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Fotografía participativa como conocimiento

La fotografía participativa es una vía para acercarnos a la visión del mundo de una comunidad, la cotidianidad y a su  problemática  socio-cultura tanto como sus abismos y sus fortalezas; la imagen  cliqueada  por la gente del barrio, genera un proceso  de conocimiento de sí de una comunidad, y  hace que  el lector de estas publicaciones tenga una mirada desde adentro  de lo que sería  una realidad desconocida para él, de la cual solo tenía a priori.  Esto se logra gracias a composiciones visuales espontáneas, donde cada participante se libera del mecanismo fotográfico gracias a las cámaras desechables, actualmente a través de los teléfonos inteligentes esta metodología se facilita. Permitiendo  documentar, lo que alguien ajeno a la comunidad no podría conocer, pues cómo llegaría alguien extraño a documentar tanto la vida privada    como su  vida social,  generando composiciones visuales de temáticas libres, espontáneas,  liberadas de  la preocupación del mecanismo fotográfico. Al remirar estas fotografías tomadas por los miembros de la comunidad en diarios visuales, donde se narra el porqué fue relevante para cada participante haber tomado cada imagen,  generando una narrativa que permite una  reflexión sobre sí, su entorno y desarrollar un pensamiento crítico al confrontar estas miradas con los demás miembros del barrio

Estas huellas de luz  fueron la metería prima para crear talleres, donde se dialogue sobre el porqué de esas imágenes,  al escribir esto en un diario personal se genera un proceso de autoconocimiento de la situación de la comunidad  desde adentro, sobre lo que  correcto,  lo incorrecto,  los espacios de diversión, y de los espacios  de violencia. Y al generarse la pregunta: Cómo resolver esta situación,  concientizan que depende de ellos mismos.

El trabajo visual de cada miembro de la comunidad, por su espontaneidad logra resultados que rompen con los arquetipos visuales de la historia de la fotografía. Una característica fundamental de estas huellas de luz sociales, es su originalidad compositiva y sus contenidos. Y al generarse un diálogo sobre este material adquiere herramientas expresivas para interpretar, comprender  para actuar sobre su realidad de una manera activa y directa.

El dia 9 de Julio del 2010, se llevó a cabo la convocatoria para la primera sesión del taller de fotografía participativa en el barrio Primero de Mayo del Cementerio, en esta actividad participaron diez niños y cuatro adultos, a los que se le entregaron cámaras desechables  con corto taller de como es el mecanismo de las cámaras y algunos consejos prácticos para poder   tomar una fotografía como evitar el contraluz, cómo cuidar las cámaras…  A la siguiente sesión,  se tenían 300 fotografías en las que la comunidad se miraba a sí misma, tanto en sus espacios públicos como privados. Y uno de los  valores más que estuvieron más presentes, fue la solidaridad o  el apoyo mutuo, el cual se evidencia en el compañerismo que se veía en los juegos de calle, de mesa, en los lazos de amistad y en en los espacios rituales familiares donde las fotografías dominantes mostraba  el afecto mutuo de sus miembros.

Un  género que tuvo  tuvo una fuerte presencia en estas fotografías, es el retrato de las personas admiradas, que son los paradigmas de conducta en la vida diaria de los niños,  como se puede observar en las imágenes que se tomaron de profesores,  albañiles,  peluqueros, zapateros, mecánicos,  deportistas y a los promotores culturales del barrio, como es el caso de los instructores del teatro.

 Es la Plaza   uno de los puntos de referencia simbólicos de mayor presencia en el sector, y su  centro visual es  una cruz de concreto de más de dos metros de altura. A  un extraño a este barrio le parecería este símbolo un obra  devocional  relacionado al cristianismo. Pero su origen no fue ese.  Esto nos lleva a los orígenes del barrio. El cual se comunica con el Cementerio del Sur, y esto creaba cierta tensión psíquica en  sus habitantes. Pues se percibía el  sector como una prolongación del cementerio por tanto de la muerte. Este sentir se acentuó  con la mitología urbana y sus  creencias   del  infierno.  En esas oscuras y silenciosas  noches a mediados de los cincuenta, creían  percibir  la presencia  de fantasmas y seres diabólicos, entre sus calles que se hacían sentir por los gritos, alaridos, cadenas rechinando por el suelo. Para muchos de los vecinos eran almas en pena, y seres fantasmales.

“Cuando llegue esto se llamaba El Cementerio, le pusieron 1 de mayo porque y que abajo en la pileta de noche salía el  diablo. Y por eso la gente hizo una cruz grandota que está allá abajo, porque el diablo le tiene miedo a la cruz, pues ahí está la imagen de Jesucristo. Si, ese diablo salía antes de la medianoche. A la llorona si la escuche bastante por ahí. Y también por esa escalera aparecía uno que le dicen pata de plomo..(Testimonio, Isabel Perez)

Para que las noches volvieran a ser silenciosas y tranquilas,   crearon una    frontera  entre el espacio de muerte y el barrio   a través de la cruz  de más de dos metros de alto, asociada a la presencia de Cristo el salvador,  con el tiempo se sincretiza  esta simbología a las creencias de la Cruz de Mayo y su celebración.  Es  el pensamiento  mágico  del venezolano,  que conjuga diversas significaciones con la cruz como elemento sacro para restablecer el equilibrio psíquico de una comunidad.

