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Filosofía de la carranga

“…Me causa más que indignación. Palabras como resignación e inmarcesible, las conozco, pero no me las trago. Y un trueque le hago: le cambio inspiración por pensaduría y laboreo.

¿En qué se centra esa pensaduría y ese laboreo? En tratar de transformar mis impresiones en reflexiones, y estas en palabra, canto y poesía; en hechos y pregones o, si se quiere, en rendirle culto y tributo a la vida…”

Entrevista a JORGE VELOSA (2015).

Una de las experiencias más vitales que puede tener un escribiente es escuchar las letras y el ritmo de ese género de música campesina conocida como “carranga”, propia de la Colombia profunda del siglo XX. Este género musical originario de la Región Andina, específicamente del departamento de Boyacá, emergió en los años 70, de la mano del cantante y compositor Jorge Velosa y su agrupación, “Los Carrangueros de Ráquira”. El estilo musical se caracteriza por su fusión de ritmos tradicionales colombianos como los torbellinos, guabinas, merengue cuerdiao y rumba criolla, hay un peso específico de influencias de géneros mexicanos e italianos; la carranga se distingue por el uso de instrumentos típicos como guitarra, tiple, requinto y la guacharaca.

Estos instrumentos se combinan con letras que reflejan la vida rural, el amor por el campo y críticas sociales, presentadas a menudo con un tono humorístico y picaresco, canciones que narran historias cotidianas y experiencias del campesino, convirtiéndose en un medio para preservar la cultura y las tradiciones locales.

El término «carranga», a juicio del propio Velosa, hace referencia a un animal muerto en el campo, simbolizando no solamente la vida rural sino también el oficio del «charranguero», quien se encarga de recoger estos animales; la carranga es el producto de un cruce entre los ritmos campesinos del altiplano cundiboyacense y santandereano, una rumba criolla donde el merengue campesino, el vallenato y otros ritmos como el bambuco y el torbellino, implosionan para dar una sensación única de movimiento y compases que fulguran bajo el impacto de la alegría  y la tristeza, porque esa melancolía de las letras de las canciones le da un sentido especial a la narrativa de las historias que la carranga inspira.

La figura de Velosa ha importante porque es quien le ha dado visibilidad a un  género que estaba allí, pero cuya identidad cultural no había encontrado su camino; se da en la experiencia de los campesinos colombianos que son gentes humilde, trabajadora, entregada a la causa del campo y comprometidos con la faena diaria, he allí la grandeza de la carranca, describir la geografía humana de hombres y mujeres que en la cotidianidad de la ruralidad se muestra la importancia del amor como carta de presentación para la vida y para las cosas que se funden en los sentimientos de esa vida.

Si bien el género de la carranga es relativamente nuevo, ha tenido un impacto significativo en la música colombiana y con las nuevas generaciones de grupos musicales autóctonos que se han adherido a las redes sociales modernas, se ha proyectado el género a todo el continente latinoamericano; la carranga ya no se puede adjudicar únicamente a la región de Boyacá, sino a cara pequeño poblado campesino de la América Segunda, despertando nuevas historias y sumando nuevos instrumentos que han estilizado el ritmo y lo ha ido consolidando experiencia tras experiencia. La carranga con  el trascurso del tiempos va tornando en un discurso poético musicalizado que va ocupando los lugares y se enriquece de manera permanente; a diferencia de otros géneros musicales, se muestra la carranga como una  tendencia que acepta nuevas propuestas expresivas musicales, sin perder su esencia que son los altibajos de las letras y la melodía  jocosa identificada con los eventos de la naturaleza que van desde el beso vinculado con el viento y la mirada ampliada con las luces del firmamento.

La activación de eventos como el “Convite Carranguero”, permitieron ir mostrando la  tradición de la música campesina, pero sin perder el encapsulado sentir popular del campo colombiano, en conexión profunda con las raíces y tradiciones locales, donde la territorialidad es importante y donde la gente se va involucrando con su sentir familiar y su inmensa fé en lo espiritual. La carranga muestra el valor que el campesino le da a la vida de trabajo y faena, donde el interés material está por servir no por acumular; los carrangueros viven su vitalidad en las relaciones humanas y eso los hace sensibles en un histórico que ve en las adversidades y vicisitudes una opción para crecer y superar tristezas, una filosofía muy oriental, donde la crisis es más una oportunidad que una desgracia. 

