OpiniónOpinión Nacional

Entender a Marx y trascender las circunstancias

A juicio de Karl Marx el capitalismo partió de la idea directa de que la libertad humana ha sido vulnerada por la explotación económica del capitalismo, sistema que desafía todas las formas de dominación social; junto a Friedrich Engels, Marx redactó un pequeño texto que tituló “El Manifiesto del Partido Comunista”, declaración de las perspectivas de la Liga Comunista, donde se sintetiza el legado histórico de las revoluciones que surcaron Europa en 1848 y resaltó que toda la historia de la sociedad humana es una historia de luchas de clases; libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en concreto, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

Como expone José Aricó, en un breve ensayo titulado “Marx y América Latina”, de 1983, “…Marx habría construido un sistema categorial basado en las determinantes contradicciones de clase que debía necesariamente excluir aquellas realidades que escapaban al modelo. La contradicción subyacente entre un modelo teórico-abstracto y una realidad concreta irreductible a sus parámetros esenciales explicaría, por tanto, la exclusión de América. Marx no podía ver detrás del caos, del azar y de la irracionalidad, el proceso de devenir naciones de los pueblos latinoamericanos, porque su perspectiva capitalístico-céntrica se lo vedaba. Una construcción teórica como la suya, basada en la modalidad particular que adquirió la relación Nación-Estado en Europa, determinaba necesariamente una concepción de la política, del Estado, de las clases, y más en general del curso histórico de los procesos que no encontraba réplica cabal en América Latina…”

Además de denunciar el capitalismo con elocuencia, Marx y Engels, explican que la lucha de clases y el cambio histórico y el argumento de que la clase obrera es una organización política; Marx apunta a aprehender el presente político y a explicitar la dinámica social del mundo moderno.

Para 1872, Marx y Engels escribieron un nuevo prefacio donde añadieron un elemento fundamental, inspirados  acontecimientos de la Comuna de París, aquella revuelta obrera que en 1871 ocupó la capital de París durante casi tres meses, y es que se convencieron de que sería imposible que la clase obrera tomara el Estado y lo utilizara contra el capitalismo; en este contexto se van a ar acontecimientos que influirían notablemente en la apreciación del socialismo como transición a una sociedad más igualitaria y solidaria, generándose nuevos análisis como el de “La guerra civil en Francia”, escrito poco tiempo después de la represión de la Comuna, donde argumenta que solamente las instituciones creadas y controladas por la clase obrera podrían encarnar una alternativa política democrática al capitalismo. El escrito fue concebido, en un principio, como una declaración pública de la Primera Internacional, red de grupos y sindicatos socialistas de varios países; su objetivo fue inspirar a los socialistas de todo el mundo demostrándoles que las organizaciones obreras podían constituir colectiva y democráticamente su poder político; la guerra civil en Francia es un testimonio de las ideas radicales que tenía Marx sobre la organización democrática y de su concepción de la emancipación social.

Otro de los aportes de Marx fue “La Crítica del Programa de Gotha”, escrito para un círculo limitado y no se publicó hasta 1891, siendo una postura hacia las perspectivas del naciente Partido Socialdemócrata de Alemania; en ese texto breve, se critica a los socialistas que se consideraban marxistas, pero que no entendían muchos de los aspectos fundamentales de su teoría. Marx critica las ideas de Ferdinand Lassalle, especialmente su noción de un «Estado Libre». Considera que este enfoque oculta el carácter de clase del Estado y no aborda adecuadamente la necesidad de una dictadura del proletariado como etapa necesaria en la transición hacia el comunismo.

Del mismo modo, Marx se opone a la idea de que el producto del trabajo pertenece a la sociedad en su conjunto, argumentando que esta afirmación ha sido utilizada históricamente para justificar el orden social existente. Además, critica la noción de que cada individuo debería recibir el «fruto íntegro de su trabajo», ya que ignora la necesidad de reponer los medios de producción y atender a las necesidades sociales.

