Entrampados. Sólo por un trozo de poder
Cualquier valoración sobre los efectos de la política, pueden ser tan inciertos como el vaivén de la economía. Poco podría ser contrastada con la realidad observada a futuro. No tanto por lo que la incertidumbre pudiera descifrar, como por la brusca dinámica que caracteriza la dinámica política. La política podría hoy mostrar la cara opuesta de lo que mañana habría de lucir. Caras opuestas de una misma moneda.
Es como vivir sometido a las inclemencias del tiempo, donde los dilemas preceden y presiden las crudas circunstancias. Por eso se dice que lo que no es posible en el fragor de la política, es porque sus hechos se hallan revestidos de gruesas falsedades. O sea, lo que en política no se alcanza, es porque ha sido todo un grosero disimulo.
Sobre todo, luego de reconocer que la función política tiende a darse entre desaciertos. Es porque en esto hay una válida razón para pensar en lo difícil que resulta constatar que en el ejercicio de la política se actúa apegado a la moral. Difícil de creer porque la verdad es otra.
Cualquier intención que lleve a revisar la realidad política que vive Venezuela, es casi una mofa de solemnidad. Y no porque hayan faltado ideas, propuestas, proyectos y planes contentivos de propósitos capaces de recuperar la institucionalidad democrática y de impregnarle cuánta posibilidad de crecimiento, desarrollo y progreso necesite el discurrir nacional.
Indudablemente, el problema tiene otra dimensión visual. El problema lo define la renuencia y obstinación del régimen. Tan crasos males han tenido su origen en la presunción de estos gobernantes al creer que la ideología del socialismo, rebatida por la historia política de tantas naciones, es la solución que puede sacar al país del rezago al que lo ha colocado el subdesarrollo.
Y así ha sucedido. Pero no porque esos mismos personajes funcionarios del régimen, desconocen las implicaciones de ideologías retrógradas. Como en efecto ha sido el socialismo. Sino porque detrás de toda esta situación, persiste en ellos la ambición, el egoísmo, la envidia, el odio y la codicia como condiciones que desvirtúan los valores que conducen a exaltar las virtudes humanas.
Este cuadro de eventos, ha creado una tendenciosa alineación entre el resentimiento y el revanchismo. Recursos estos de la ideología que han pretendido imponer a punta de represión e intimidación. Entre los propósitos a conseguir con estos ejercicio de política retorcida, estuvo siempre la idea de desanimar la participación de aquellos adversarios que se resistieran a las imposiciones del régimen. Fue así como, mediante tácticas de obstrucción, fue viéndose menguada la participación de factores políticos opositores lo cual redundó en el fortalecimiento del régimen.
Así fue emergiendo una significativa carencia de contrapesos políticos lo cual degeneró en un desorden de toda índole. Este caos terminó quebrantando la independencia de los poderes públicos. A su vez, este problema determinó un entramado conspirativo adelantado por actores representativos de la función pública. Y que al mismo tiempo, urdió buena parte de las competencias del Poder Público Nacional.
En consecuencia, el entramado político-partidista requerido por el andamiaje de la democracia, se vino al suelo. Esto provocó entonces que comenzara a cercenarse la representatividad de distintos partidos políticos. Sobre todo, los que venían actuando en nombre de la oposición democrática.
Fue la oportunidad escogida por la cúpula del régimen para desfigurar dichas organizaciones político-partidistas. De esa manera, el régimen pudo librarse de una oposición que le hacía sombra al proyecto de legitimarse ante el entorno político exterior.
En medio de tan revuelta situación, el régimen insistió en zanjar aún más la brecha entre dirigentes opositores con capacidad de convicción y la actitud de operadores y activistas políticos. Particularmente, de quienes su palabra tuviera algún efecto sobre el resto de la población electoral. Efecto coincidente con los pérfidos intereses del régimen.
Fue esta “la mecha que prendió la candela” al hacer que “se volteara la tortilla”. Así, logró motivar a contrariarse el pensamiento político de quienes podían decidir el cómo, el cuándo, el por qué y el para qué del conflicto político inducido por la distancia entre posiciones que dominaban el devenir de la política venezolana.
De ahí, la manipulada necesidad de entablar negociaciones entre factores del régimen y de la oposición democrática cuya historia es larga de contar, dado los enredados intríngulis que soportan sus hechos.
Fracturada o doblegada la dignidad y principios éticos y morales de quienes en un principio alegaban toda una retahíla de causales que justifican “el cese de la usurpación, elecciones libres y un gobierno de transición” cual mantra sagrado o estrategia impoluta, optaron por plegarse a la postura del régimen. De forma tal que la dinámica política tomó un giro tan sorprendente, que ha causado un “shock hipovolémico” ocasionando daños al sistema político-funcional de venezolanos entrados en razón. Venezolanos de conciencia política en sano equilibrio. Y por tanto graves perjuicios, al país político en general.
¿Y ahora qué sigue?
Sigue que Venezuela se disfrazará de país “políticamente legitimado” con capacidad para desviar la ruta geopolítica del desarrollo económico y social. Al parecer, le resultó bien al régimen aplicar el aforismo que, a manera de estrategia política, empleó para reventar a Venezuela: “divide y vencerás”. Aunque resulta peor aún, aquello que reza: “dale poder a un resentido y conocerás a un miserable” lo cual es agorero desde toda perspectiva.
De modo que actuar de chantaje en chantaje, podría ser el camino que el régimen forzaría a seguir. Aún así, detrás de todo, habrán de continuar las excusas que justificarán las decisiones tomadas por factores políticos enmascarados para cubrir su tullida vergüenza. Y que en nombre de una oposición pintada con manchadas letras rojas, dejaron ver las costuras de sus intenciones. Es decir, un retazo de poder. Pero que en medio de tan absurdo y malicioso juego político, buscaron una salida. Aunque, por causa de un vulgar facilismo, sus advenedizos dirigentes prefirieron dejarse caer entrampados. Sólo por un trozo de poder.