Ahora bien, ¿se puede hacer mención a una “filosofía de la carranga”? Antes que nada es prioritario relacionar la carranga con las escuelas filosóficas modernas, para mostrar las virtudes de este género y no mostrar esta vinculación entre filosofía-género musical, como una acción forzada, sin fundamento.

La filosofía moderna, la cual ha venido tomando impulso desde los siglos XVII y XVIII, se ha caracterizado por un enfoque en la razón y la experiencia como medios para alcanzar el conocimiento;  filósofos como René Descartes, David Hume e Immanuel Kant propusieron nuevas formas de entender la existencia humana y la realidad, enfatizando la importancia de la subjetividad y la experiencia personal; las características clave de esta filosofía moderna es la duda metódica, introducida por Descartes a través del cuestionamiento sistemático de las creencias, lo que llevó a un enfoque más crítico y racional del conocimiento; el empirismo de Hume quien argumentó que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial, lo que subraya la importancia del contexto vivido en la formación del pensamiento; y el idealismo de Kant, el cual fusionó racionalismo y empirismo, sugiriendo que nuestras percepciones son moldeadas tanto por la experiencia como por estructuras mentales innatas.

Ahora bien, la carranga, como expresión musical, refleja una cosmovisión que puede resonar con algunos principios de la filosofía moderna. Estas  conexiones se encuentran en subjetividad y experiencia, al igual que el empirismo de Hume, las letras de la carranga están profundamente enraizadas en experiencias personales y cotidianas del campo; las canciones narran historias de vida rural que reflejan una conexión íntima con el entorno, similar a cómo los filósofos modernos enfatizan la importancia de la experiencia individual en el proceso cognitivo.

En cuanto a la  crítica social, la carranga a menudo incluye críticas a las condiciones sociales y económicas que enfrentan los campesinos. Este enfoque crítico puede alinearse con el espíritu de cuestionamiento promovido por Descartes y otros pensadores modernos, quienes desafiaron las verdades establecidas y promovieron una nueva forma de pensar sobre la sociedad.

Y la identidad cultural, plantea un vínculo directo con la propuesta de filosofía moderna que se ocupó del individuo frente a estructuras sociales más amplias, donde la carranga, al celebrar la identidad cultural del campesinado, actúa como un medio para afirmar su existencia y valor en un contexto donde frecuentemente son marginados. Esto puede verse como una manifestación del idealismo kantiano donde la subjetividad juega un papel crucial en la autoidentificación y en cómo los individuos perciben su lugar en el mundo.

Aunque las escuelas de filosofía moderna y el género musical de la carranga provienen de contextos distintos, ambos comparten temas comunes relacionados con la experiencia humana, el cuestionamiento crítico y la afirmación de identidades culturales. La carranga puede ser vista como una forma contemporánea de expresar las ideas sobre la existencia y el conocimiento que fueron fundamentales para los filósofos modernos.

A juicio del maestro Velosa, en una entrevista cedida a la revista “Semana” (el pasado 12 de abril de 2024),  lo “…carranguero empezó como un grupo hace unos cuarenta años y poco a poco se convirtió en un género musical con sus propias características,…Así como hay vallenato, salsa, y otras tendencias, así también hay música carranguera o carranga. De unos quince años para acá ya se habla de ella como un género musical, del que hacemos parte cientos de agrupaciones, muchas de ellas integradas por niños y jóvenes que componen sus propias canciones… Para que un género musical exista, se necesita mucho tiempo; necesita madurar, y hacer parte de la vida de las personas. En el caso de la carranga, eso tomó alrededor de cincuenta años, fue algo orgánico, natural, en lo que muchos aportamos. Es una alegría haber vivido y haber sido testigo y pregonero de esa evolución. Y bueno, por otro lado, están los instrumentos característicos del género, la guacharaca, la guitarra, el tiple, el requinto y la armónica, en ocasiones. La carranga, además, tiene varios ritmos, un atuendo, un bailado, unos contenidos, un público que la sigue, cientos de grupos que la mantienen andante y tocante…”

En abril del 2024, salió a la luz un libro-testimonio del maestro Jorge Velosa, titulado “Historiando mi cantar: un viaje por la carranga”, con  ilustraciones, Miguel Bustos, ilustrador y diseñador gráfico; y bajo la edición Mauricio Gaviria y el sello editorial Monigote, con sede en Bogotá.

