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Esta locura debe terminar

Venezuela es hoy un país anormal, con un gobierno que no gobierna y unas instituciones que no funcionan, con un pueblo al que se le impide trabajar y no se le deja producir, convirtiéndolo en parásito, un pueblo enfermo y con acecho de muerte, con un régimen de forajidos se han tragado las riquezas del país, empobreciendo a todos excepto al cogollo corrupto enriquecido  groseramente; la clase media desapareció y los sectores más desfavorecidos mueren de hambre, y no es una expresión, se incrementa la mortalidad infantil por inanición, los venezolanos han perdido 14 kilos de peso en promedio y la desnutrición es generalizada; el país está paralizado y la cúpula corrupta, violando la Constitución, pretende encontrar en una constituyente chimba el oxígeno que le permita perpetuar a Maduro en Miraflores, mientras el pueblo en la calle -luego ya de 80 días de protesta con igual número de muertos, 16 mil heridos y miles de detenidos y torturados- resiste por la libertad y la democracia, por la reconquista del país que tenemos ya casi perdido.

Hemos dicho siempre que son dos escenarios en los que ahora debe librarse la batalla: la calle y el ámbito internacional. Nuestra gente entendió que la calle no puede callar y ha asumido heroicamente su rol. No obstante, no es fácil salir de esta encrucijada solos, sin la solidaridad activa internacional, porque la pelea no es solo contra Maduro sino contra una confabulación internacional de intereses perversos. Afortunadamente el mundo comienza a mirarnos.

Hoy Venezuela es centro de atención mundial, después de muchos años de indiferencia ante lo que ha venido aconteciendo, deterioro progresivo e incremento del peligro que hoy representamos para el Continente y el mundo. Venezuela es base de la guerrilla colombiana, tierra libre para el crimen del narcotráfico y la distribución de su producto mortal en el mundo, tierra de terrorismo y soporte para Irán, Siria, Cuba, China y Rusia, entre otros. La lucha del pueblo en la calle no es contra Maduro, ya habría caído, es contra esa mafia internacional que usa y abusa del territorio nacional y de sus riquezas. Puede mencionarse en grado menor a quienes están pegados a la teta venezolana desde hace ya años, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y numerosas Repúblicas del Caribe; todos estos países mencionados de último son muchos menos peligrosos que los anteriores, que defienden para sí a sangre y fuego los derechos usurpados a nuestro territorio, no quieren perder lo que nos han robado. El terrorismo mundial y el narcotráfico internacional están resteados con el régimen de Maduro, esos son los enemigos a vencer hoy.

Afortunadamente en los últimos meses, ante el deterioro venezolano y la resistencia del pueblo en la calle, ha comenzado a variar a una buena velocidad la percepción que hay de nosotros. Ya Su Santidad El Papa tiene clarísimo que la vía no es el diálogo, con el diablo no se puede negociar. Hoy Francisco respalda plena, abierta y justificadamente a la Iglesia venezolana, clamando por elecciones generales que pongan en manos del pueblo la salida, y rechazando la mamarrachada y fraudulenta constituyente comunal. Son conocidas las manifestaciones de la comunidad europea y del Parlamento Europeo. Recientemente Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno Español, junto a Paolo Gentiloni, Presidente del Consejo de Ministros de Italia, hicieron un “enérgico llamado a Maduro para que reconsidere la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que hoy solo lograría  dividir más al país”. De su lado los presidentes Trump y Kuczynski, de Estados Unidos y Perú, respectivamente, hablaron sobre la situación de Venezuela, planificaron pasos conjuntos y calificaron la situación de “terrible”. Por su parte Panamá pide a Maduro aceptar el llamado del Papa a elecciones generales. Las manifestaciones de adhesión llegan del mundo entero. Naciones Unidas está pendiente y la OEA, en su Asamblea General de Cancún, aborda la situación que por supuesto va más allá de Cancún, ya que hay que hacer seguimiento y relanzar la presión cada vez que se requiera.

Esta locura debe terminar. Levantemos la voz en procura de solidaridad activa internacional. No basta con declaraciones, no es tiempo de retórica sino de actos concretos que permitan construir la nueva realidad.  El pueblo en la calle y la solidaridad internacional son el camino.

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