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Escarra el leguleyo

Olivia Biasini

Distinguido Dr. Hermann Escarrá. Molt honorable leguleyo del régimen venezolano.

Confieso que sigo sus acrobacias jurídicas con mucho interés. Me recuerda usted  un cuadro de pulpería donde un satisfecho y  rollizo ciudadano que vendía al contado se burlaba de un hombre famélico que había vendido a crédito, arruinando su vida y su futuro. Estoy segura que usted vende al contado, en dólares, sus consejos jurídicos; mientras el pueblo venezolano se muere de hambre por darle crédito a Chávez y a maduro.

Otra cosa que me causa admiración es la descripción de usted en la obra Doña Bárbara.  Don Rómulo Gallegos supo analizarlo en ese memorable personaje atemporal que es Mujiquita. Es cierto que Ño Pernalete sería un niño de pecho comparado con maduro, que usted es más perverso que Mujiquita y  que será enterrado en urna negra cuando el colesterol cumpla su función fisiopatológico pero sorprende, el parecido entre el actor y el personaje.

Con referencia al colesterol, he pensado en los aprietos del genial Dante Alighieri a la hora de determinar qué círculo haría honor a su voluminosa figura. ¿Acaso el tercero, de los pecados incontinentes del cuerpo? O prestaría más atención a la malicia de sus actos encomendándolo al  octavo circulo, octavo recinto,  dedicado a los consejeros maliciosos o al décimo de los falsificadores de la palabra. Quizá lo ubicaría en el noveno circulo, en la cuarta ronda (judera) que se explica por si sola o en la  segunda dedicada a Antenor, traidor de la patria.

Pero dejemos a un lado las lisonjas y los cumplidos, que no estoy buscando un cargo en su corte prostituyente, Por el contrario, quiero responder algunas preguntas suyas sobre las mujeres de la oposición- lanzadas en un acto de difusión de la prostituyente que busca destruir la Bicha, aquella  de la que usted fue parte. (Un salto de rábula imponente)

Me he sentido aludida como mujer venezolana, venida de un rincón maravilloso como es  la incomparable ciudad de Rio Caribe, opositora, con la desdicha de compartir estudios de Derecho con usted pero sin postgrado en las ramas torcidas de las cuales se cuelga, educada en la UCV y carente de todo tipo de pudor a la hora de hacer uso de mi única arma, las palabras, en defensa de mi condición de mujer.
Ante el silencio de las feministas de todo el arco ideológico, no puedo permitir al insigne profesor Don Román Duque Corredor asumir mi defensa como si yo fuese una pudorosa damisela incapaz de hacer valer sus derechos y batirse en defensa de su honor y aunque agradezco el generoso acto, asumo la obligación de dar respuesta a sus preguntas respecto a las mujeres en general y a las opositoras venezolanas en particular.

Pregunta usted ¿dónde ha ido el pudor de nuestras mujeres? Muy sencillo, al basurero de la Historia donde también ha ido a parar el concepto de que pertenecemos a los hombres o que debemos llenar ciertos parámetros de pudor, timidez, docilidad y dulzura para encajar en el relato del patriarcado sobre la compañera ideal. La Constitución venezolana establece la igualdad de hombres y mujeres, por tanto, igual que usted ha dejado de lado el pudor y nos muestra su alma adiposa de tinterillo asalariado cada vez que da un salto de talanquera y deja al aire sus vergüenzas, nosotras también podemos dejar de lado las restricciones culturales y mostrarnos como somos. Le aseguro que la imagen de su alma es más espantosa de mirar, que el cuerpo de una mujer desnuda.

Muestra usted especial repugnancia por la señora que defecó en medio de la calle frente a los esbirros que la maltrataban. No se preocupe, es un sentimiento que comparten con usted muchas almas buenas de la oposición, que no se atreven a defender esta acción, basados en el mismo sentido del pudor machista que todos tenemos por dentro, hasta las mujeres.

Voy a romper una lanza por esa señora. Cada quien se defiende como puede y con lo que tiene y a esa señora le han quitado todo: Su hogar, su tranquilidad, sus alimentos, su barrio y su dignidad. No le quedaba nada, solo sus excrementos y con ellos ejecutó un acto simbólico, una performance hiperrealista  que decía en español castizo: me c***en ustedes, en sus armas, en su represión, en sus lacrimógenas y hasta en sus dictámenes legales. Todos entendieron y en lugar de sentir vergüenza de sí mismos, sienten pena por ella.

Luego tenemos el tema de las mujeres que mostraron sus pechos y lanzaron sus pantalones al pelotón de Guardias nazionales que las  agredían. Aquí es necesario puntualizar, que esta lucha por la democracia de nuestro país tiene unos protagonistas esenciales: las mujeres y los jóvenes. Las primeras, irreductibles, no ceden ni se dan por vencidas: actúan como guerreras, como acompañantes de los hijos,  de convoy logístico, fuerza de ataque, agentes creativos y alma de la lucha, mientras los jóvenes ponen el corazón y el cuerpo a las balas asesinas.

Descubrir el pecho y lanzar sus pantalones a los cobardes que se esconden detrás de sus uniformes envía un mensaje tan claro, que hasta un tonto orondo lo puede entender. Si viaja alguna vez a Munich-con los dólares de los venezolanos,-Además de los restaurantes, visite la galería de esa ciudad y eche una mirada a la obra “La Batalla de  las Amazonas” de Peter Paul Rubens. Allí entenderá que las mujeres venezolanas no van a ceder ni que les roben los celulares, las manoseen los pringados de la policía, les espichen los cauchos o las metan presas y eso,  a usted, le aterra.

Ha dicho usted que nos va a recomponer en el marco del estado de derecho, le creo. Como  ha saltado de Montesquieu a Carl Schmitt, no me sorprendería que se copiara algunas normas de la shariah para incorporarlas al engendro  prostituyente e imponernos el burka para proteger nuestro pudor, pero no lo lograra. Limítese a intentar que el ex presidiario devenido en magistrado, aparente que sabe de argumentación jurídica y teoría del derecho.

Espero, por el poder de las redes sociales, interpelar su alma machista y decirle que no importa que tan bajo se arrastre, nunca llegara a ser magistrado del tribunal supremo porque hasta los infames que pagan sus tarifas, sienten desprecio del abismo impúdico de su alma. En nombre de las mujeres venezolanas y el mío propio, Me c*** en su prostituyente.

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