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Entre sorbos de Café

Un sábado 29 de enero del 2022 con el trinar de los cristo fue, azulejos y las estridentes bandadas de loros, desperté tras haber tenido un extraño sueño en el que me encontraba encerrado en un cubo de vidrio, cuyos soportes eran de madera de pino limpia y lijado. Imaginaba el vacío pleno de energía, era el instante del Big Bang, cuando surgió el primer destello de luz. Abrumadora pasión en la que me introdujo el artista a Rafael Montilla, la visión del  horno cósmico en forma de agujero negro   del que emano el primer resplandor de luz del universo, veía traspuestos a estos fotogramas oníricos la transparencia de las aguas de los llanos inundados, otro mundo mágico al cual fui lanzado por el explorador y fotógrafo Iván Mikolji.

La calma que había fraguado en mi ser en el sueño, hasta el instante entre que el aroma del café achocolatado, llegó a mis sentidos me abandono y fui a buscar una taza, cuando  la angustia comenzó a dominarme al imaginarme las cristalinas aguas del amazonas venezolano y los afluentes del parque nacional Canaima, donde se encuentra el altivo salto Ángel y cerca de él veía a decenas de indígenas Piaroa, Yekuana y Sanema asesinados y esclavizados por ralea humana de los mineros con sus más de 3.700 campamentos de minería ilegal que extraen  cada uno 100 kg diarios de oro,  que se pueden ver sus puntos satelitalmente, muy protegidos por  la narcoguerrilla  aliados del régimen, armados hasta los dientes hacen del Amazonas su territorio y fuente de riqueza. Logran extraer toneladas de oro, también diamantes vinculados a las mafias internacionales, que son extraídos en vuelos ilegales de pista escondidas entre la selva y los llanos a Brasil, Colombia y el terrorismo islámico; dejando muerte y desolación mercurial con cada vuelo, están destruyendo uno de los pulmones del planeta y su mayor fuente de agua dulce, sin crearle ningún cargo de conciencia. Arboles milenarios, ríos, caños ricos en cardúmenes..,  convertidos ahora en caños secos, que será el futuro de nuestra única selva Amazónica sino se actúa para detener este ecocidio que a su vez es un genocidio, solo desolación…. El aroma del café seguía guiando la terrorífica ensoñación.  

Me vi nuevamente en  el cubo flotando en que había soñado, volvió entre el alba con otros flash back que invadieron mi imaginación, pude así salir de aquel apocalíptico presente y veía a mi hijo Oyantay  flaco llamado pero pleno,  bajo las faltas de un volcán   haciendo una sanación, concentrado en su etéreo Ser penetraba la piel y el alma de la dolorida mujer que tenía frente a él. Veía en el rostro huellas de bienestar ante aquellas sanaciones que realizaba el joven curandero, vestido con su bata blanca y su amorosa mirada, recordaba a una Máma Kogui, que están diezmados por el progreso y la narcoguerrilla, en la Sierra Nevada de Colombia los hijos de la Diosa Madre Gauchovanga, que creó a la humanidad de un pelo de su vagina y su sangre menstrual, se consideran los protectores de la tierra madre y ese es el sentido de su existencia.  

Al terminar de tomar el café la luz del amanecer se aclaró,  y  caminaba entre el verdor iridiscente de las hojas de mango al ser acariciadas por la luz solar,  con la taza de café vacía me senté a disfrutar de aquella quietud, que me llevó a los momentos más felices de mi vida. Casi todos giran entre la espumante espuma de las olas del Caribe, huyendo de su rompiente, no en vano los griegos asociaban la blancura espuma de las olas a blancos corceles.  Durante años el amanecer estuvo para mi signado por la espera de la mejor ola. Aún tengo en mi cuerpo las cicatrices de las quillas de la tabla cuando salía de esa montaña de poder, y me golpeaba en el aire una y otra vez. De ahí que mi nariz, se doblara por estos golpes y el labio se me partiera varias veces, son las cicatrices que va dejando la aventura que es la vida, tocarlas y recordarlas en lugar de transmitir dolor, me invaden de éxtasis, siempre a la búsqueda de la ola perfecta que nunca encontré…

Los otros momentos de felicidad que en ese instante reviví me vi entre la arena y el mar,  con mis dos queridos hijos, que pasearon su niñez  sus primeros pasos entre la arena, desnudos y el sol acariciando sus tiernos y bellos cuerpos. Edu el menor se hizo amante del viento y del océano e hizo de su niñez y juventud un desafío por surcar el azul oceánico atrapando el viento entre endebles velas, y el mar le forjó una bella alma.