Y Marx distingue entre dos fases del comunismo: una, la distribución se basa en el principio «a cada uno según su trabajo»; y otra  se establece el principio «de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad».

Marx introduce el concepto de dictadura del proletariado como un período de transición necesario entre la sociedad capitalista y la comunista; este Estado de transición es esencial para desmantelar las estructuras de poder burgués y facilitar la transformación social; la postura crítica hacia las propuestas del programa de Gotha, considerando que estas son insuficientes y reflejan un oportunismo que podría desviar al movimiento obrero de sus objetivos revolucionarios. Critica la tendencia a buscar reformas dentro del sistema capitalista sin cuestionar su base, argumentando que el verdadero cambio solo puede lograrse a través de una revolución que abole el régimen burgués de producción.

El lema con que define el comunismo, “de cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad”, ha estado supeditado a desarrollar una forma de vida que supere el horizonte limitado del derecho burgués, en la que la producción sea reorganizada en función de decisiones racionales y colectivas.

A juicio de Marx, el socialismo como transición al comunismo ideológico y político,  es un argumento que se fundamenta a través de la igualdad y la redistribución de la riqueza; el argumento explica que el comunismo es un sistema radicalmente diferente en el que nuestras necesidades, potencialmente ilimitadas, y variables de un individuo a otro, que están llamadas a ocupar el primer lugar en la agenda; el objetivo del comunismo es garantizar una vida en la que seamos libres de alcanzar nuestro máximo potencial.

Marx desde su juventud se abocó en comprender la forma en que el capitalismo organiza la producción y el trabajo; entender de dónde viene la riqueza, partiendo de una inspiración metódica y reflexiva de las ideas del filósofo alemán Friedrich Hegel (1770-1831), sobre la alienación, la cual aborda en varias de sus obras, especialmente en el contexto de la dialéctica y la autoconciencia,  para referirse a un estado de extrañamiento en el que el individuo se siente desconectado de su esencia o de su propia humanidad; este fenómeno es fundamental en su análisis de la relación entre el individuo y la sociedad, así como en su comprensión de la historia y el desarrollo del espíritu. Pero sería en su obra “Fenomenología del Espíritu”, donde Hegel acuña una idea más visionaria y crítica: la dialéctica del amo y el esclavo. Desde esta perspectiva, Hegel explica que la alienación se manifiesta en la relación de dependencia entre ambos; el esclavo, al trabajar y transformar la naturaleza, comienza a desarrollar su autoconciencia y, a través de este proceso, se reconcilia con su propia esencia, mientras que el amo, que se beneficia del trabajo del esclavo, se aliena de su propia humanidad.

Hegel, afirma un concepto que para Marx se volvió vital: que la verdadera libertad se alcanza cuando el individuo se reconoce a sí mismo como un ser social; a partir de ahí, la alienación aparece cuando las personas no son conscientes de su interconexión con los demás y con el mundo, en este sentido, el desarrollo de la autoconciencia es clave para superar la alienación, ya que permite al individuo reconocer su lugar en el todo y su relación con la libertad. Hegel  considera que la historia es un proceso de superación de la alienación, por lo que a lo largo del tiempo, la humanidad avanza hacia una mayor realización de la libertad y la autoconciencia; desde su visión, compartida por Marx, cada etapa histórica refleja un grado de alienación que se va superando a medida que la conciencia colectiva se desarrolla y se acerca a la «idea absoluta».

Otra motivación crítica que tuvo  Marx, fueron las ideas del filósofo y economista inglés  Adam Smith (1723-1790) y el economista inglés, de origen judío sefardí-portugués David Ricardo (1772-1823); estos pensadores  tuvieron una influencia significativa en el pensamiento de Marx, especialmente en su desarrollo de la teoría del valor-trabajo y su crítica al capitalismo. Smith, en su obra “La riqueza de las naciones” (investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, título original en inglés: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Publicado en 1776, considerado el primer libro moderno de economía), propuso que el trabajo era la medida del valor de los bienes producidos. Para Smith, el valor de un producto estaba determinado por la cantidad de trabajo que se podía intercambiar por él.