Esta obra viene a mostrar el espíritu libre de la carranga y sus bases filosóficas existencialistas; dice Marco Villarreal Otero,  músico de profesión, carranguero de crianza y de corazón, intérprete, gestor, investigador y profesor, en el prólogo del libro de Velosa: “…será evidente que es una muestra elocuente y poderosa de cómo, sin importar qué tan sencilla es una historia, si es contada con gana, con mañita y con el corazón, puede ser grande e imborrable. Junto con los tocares y cantares, eso es lo que ha hecho de la carranga un género complejamente sencillo, así como también un género necesario para retener los relatos que tan a menudo quedan en el olvido…”

O como el propio Velosa expone: “una de las bonituras de la música carranguera es que nos libra de las maneas, las ataduras sociales, para permitirnos bailar a nuestro antojo y sin complejos en cualquier lugar donde nos ponga la vida, como lo hacían nuestros mayores en las romerías, las fiestas de la cosecha, las celebraciones por la lluvia o las nacencias, y en otros andares en junta”.

En otro aparte de su obra, Veloso dice: “Lo que narra El carranguero, este merengue joropeado estilo romance libre, ocurrió tal y conforme se canta, incluidos los dos mil trescientos cuarenta pesos que en ese entonces se perdieron. Faustino, el dueño del carranguito del cuento y gerente de la tienda Morrocaliente, la más fría de la comarca, estaba en sacanzas de papa y si dejaba tirado el siembro por irse de carranguero, corría el riesgo de perderse el mercado papero del domingo en Guachetá. Y ahí fue cuando me soltó el sí me hace el favor y me lleva un carranguito a Ubaté. De modo que, ya al pie del finadito y para colaborarle al dueño, terminamos tasándolo en el probable precio que por él darían, más lo de los gastos. Fue así como Faustino cogió camino rumbo al cultivo para seguir sacando sus turmas, y mi asistente Tiberio y yo arrancamos para Ubaté, a vivir y sufrir al dedillo lo que cuenta la canción, una de las aventuras más desviroladas que me hayan ocurrido…”

La carranga, como baile, consiste en saltar de un lado hacia otro, poniendo de un salto un pie en un lugar y luego otro al lado, hacia adelante y hacia atrás, o también simplemente flexionado un pie de apoyo mientras el otro se levanta un poco del suelo para llevarlo casi junto al otro, una técnica similar a la anterior es pasar el pie levantado teniendo que girar un poco cada bailarín hacia uno de los lados, las parejas van agarrados del cuerpo, de las manos o simplemente no ir agarrados, pero hay una acción rítmica de cortejo y afectos entre quienes lo bailan.

La filosofía de carranga es la filosofía de la vida que no se circunscribe al campo o lo rural hoy día, ya pudiera afirmarse que se inspira en lo universal, y así como hay una descripción de las faenas del campo, se incluye una descripción de las bondades de la vida citadina o de las grandes ciudades, como la canción de Heredero (cuyo nombre verdadero es Féizar Orjuela):

No tengo un Ferrari, no viajo en un Jet
No visto de Gucci, Cartier o Chanel
No uso Ferragamo ni abrigos de piel
Porque pa’ quererte eso no es menester.

No tengo un castillo, ni un yate en el mar
No tengo piscina pa’ echarte a nadar
En mi bicicleta te iré a recoger
Te llevo en la barra seré tu chofer.

Tengo acelerado y grande el corazón
Dijo que hoy temprano me tenía razón
Me vine contento pa’ hablar ella y yo
Salir de la duda de que sí o que no.

Como ya te quiero te aseguro que
Nunca te han querido, ni te han de querer.

No tengo un Ferrari, no viajo en un Jet
No conozco Aruba, no voy a Disney
Déjame quererte así sin más ni qué
Lo que necesito está en sumercé.

No tengo un castillo, ni un yate en el mar
Y no me doy lujos de celebridad
Soy más bien sencillo de vida normal
Pero te aseguro que no te va mal.

Tengo acelerado y grande el corazón
Dijo que hoy temprano me tenía razón
Me vine contento pa’ hablar ella y yo
Salir de la duda de que sí o que no.

Como ya te quiero te aseguro que
Nunca te han querido, ni te han de querer.

