mismo pasó con Daniel Cohn Bendict y otros intelectuales judíos que se pasaron con sus armas al enemigo. Los papeles se han cambiado, demostrando que los fascistas antisemitas y aliados al terrorismo son los islamo-izquierdistas franceses (islamo-gauchisme), no el RN.
El exministro Philippe de Villier, al día siguiente de las elecciones, declaraba en CNEWS: “El francés oprimido ve cómo desmantelan la fábrica y levantan una mezquita mientras le vacían la cartera. En los últimos años, el Estado ha perdido su sentido de la soberanía, de la autoridad y del orden sobre sus barrios. La nación ha perdido el hilo de la continuidad histórica”.
Lo insólito y lamentable de este “cordón sanitario” orwelliano esgrimido por el macronismo y sus aliados, es que ha permitido que cabecillas “antifas” y personas con ficha “S” bajo vigilancia de los organismos de seguridad por ser sospechosos de terrorismo islámico, hayan sido elegidos diputados a la Asamblea Nacional. Es permitir que instalen una bomba de tiempo en tu propia casa. Es un sinsentido.
El llamado “cordón sanitario” que consistió en negociaciones para levantar un dique contra el RN en las que astutamente retiraron candidatos para darle oportunidad a otros, sin importar sus intenciones y prontuarios, como es el caso de los “antifas”, concluyó en que nadie tiene la mayoría en la asamblea, es decir, ninguno obtuvo los 289 escaños necesarios. El Nuevo Frente Popular (NFP) se alzó con 182 diputados, el macronismo, obtuvo 168 escaños y el RN, 143 escaños. Lo que viene es una indeterminación del quehacer del país, es decir, un interminable debate a puñaladas a tres bandas, sin resultados que compensen las urgencias del pueblo francés en un momento histórico sin precedentes donde amenazas de todo orden se ciernen sobre el país sobrepasando las intenciones de los idiotas útiles reclutados por la izquierda. De hecho, ya Melenchon ha anunciado que propondrá a la asamblea sus promesas de campaña, entre otras, derogar la ley de inmigración y la ley que penaliza a los “okupas”, que derrumbará el mercado inmobiliario en el país, así como elevar impuestos a la clase media. Promesas contra los “ricos” urdidas para satisfacer al lumpen.
Hay una parábola popular que reza así: “La hormiga, por odiar a la cucaracha, llamó a votar por el insecticida. Acabaron todos muertos, incluyendo al grillo que votó nulo y a los otros insectos que se abstuvieron”.