 En el barrio El Guarataro de la parroquia San Juan,  la plaza no tiene estos contenidos asociados al exorcismo y si se tomaron fotografías de noche, cosa que en el barrio Primero de Mayo no se hizo, pues a las 6 de tarde empezaban las bandas armadas a enfrentarse, las escaleras que dan a los  sectores altos los habitantes   no tienen el paso permitido, pues son los límites que pone la violencia.  

Al preguntar sobre esa falta de temor a la noche, en el Guarataro decían los entrevistados jocosamente, que eso se acabó cuando descubrieron    que algunos  hombres se disfrazaban de fantasmas, para hacer sus sinvergüenzuras, y qué nadie los viera. Aquí el  sentido común y el  pragmatismo, de la gente se impuso sobre el pensamiento mágico.  Y aún  hoy existen  chistes en este sector,  de los que   sorprendieron saltando muros de casas envueltos de sábanas. La plaza está frente a una Iglesia, donde en los cincuentas se hacían unos fiestones que se hicieron célebres en toda Caracas. Y en la entrada del sector,   pasaba el tren que en ese entonces era una novedad y el humo de sus calderas  era considerado sanador, y la gente se reunía cuando hacía parada para adentrarse en esas nubes de humo, que eran consideradas curativas. Y aún en día se ven los rieles en la calle, y reírse de aquellos recuerdos, por esta razón muchas de las fotografías son de los restos de los rieles que sobresalen del asfalto, e incluso hay casas donde en sus patios se pueden ver.

El carácter de una comunidad está muy entrelazado a sus orígenes, y a su  centro simbólico y  las fronteras que se crean entre los sectores, así las    creadas  en el barrio San Rafael en la parte alta de la Vega, se debe a la cercanía con otro sector llamado la Unión. Por los continuos enfrentamientos que se dan entre ambos sectores, sobre este tema tema dijo Cecilia Tapias, (2007)

“Vivo en la parte alta del barrio, entre San Rafael y la Unión, esa casa con la reja es la mía, entre Colombia y Venezuela, como dicen por aquí. Ahí los malandros se encuentran a veces los de la Unión con San Rafael”

Es un barrio que no tiene plaza y su origen se vincula a una de las tantas quintas que tuvo Pérez Jimenez, tenía piscina y era de varios pisos. Y el mismo día de su caída el 23 de enero de 1958, fue invadida  por la familia del señor Colorao. Y fue por mucho tiempo un lugar de diversión, como lo señalan las diversas entrevistas y fotografías participativas, era una amplia y moderna construcción, rodeada de jardines con una quebrada, donde se iban a bañar los primeros habitantes del sector, también fue lugar de donde tomaron la electricidad y había muchas matas de mangos, por es común el   entre la gente afirmar que su primer nombre fue Los Mangos, que actualmente es una sector donde se aglomeran más de veinte barrios. A diferencia de los otros sectores señalados,  las fotografías que más fueron cliqueadas son las del altar de San Rafael, no fue por azar, sino es porque es patrono del barrio, más cuando comenzaron a aparecer huesos, humanos, y calaveras en la cercanía de la que había sido la quinta del dictador. Esto le dio un toque macabro a su estructura, que en el presente se transformó en un Liceo. Dentro de la  religiosidad popular el luchador por excelencia del mal es San Rafael el Arcángel, por eso  el 14 de Octubre es la fiesta que todos esperan, pero también hay quienes dicen que recibió ese nombre, por qué que  los primeros habitantes del sector había muchos Andinos, e impusieron esa tradición.

El barrio solamente tiene una carretera que llega hasta lo que sería su entrada  y empiezan las largas escaleras, otro gran porcentaje de imágenes son de las empinadas escaleras, lugar donde se encuentra un gran basurero, en el que los jóvenes todas la tardes  juegan fútbol. Muchos se quejan de los cambios que se han dado en el sector, así Cecilia Mata, afirma:

“Cuando la población fue creciendo, empezaron a cambiar todas las cosas,  vinieron otras terminologías, si el malandro que existía antes, era de botella y cuchillo, y que tu podías calmar,ahora el malandro, ahora es malandro con pistola y droga. Esto de noche es pavoroso, ahora de noche da miedo, esos muchachos son como vampiros, y siempre van muy bien vestidos”.

De las fotografías participativas, y los diarios se percibe que los vecinos no tienen una separación marcada entre lo público y lo privado, debido a que casi todas las fotografías de la calle Santa Lucía, pasan las tardes sentados en sus portales. Y la estructura dentro de los hogares, no está muy marcada, pues la puerta principal conecta a la calle, y en el interior no existen puertas. Pero la gran mayoría de las fotografías tanto por niños como por adultos se encuentran centradas en las escaleras.

Algo común en San Rafael es la vestiduras de niños y jóvenes, es el gusto por lo playero, y comunes los retratos de personas incluso mayores con bermudas, y también es común en la parte alta verlos sin camisa, como si estuvieran en una playa,  y no en cerro cerca de la Autopista panamericana. Al tomarse fotografías entre los niños, no hubo inhibiciones,  se fotografían en los interiores en donde los niños estudian con sus trajes de baño tipo surfista y en los mapas de recorridos este se explicó, pues los niños van regularmente a las playas del litoral central.

Se develan en estas fotografías la libertad gestual esto se hace patente en el callejón 12 de Octubre, donde un grupo de jóvenes cargaban sacos de cemento por las escaleras, y piden a sus compañeros ser fotografiados. Y en su rostro  no hay reclamos ni amargura  por su situación sino aceptación ante la inexplicable realidad que les ha tocado vivir. Es esta su filosofía de vida, revelada por la fotografía participativa, los diarios, los reporteros comunitarios y los mapas mentales de recorridos….

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