Sin embargo, también reconoció que el trabajo incorporado en un producto no siempre correspondía al trabajo necesario para su producción, lo que planteaba una contradicción en la lógica del capitalismo; Marx se apropió de esta noción de trabajo como creador de valor, pero la amplió al argumentar que el trabajo asalariado no solo reproduce el valor de los salarios, sino que también genera plusvalía, es decir, el valor adicional que el trabajador produce más allá de lo que recibe en forma de salario. Esta crítica a la explotación del trabajador en el sistema capitalista es una de las bases del análisis marxista.

La influencia de David Ricardo, quien basó sus estudios en la teoría del valor-trabajo, parte del ideario de que el valor de un bien estaba determinado por la cantidad de trabajo requerido para su producción; a diferencia de Smith, Ricardo se centró más en un enfoque conceptual y abstracto, lo que llevó a Marx a criticar y desarrollar aún más estas ideas, adoptando Marx la teoría ricardiana, pero la modificó al señalar que el capitalismo era inherentemente explotador. El capitalista no produce valor, es el trabajador quien lo crea, mientras que el capitalista se apropia de la plusvalía generada por el trabajo.

Estas ideas las ha ido moldeando Marx, en sus cuadernos de tareas, redescubiertos en los años 1930, y que se  hicieron conocidos como los “Manuscritos económicos y filosóficos” de 1844. En esos escritos está implícita la crítica marxista de la economía política burguesa, mostrando una comprensión hacia la naturaleza de los seres humanos bajo el capitalismo y mostrando la naturaleza alienada y separada. El capitalismo no solamente se apropia del control de la actividad productiva y consciente, sino que también nos niega los frutos de nuestra capacidad de trabajo individual y colectivo.

Otro escrito importante de Marx, que data de 1845, son “Las Tesis sobre Feuerbach”, La tesis XI, dice que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

Esta frase capta bien la contradicción entre la teoría y la práctica que Marx intentaba superar; el sentido de la tesis escapa a muchos de sus intérpretes. Los marxistas de mente pragmática piensan que la primera parte de la tesis significa que la filosofía dejó de ser necesaria, y que deberíamos pensar en cambiar las cosas de otra manera. Marx estaba intentando desarrollar una teoría capaz de ayudar al triunfo de la revolución, pero el punto de Marx es que la teoría y la práctica entablan una relación de necesidad mutua; sin la teoría, la práctica es ciega, y sin la práctica, la teoría es impotente.

La obra cumbre de Marx es “El capital: crítica de la economía política (en alemán: Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie, escrito entre 1867-1883); es un texto de investigación crítica de la economía política,  al mismo tiempo, es un tratado sociológico y filosófico, de las relaciones de dominación entre las clases, de un lado los proletarios y de otro los burgueses. Marx buscó revelar los patrones económicos que sustentan el «modo de producción capitalista» en contraste con los fisiócratas François Quesnay (1694-1774), conocido por haber publicado en 1758 el «Tableau économique», que sentó las bases de las ideas de los fisiócratas;​ y los economistas clásicos, los ya nombrados  Adam Smith y David Ricardo, así como Jean-Baptiste Say y John Stuart Mill.

En los primeros capítulos Marx argumenta que el capitalismo se ha de entender desde los conceptos de producción e intercambio de mercancías; las mercancías tienen un valor de uso; eso implica que, para que algo sea una mercancía, debe servirle a alguien para satisfacer una necesidad. Las mercancías no se definen ni adquieren valor exclusivamente en función del uso, sino de la venta en el mercado. Marx pregunta por qué la riqueza en el capitalismo toma la forma valor, una relación social expresada como dinero, y cómo se constituye ese valor; su respuesta es que el capitalismo depende de tratar el trabajo humano como una mercancía.

