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Este 1-S será distinto

El bobo de la yuca que nos tenemos que calar como presidente, en su perenne huida hacia adelante —que fue lo único que aprendió durante sus tiempos de estudiante de comunismo en Cuba—, no tuvo una idea mejor que seguir amenazando al grueso de la población que siempre lo adversó y que hoy se ve incrementada por las ingentes cantidades de desilusionados de la fulana “revolución” (que de robolución no pasó).  Y no fue una amenaza cualquiera; nos dijo: «¿Ustedes vieron lo que pasó en Turquía? Endorgán (sic) se va a quedar como un niño de pecho, frente a lo que va a hacer la revolución bolivariana”, añadió que impondrá “orden y autoridad (…) a nivel nunca antes visto (…) y me sabe a casabe lo que diga la OEA y lo que diga el imperialismo”.

Como es habitual en sus apariciones televisivas, esta vez volvió a darse un tiro en el pie; mejor dicho, tres: el primero, porque quien intentó dar el golpe de Estado en Turquía no fue el pueblo sino la Fuerza Armada —la que aquí emplea él para intimidar (por lo menos con su cúpula) a la población inerme.  El señor Erdogan, con esa excusa, ha mandado a poner presos a más de 26 mil personas.  Además de los generales golpistas, sufren prisión turca: profesores, clérigos, estudiantes, mandos medios y bajos del estamento militar, comerciantes, empresarios, dueños de medios; en fin, a todos aquellos de quienes él sospecha que no comulgan con el “pensamiento único”. Segundo tiro como consecuencia de su babiecada: ya en todo el orbe se le conoce como lo que aquí ya sabemos hasta la saciedad: como un tirano sin escrúpulos que no tiene empacho en violar la Constitución que juró defender. Y tercero, lo que vamos a hacer el 1-S no es intentar dar un golpe, sino hacer uso del derecho que nos concede la “mejor Constitución del mundo” a manifestarnos pacíficamente.  Que esta vez va a ser una gentará, también es verdad.

Eso sí debe quedar patentemente claro: reclamaremos no solo la fecha de ratificación por parte del 20 por ciento. El 1-S exigiremos, reprocharemos, por tantos motivos como los que tenemos TODOS los venezolanos. Antes que nada, por lo menos a mi manera de ver, por haber creado, por primera vez en la historia nacional, un éxodo. Hay venezolanos pasando roncha en casi todos los países del mundo civilizado; más de la mitad de ellos son diplomados de tercero, cuarto y quinto nivel; una fuga de cerebros que hará más difícil la recuperación del país cuando salgamos de esta caterva de ladrones —porque vamos a salir de ellos, ¡créanlo!  Lo que sigue en mi lista, pero que en realidad es lo que ha causado en mucho la diáspora, es esa obstinación en hundir al país en la mayor miseria de todo su devenir por imponer una filosofía en la cual ya nadie cree.  Y eso, con el pecado adicional de haber administrado el más formidable ingreso que jamás haya tenido Venezuela.  Fue dilapidado por el muerto eterno para comprar amigos a lo interno y a lo externo.  Uno no sabe cuáles de los dos nos salieron más caros.  Y después de eso, que me parecen los esenciales, nos quejaremos por todas las demás carencias e inexistencias a las cuales no ha conducido el desgobierno: de seguridad, de alimentos y medicinas, de educación de calidad, de servicios de sanidad aceptables, de ahorro nacional.

Los intentos de intimidación que vomitan el ilegítimo y su sigüí, el capitán Hallaca (por lo de verde por fuera y guiso por dentro) no pueden ser más miserables.  Esos empeños en provocar una guerra entre hermanos no pasan de ser recursos desesperados para poder seguir sus asaltos a lo que queda del erario.  O para efectuar maniobras retardatrices antes de huir hacia países regidos por dictadores del mismo signo o a paraísos fiscales; en ambos, los acogen no porque los quieran mucho sino porque buscan mantener en sus bancos los innúmeros dineros que ellos sisaron.  Yo descanso en aquello de Cicerón: Mala parte, male diabunter (Lo que ha sido mal obtenido se pierde fatalmente). Y si los logramos recuperar, ¡mejor!

Vamos a marchar y a manifestarnos de manera ruidosa, pero pacífica y eficiente.  Que lo entiendan bien los mandos de la Fuerza Armada, las policías y las bandas mercenarias que apoyan al régimen.  No les daremos la más mínima excusa para que intervengan.  Pero ustedes también tengan presente que esa atrocidad aprobada por el Tribunal de la Suprema Injusticia, de autorizarlos para “uso de las armas letales” en contra de multitudes pacíficas e inermes no pasa de ser una estupidez más de unos “magistrados” a los que les quedan grandes las togas y el título.  Eso, a la luz del Estatuto de Roma está severamente penado.  No sean tontos útiles en el afán del régimen de violar nuestros derechos. No cabe el argumento de: “cumplía órdenes superiores”.  En La Haya no creen en eso…

Dicho lo anterior, no me resta sino invitar a salir el 1-S a marchar por Caracas en contra de las de imposiciones autoritarias, las pretensiones totalitarias y el contubernio régimen-reptoras para impedir el revocatorio.  Los interioranos viajaremos a hacer más masa, aunque con la gente que antes votaba por los rojos y que saldrá desilusionada de sus humildes viviendas en Gramovén, La Bombilla, Caricuao y demás barriadas similares bastará, Dios mediante, para colmar el lugar de la concentración final.  El planeta entero nos observa —a los manifestantes y a las “fuerzas del orden”.  Así que, ¡mosca ambos!…

Este 1-S será distinto porque comenzará otro capítulo —ojalá que sea el epílogo— de nuestra historia en contra de las tiranías.

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