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Ese muerto no es mi familia ni es importante

Pero los siguientes argumentos no pueden encasillarse a lo inevitable, del conocido cuento popular, de aquel hombre que al enterarse  que la muerte, armada con guadaña, lo buscaba.  Para evitarla, se pela al rape y se pule la cabeza.  Ilusamente, al creerse triunfante, sale a festejar su astucia y a beber aguardiente. Pero la muerte, agotada de buscarlo por la ciudad y todos los pueblos aledaños, llega sin saberlo, al sitio donde él se hallaba. Ella, con su rostro de ojos enrojecidos y exoftálmicos, mira a todos los libadores del lugar; pero desconcertada, admite que el fulano ha logrado fugarse. Mas, en medio de su desesperación, dice: “! Ahora me llevo al pelón!”

El hombre moderno tiene sus maneras de ver lo inevitable. Ciertamente, la muerte anda por ahí, para ver con quien puede alimentarse. Se viste todos los días para salir. Tiene sus subterfugios, sus fiestas, sus celebraciones, sus pasodobles, sus chimbángles, sus merengues, sus boleros, sus valses, sus gaitas, sus cumbias, sus rancheras, sus vallenatos, sus bambucos,  sus tamunangues, sus tangos, sus reguetones y, entre otros ritmos, no falta quien no le dé redobles. Ella, se vale de nuestras debilidades y descuidos, de nuestras tristezas y alegrías, de nuestros odios y amores, de nuestras vitalidades y enfermedades. En fin, se nutre de nuestras emociones. Pero ante sus embates, deberíamos organizarnos y prevenirnos para demorar o evitar sus efectos y asedios rutinarios.

Pero, ¿que por descuido, por inoperancia, por incuria, por indolencia o por culpa de un gobierno  la muerte nos alcance? ¡Eso es intolerable! ¿Que la muerte ande por ahí, suelta y tomada de la mano de los delincuentes,  por culpa de la revolución? ¡Esto es imperdonable! Alguien tiene que poner fin a tanta muerte a destiempo. Lo peor es que la delincuencia y la represión política ultimen a gente útil y necesaria. Respuestas convincentes y efectivas del gobierno no se ven. A la ineptitud del gobierno revolucionario se le ha desatado la delincuencia y el desabastecimiento de alimentos. Todo porque ha perdido la mística, el deber y a su punto medio. Los extremos destructivos, se advienen como debacle y ruina. Así en modo indicativo, el gobierno abrió las alcabalas del delito. Deja impune a la corrupción de los suyos y a la de los demás. Así se mueve  bajo su ley selectiva. (¿Será que esto es lo que entiende por socialismo?). No quiere entender que los pueblos se desmiembran, desde sus bases morales, cuando se destruye al triángulo familiar. La muerte de un ser querido abre heridas irreparables en las familias. Ahora, nadie está seguro. Estamos plenamente desguarnecidos. Si no hay ley imparcial; se pierde el hogar, la polis y la patria.

En Venezuela, los  crímenes por asalto a mano armada se han vuelto un asunto cotidiano y común. Muchos connacionales parecieran decirnos, qué importa, ese muerto no es mi familia, no es de mi partido político ni es importante. ¿Será que ignoramos, que los venezolanos, somos una sola y única familia? ¿Será que ignoramos que la espada y la pluma de nuestros padres antecesores y libertadores lucharon porque sentían estar liberando a la gran familia reunida, en las tierras que ocupaban desde más allá de la Capitanía General de Venezuela iniciada aquel 8 de septiembre de 1777, bajo el edicto de Carlos III? ¿Será que ignoran, que fue nuestra familia antecesora, la que  nos liberó y nos consolidó como nación de hombres libres y republicanos en la Batalla de Carabobo de aquel 24 de junio de 1821? El venezolano que ama a su tierra, ama también a su gente sin discriminación ni segregación alguna.  No crea chovinismos ni xenofóbicos nacionalismos que desvirtúen la paz ni la unicidad filosófica e histórica de la nación.  Además, un gobierno que ame la libertad de su país, no se entrega a la tutela de otros países ni a ideologías beligerantes y segregadoras. Si ama a la gente sin distinción de raza,  partido político, ideología, religión, clase social o región protege los derechos de la familia y, los de las comunidades, porque sin sesgo, cumple con proteger al país integralmente. Además, no acepta injusticias ni atropellos de indeseables en contra de sus connacionales. Hace respetar la preeminencia constitucional de los derechos humanos (DDHH). Y, bajo ningún argumento, acepta que alguien valide la represión, coarte las libertades de expresión y viole el derecho a la vida. Pues, la pérdida de vidas humanas bajo la acción despiadada de la delincuencia criminal y política, necesariamente exige respuestas inmediatas y efectivas del gobierno.

Pero lo que resulta más intolerable, es que venezolanos, que dicen amar a su familia y a sus comunidades, permanezcan indiferentes. Lo reiteramos, la situación actual empuja a que los vecinos se organicen y exhorten a las autoridades gubernamentales para que reduzcan al mínimo a este enconoso azote nacional. La solidaridad de corazón, resulta ser acomodaticia y menos efectiva, si no va acompañada de la solidaridad de acción. Por ello es importante, tener presente que la seguridad y los derechos constitucionales de la gente trabajadora y respetuosa de las buenas costumbres, rebasa los derechos de cualquier malhechor.

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