El cuanto al valor de cambio de la fuerza de trabajo, esta se mide por los salarios; el valor de uso del trabajo es consumido durante la jornada laboral para producir mercancías que se venden en el mercado. Durante la jornada laboral, el trabajo produce más valor del que recibimos en forma de salarios a cambio de nuestra fuerza de trabajo, aunque la transacción parece ser justa, nuestro tiempo de trabajo produce más valor del que está representado en nuestros salarios.

Ese valor superlativo al salario, es un plusvalor que termina en los bolsillos de los capitalistas que poseen la maquinaria, la tierra y la materia prima necesarias para la producción; de este modo, la competencia entre capitalistas no es solamente una cuestión de avaricia, sino que obedece a una necesidad de acumulación, la cual está directamente implicada en la forma de valor capitalista.

Para Marx el valor no surge de cada actividad fisiológica, sino del proceso social que iguala el trabajo humano como tiempo de trabajo socialmente necesario y convierte a la actividad laboral en algo abstracto y a las mercancías en cosas uniformes; este proceso requiere el intercambio, pues solo la venta de las mercancías valida su valor social.

Otro aporte que brinda Marx en su estudio, es que las mercancías, el dinero y el capital actúan como momentos distintos en la constitución del valor; son formas económicas que dependen de la actividad laboral alienada a las personas que venden su trabajo por un salario. El resultado de todo esto es que los productos del trabajo humano terminan controlando a las personas que los fabricaron, presentándose como seres independientes y separados. El término con el que Marx, este fenómeno en el capital se conoce como fetichismo y aplica a su análisis de las mercancías, del dinero y del capital; estas formas sociales tiene un poder  de dominación que se manifiesta en una serie de relaciones impersonales y omnipresentes.

Ahora bien: ¿Cómo hemos llegado a las ideas de Marx y Engels y cómo las hemos entendido desde que comenzamos a conocerlas? La respuesta pasa por un proceso evolutivo: primero la visión de los Marxistas Clásicos, enfatizan en la lucha de clases, la teoría del valor-trabajo y el materialismo histórico, siendo esta una interpretación que sostiene que la historia es impulsada por conflictos entre clases sociales; luego aparecerían  los Marxistas Positivistas, cuya corriente interpreta el marxismo como una ciencia positiva que busca leyes universales en la historia, centrando su análisis en las fuerzas productivas y las relaciones de producción como motores del cambio social; los Marxistas Humanista, enfocados en la dimensión ética y social del marxismo, destacando la importancia de la subjetividad y la acción humana en el proceso histórico, y rescatando la idea de la emancipación humana; los Marxistas Dialécticos, cuya interpretación se basa en la dialéctica hegeliana, pero la aplica a la materia y las condiciones sociales, centrándose en cómo las contradicciones dentro de las relaciones sociales conducen al cambio histórico; los Marxistas Críticos, los cuales buscan reevaluar y criticar las interpretaciones tradicionales del marxismo, incorporando elementos contemporáneos y reflexionando sobre su aplicabilidad en el mundo actual, todo, desde un enfoque crítico de la sociedad; y los Postmarxistas, quienes se alejan de las interpretaciones ortodoxas del marxismo, integrando teorías posmodernas y enfatizando la diversidad de experiencias y luchas sociales, centrando su análisis en la clase obrera como agente de cambio.

Valga resaltar las interpretaciones de Marx del historiador británico de origen judío Eric Hobsbawm  (1917-2012) y de la norteamericana Ellen Meiksins Wood (1942-2016), quienes presentan diferencias significativas en su enfoque y aplicación del marxismo, reflejando sus contextos históricos y preocupaciones teóricas.