En estos fotogramas mentales de extática vivencias se coló la caminata llamada la travesía de varios días desde Tabay en Mérida, hasta el pico Bolívar, varias veces a más de cuatro mil metros de altura, estuve a punto de caer al vacío, situaciones que tome con calma, sentimiento que nunca imagine  tener en ese momento, cuando el suelo que pisaba cuidadosamente se hundía entre  millones de piedrecillas sobre las que camina bordeando el Humboldt, resolvía el percance paso a paso,  tuve que quitarme  el pesado morral, para liberarme de peso que luego pude rescatar, donde cargaba   el saco de dormir, las insípidas latas de sardinas y la rica leche condensada, luego lo pude rescatar cuando los compañeros me ayudaron con un especie de garfio y una cuerda pude salvarlo del fondo del barranco, todo esto ocurría porque  no era un montañista, mis compañeros eran geniales alumnos de las Universidad Metropolitana que aún forman parte de mi vida, cada uno me enseñó algo, más importante que la erudición: el valor de la amistad y de la honestidad.

Volví a llenar la de café la taza y entre sorbos saboreaba la vida, como dice la canción de Maná, seguí el vuelo de mi imaginación; tras aquella ascensión quede atrapado entre el mar y el páramo, donde Juan Félix Sánchez con su humildad, devoción y sencillez desarmo todas mis creencias, al convertir su fe  en pétrea belleza,  en los años que conviví con él, entre el matutino desayuno ahumado  en el Páramo, entre arepa andina recién hecha con guarapo y queso ahumado, a veces con trucha recién pescada.

Al irse el día no podía dormir por el frío que llegaba a mis huesos y pasaba esas horas entre lecturas nocturnas a luz de tenues velas releía  a J.J.R. Tolkien, Ursula Leguin y Umberto Ecco así lograba olvidar el frío  hiriente nocturno, acompañado de los rezos el Hombre del Tisure que aún dormido seguía rezando, ni  con las lluvias torrenciales volaban las placas de Zinc dejaba de orar… No podía dejar aquellas vivencias en el olvido, así nació el libro El Gigante del Tisure, que nació palabra a palabra en ensayos que escribía en el Páramo para la Página Cultural de El Universal,  que creó y dirigió una de nuestras tres musas culturales: Sofia Imber era una de ellas, casi en su totalidad estos ensayos fueron editados  por Gráficas Armitano, gracias  a Ernesto Armitano a quien conocía por su amor por el mar, era uno de los mejores veleristas del mundo, y tuvo la audacia de hacer su proyecto sobre Venezuela, una colección de libros que atrapa la belleza de Venezuela tanto en la cultura como en toda su geografía y biomas.  El mismo día que lo llame para darle la idea de hacer ese libro me dijo en el acto, ven a la imprenta en Boleíta Sur. Al entrar a su oficina embellecida de cuadros de Armando Reverón, Oswaldo Vigas, Cabré, Miguel Von Dangel, lo primero que hizo fue pedirme las cientos de transparencias y verlas por horas   con su gastado cuenta hilos apoyado en la mesa de luz, estudiaba cada una de las fotografía  que habían sido tomado a lo largo de tres años, pasó horas viéndolas y preguntando al terminar de verlas sonrió y dijo: Esto me gusta plancharcito. Pero vas a tener que volver al páramo por un tiempo, pues faltan imágenes que muestran la belleza de la luz del páramo y me dio sin desearlo una clase magistral, de cómo debían ser tomadas las fotos, para que tuvieran profundidad, y mostrar la transparencia edénico de las lagunas, y los prístinos chorrerones paisaje que casi todo el año están  dominados por la niebla y  los deseaba bañados de luz solar, así que firmamos un contrato ese mismo día, y   debía volver con un fotógrafo  por varias semanas a tomar las fotografías que deseaba, y otras del complejo del Tisure, sin niebla lo cual solamente tendía a ocurrir en algunas ocasiones en Enero, y así empezó mi pasión por investigar la fotografía de Venezuela, en las largas conversaciones que teníamos sobre como se hacer una buena toma e impresión.

Al regresar del páramo tal era la nostalgia por su niebla, que empecé a bocetear una novela inspirada en la vida y obra de Juan Félix Sánchez, en este jardín donde tomaba café en la falda de la cordillera de la costa, lo escribí en gran parte bajo la sombra y frescura de la misma mata de mango en que estoy ahora, tarde décadas en hacerla pero al terminarla, fue otro de las perlas de mi existencia, la titule: El Mago de la Niebla y se publicó décadas después en el 2011, graciasa Miguel Perez Carreño. socio de Gráficas Lauki  tras cientos de reescrituras y el año pasado lo reescribí nuevamente para publicarlo en capítulos cortos, individuales cada uno independiente del otro cual lego, adaptándola así para ser publicada en casi treinta capítulos en un Diario  digital,  creo es una de las manera de escribir en la era virtual de rápidas lecturas y de  la globalización; y con la engañosa pandemia provocada por el virus chino todo se hizo cercano, y la lejanías reales desaparecieron y  miles de lectores a lo largo de Venezuela  y del mundo leyeron cada uno de los capítulos, a pesar de vivir en un país en deconstrucción son las letras y la pasión por la cultura lo que me  ha permitido vivir en el aquí ahora y proyectar la innovación. Estas fueron las últimas imágenes y palabras que tuvieron eco en mi ensueño en la falda del Ávila un 29  de  Enero del 2022…. 

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