En Venezuela hay hambre
En la esquina, el perrero anunció los nuevos precios. Ahora el pequeño cuesta 50 Bs. y avisó que dentro de poco volverá a aumentar. Un señor pagó los dos que había devorado hambriento con un billete de 100 Bs. y siguió caminando a su casa, 15 cuadras después. Los 20 Bs. de vuelto que antes recibía, servían para costear el bus a casa, pero se lo tragó la inflación. Tocó irse a pie, rezando para que ningún amigo de lo ajeno le quitara los harapos o el “vergatario”.
11,3% de los venezolanos están comiendo dos o menos veces al día. A 8 de cada 10 no les alcanza el dinero para comprar los alimentos para su hogar. La crisis hizo de la cola un punto de encuentro de todos los ciudadanos. La desesperación y la angustia son acompañantes de quienes andan de aquí para allá hurgando entre abastos, bodegas, buhoneros y bachaqueros para completar el mercadito del “diario”.
La hipertensión y la diabetes son hoy en día las dos enfermedades más registradas en la caótica Venezuela. Ambas, con altísima escasez de medicamentos, están asociadas al estrés, al ritmo de vida ajetreado y a la mala alimentación.
La carne de Mercal y el pollo de Pdval ya no están de moda. La mortadela se impuso con mucha ventaja. En los 10 principales alimentos del venezolano hay más carbohidratos que proteínas. Una nación débil que subsiste con muchos estómagos vacíos. En estas condiciones nuestro país no puede subirse al tren de la globalización ni seguirle el trote a los avances del mundo. “Venezuela es un lunar en la región” dijo hace poco el ex presidente del Perú, Alejandro Toledo.
La ficción del menú latinoamericano con el que Chávez proveía a los pobres, labrando jugosas importaciones sobrefacturadas con las que hizo ricos a decenas de boliburgueses, desapareció. Terminó la ilusión de que todo lo importado era bueno. Siempre fue un espejismo. Llegamos a tener en una misma mesa el plato del ALBA: carne uruguaya, chorizo argentino, pollo brasileño, caraota nicaragüense, azúcar cubana, atún ecuatoriano y especias del Caribe.
Un estudio recientemente publicado por la USB, la UCAB y la UCV, destaca dos datos electrizantes: 11% de los ciudadanos consultados aseguraron sentirse angustiados o deprimidos todo el tiempo por la situación económica y 31% expresó haber experimentado tristeza por esa misma razón. Esta es una pista de aterrizaje para aquella campaña “Venezuela es el país más feliz del mundo”.
Al ras de esta situación y en el marco del primero de mayo, el Partido Socialista Unido de Venezuela realizará una rifa nacional a través de un juego de azar llamado “Raspa a la oposición”. Sí, tal cual. En alusión a los populares tiquetes de raspaditos que se usan en las loterías, el partido de gobierno simulará cómo su militancia “raspa” con una moneda a la disidencia. No se muestran preocupados por el hambre que desplaza al país hacia realidades vividas a principios del siglo XX. La misión del gobierno es continuar con su ofensiva, la que traerá más escasez, más inflación, más hampa, más estrés, más depresión y más caos.
Mientras todo esto sucede, a Maduro le pegan un mango por la cabeza y responde regalando un apartamento a la valiente que ejecutó tal maniobra.
Volvieron los tiempos del lactovisoy, el fororo, el menestrón, el zaperoco de maíz cariaco, el funche y el ocumo sancochado… Puro carbohidrato, cuando se consiguen.
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