Tengo acelerado y grande el corazón
Dijo que hoy temprano me tenía razón
Me vine contento pa’ hablar ella y yo
Salir de la duda de que sí o que no.

Ay, pero te quiero y así yo sé que
Nunca te han querido, ni te han de querer.

Ay, pero te quiero y así yo sé que
Nunca te han querido, ni te han de querer.

En una palabra, buscando otorgarle a la carranga los primeros pininos de una filosofía formal como género musical y existencialista, se puede elucubrar que la carranga  se centra en la existencia humana rural-urbana y campesina, y sus problemas fundamentales, como las faenas, la libertad, la responsabilidad individual, el significado de la vida a través de la convivencia y el amor.  La carranga es una filosofía de vida llevada a la música folclórica donde se sostiene que, a diferencia del existencialismo filosófico,  el cual refrenda que “la existencia precede a la esencia”, en la carranga la esencia de las cosas cultiva la experiencia;  no una esencia en el argot de la “filosofía esencialista”,  que sostiene que la esencia de un ser o entidad precede a su existencia, ya que la carranga no plantea en su mistura un significado definido por el “sentido del ser”, sino  que  se sostiene en la existencia que determina la identidad de los seres locales en los cuales se inspira sus historias e  implica acciones y decisiones, que exploran la angustia y el absurdo de la vida, no como carga sino como aprendizaje, donde surge una conciencia de la libertad y que le da sentido inherente a la vida del campesino que está vinculada de manera permanente con la naturaleza, en un contexto que exalta la autenticidad como virtud de una vida que se lleva de acuerdo con su verdadero yo y a tomar decisiones que reflejen sus valores personales, en lugar de conformarse con expectativas externas.

La filosofía de la carranga tiene sus raíces en el campo colombiano del siglo XIX, y donde estructuras de pensamiento como la de Søren Kierkegaard y Friedrich Nietzsche, aparecen dibujadas en algunos paisajes que cuentan historias de vivencias y desamores. Jean-Paul Sartre, uno de los máximos exponentes de la filosofía existencialista, bien puede sumarse a este grupo de filósofos que influyen en la concepción humanista de un género musical que no solamente se concentra en el entretenimiento y las fiestas, sino en dejar impregnado un mensaje que refuerce la historia sentimental de quienes viven en el campo.

La carranga, en un aspecto puntual,  es la combinación de una filosofía existencialista y esencialista, en algunos de sus apartes, y la filosofía  popular que refleja la vida, las emociones y las experiencias del campesinado colombiano.

Ahora bien, y en eso estamos claros, no es una filosofía formal en el sentido académico, pero si incorpora elementos filosóficos que se manifiestan en su música y letras; como ya se hizo ver, la carranga enfatiza la identidad cultural del campesino, promoviendo un sentido de pertenencia y autenticidad; en el marco del existencialismo, la carranga refleja la idea de que los individuos son responsables de sus propias vidas y decisiones. Y la música carranguera está arraigada en el paisaje y la cultura rural, cuyo entorno natural se aprecia como parte de la filosofía ecológica, donde se valora la relación del ser humano con su entorno y se reconoce su influencia en la identidad personal; en este sentido, se manifiesta en el ideario filosófico de la carranga, una lucha por encontrar sentido en un mundo que puede parecer indiferente o adverso; hoy día la carranga se debe comprender como una vía para expresar las vivencias y reflexiones de las gentes, contribuyendo a una forma de filosofía popular que celebra la identidad cultural y las experiencias cotidianas; no ya únicamente personas de Colombia, sino de cada país latinoamericano.

Como expresara en su Instagram Fito Celis (Rodolfo Celis Serrano, poeta, profesor y tallerista literario de Bogotá); la carranga es una música campesina. “…Una música popular, de la entraña del pueblo que el mismo pueblo popularizó. Es también un aparato ideológico, un transmisor de valores, ideas, ética, épica y estética. Se dice que Velosa la inventó, pero na, son guayabas. Cuando el carranguero mayor llegó esos sonidos ya llevaban allí quinientos años de mero mestizaje. Velosa sí inventó algo, el nombre. Bautizar las cosas equivale a darles un orden, una genealogía. Llamó carranga a lo que tenía infinidad de apelativos y variables. Lo demás fue soplar y hacer carranga. Y que el viento llevara esos aires de la montaña hasta otros pueblos, ciudades y veredas”.

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