A juicio de Hobsbawm, sugiere que a Marx hay que entenderlo desde un enfoque historiográfico, considerando que la historia debe ser vista como un todo, donde las fuerzas económicas y las luchas de clases son centrales para entender el desarrollo histórico. Hobsbawm enfatiza que Marx les dio importancia a figuras históricas, producto de las relaciones humanas, como el proletariado, al cual calificó como agente de cambio y de necesidad en el mundo de la producción, y por ende su presencia se debe más a eventos o hitos históricos que propiamente de evolución social como sociedad de consumo.

Así mismo, para Hobsbawm en Marx hay un pragmatismo político, que hace entender la historia y las dinámicas sociales, sin caer en dogmas, en un contexto de integración con los valores culturales de la sociedad.

En cambio, Wood, se distancia de las interpretaciones que ven el marxismo como una ideología defensiva frente a corrientes como el posmodernismo; su argumento parte de la idea de que el marxismo debe ser visto como una crítica radical de la historia, que no solamente busca entender el pasado, sino también transformarlo; lo que Marx propone dice la investigadora, es la revalorización de las luchas de clases y la centralidad de la economía en la historia.

La postura de Wood enfatiza la importancia del materialismo histórico y la necesidad de una interpretación que no reduzca la historia a meras narrativas culturales o ideológicas; el marxismo debe centrarse en las relaciones de producción y las estructuras económicas como motores del cambio social, desafiando visiones que diluyen la lucha de clases en un contexto más amplio.

Ahora bien, hemos mostrado las maneras de entender y comprender el pensamiento de Marx, esas son posturas, líneas de pensamiento crítico al llamado marxismo, pero eso no es “neomarxismo”. El neomarxismo es una corriente de pensamiento distinta a la postura de los Marxistas Clásicos, con características e interpretaciones diferentes a las que concibieron Marx y Engels: abandona el concepto de lucha de clases y el materialismo dialéctico, y se enfoca más hacia aspectos psicológicos, sociológicos y culturales que en el determinismo económico; rechaza la estrategia directa del asalto al poder y propone conquistar la cultura, la ideología, la política y los sentidos comunes de la sociedad, es decir, la «superestructura», para desde allí controlar la estructura económica; y archivan los viejos programas comunistas y disuelve los viejos partidos de cuadros, desarrollando en su lugar batallas sectoriales que van construyendo una nueva superestructura de la sociedad, como el radicalismo ambiental, una teoría de los derechos humanos, la ideología de género, entre otros.

Las corrientes neomarxistas son la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, el estructuralismo de Louis Althusser, el marxismo analítico, la filosofía de la praxis, entre otros; el neomarxismo representa una reinterpretación centrada en la conquista de la superestructura cultural e ideológica de la sociedad, postura muy distanciada de las ideas originarias escritas por Marx y Engels.

En Venezuela la postura de Ludovico Silva ha sido una de las más originales que se hayan podido desarrollar en el continente latinoamericano, proponiendo  ser reinterpretada en su originalidad y estilo literario, alejándose del dogmatismo y la ortodoxia que predominaban en las interpretaciones soviéticas del marxismo; Silva se opuso al a estudiar a Marx según un “Manual” o recetario; según él, Marx debe ser comprendido desde un conjunto rígido de principios, argumentando que los conceptos de Marx debían ser vistos como dinámicos y no estáticos. Esto implicaba que la dialéctica marxista era un método para interpretar la historia a través de su estructura dinámica, en lugar de ser una teoría filosófica que explicara la realidad físico-natural. Silva también enfatizaba la importancia del estilo literario de Marx, sugiriendo que su brillantez como escritor era esencial para entender su crítica social y económica. Silva argumenta que el estilo no era un simple adorno, sino un componente integral del pensamiento de Marx, que permitía una comprensión más profunda de sus conceptos. Marx representa un enfoque crítico y renovador hacia el análisis del capitalismo y la historia, que debe ser asimilado y continuado de manera crítica, en lugar de ser aplicado mecánicamente…Valga preguntarnos: ¿qué estamos haciendo hoy día por entender a Marx y trascender las circunstancias?

[email protected]

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba