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Elecciones en Venezuela ¿La hora final del chavismo?

El próximo domingo 28 de julio Venezuela tendrá unas elecciones presidenciales históricas. En el plano formal, se enfrentarán varios candidatos, pero la clave está en la disputa entre el actual gobernante Nicolás Maduro contra el líder de la oposición, Edmundo González. Sin embargo, el tema es mucho más profundo que los nombres específicos que aparecerán en los votos: de hecho, hasta hace algún tiempo la figura más relevante de la lucha contra el chavismo y que era una candidata presidencial muy fuerte era María Corina Machado, pero no pudo asumir el desafío porque la dictadura la descalificó tras haber ganado las primarias, así como tampoco fue posible inscribir a la sustituta, la filósofa Corina Yoris.

Es necesario entender que esta elección no está planteada sobre dos nombres, sino sobre dos conceptos: dictadura o democracia. Una eventual victoria de Maduro significaría la perpetuación del régimen iniciado por Hugo Chávez y seguido por el propio Maduro, en tanto un triunfo de la oposición abriría paso al restablecimiento de la democracia en Venezuela, y con ello se abriría una nueva etapa en la historia del país. La dicotomía parece clara, pues se enfrentan casi un cuarto de siglo de Revolución Bolivariana contra la posibilidad de construir un futuro diferente y diverso, en el cual pueda revertirse la etapa de violencia y decadencia experimentada por los venezolanos.

Efectivamente, desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999 han pasado 25 años; en tanto desde que asumió Nicolás Maduro en 2013 han transcurrido 11 años. En ese período hubo un proceso constituyente para fundar el régimen –el de la Revolución Bolivariana–, la democracia venezolana prácticamente desapareció, se ha producido una acumulación del poder y las instituciones independientes han tendido a desaparecer. Por otra parte, ha existido una notoria pauperización de la sociedad, más de seis millones de venezolanos han dejado su país (casi el 20% de la población) y los problemas sociales son crecientes, y van de la mano de una crisis económica aguda. El Producto Interno Bruto (PIB) ha caído de una manera dramática –si bien hubo un alza entre 2005 y 2013, durante el boom de los commodities– y hoy el ingreso per cápita está bajo los 4 mil dólares, tras haber llegado a más de diez mil.

En términos de relaciones internacionales, Venezuela se ha convertido en una especie de paria, que solo cuenta con el apoyo decidido de otra dictadura, la Cuba de Miguel Díaz-Canel, en tanto los países democráticos exigen a Maduro el respeto a los derechos humanos y el regreso a la democracia. Al respecto, resulta interesante la declaración emitida por los gobiernos de Argentina, Costa Rica, Guatemala, Paraguay y Uruguay, los que manifestaron su preocupación por el hostigamiento contra los dirigentes y partidarios de la oposición, que incluye la detención arbitraria de figuras ligadas a los detractores del régimen. Por lo mismo, pidieron el “inmediato cese del hostigamiento, persecución y represión contra activistas políticos y sociales de la oposición, así como la liberación de todos los presos políticos”. Aunque en entrevista al candidato, Andrés Oppenheimer planteó que el ambiente latinoamericano no es propicio para la oposición venezolana, se manifestó convencido de que la comunidad internacional –como lo ha hecho hasta ahora– apoyará un proceso de paz, elecciones transparentes y justas, que se respeten los resultados, en aras de una democratización de Venezuela (en «Oppenheimer Presenta», de CNN, 15 de julio de 2024).

Desde que llegó Hugo Chávez al gobierno se han producido al menos tres cambios relevantes en Venezuela. El primero es que a comienzos de este siglo XXI la Revolución Boliviariana se presentaba como la gran esperanza de un futuro mejor, en tanto hoy es parte de una historia dolorosa para el pueblo venezolano: el contraste entre la promesa y la realidad es decisivo para comprender la visión actual sobre la dictadura de Nicolás Maduro. La segunda diferencia se aprecia en términos de liderazgos, por cuanto Chávez tenía una gran capacidad política y un liderazgo evidente, no solo en Venezuela, sino en la región; con Maduro ocurre al revés, por cuanto no tiene el mismo apoyo, carece de respeto y respaldo a nivel internacional y tiene al país sumido en la pobreza. El tercer aspecto es la enorme emigración que ha existido en el otrora rico país petrolero, cuyos ciudadanos buscan oportunidades en otras zonas del continente en el mundo.

Quizá por todo eso hoy se advierte con mayor claridad la posibilidad de una victoria opositora y se alcanza a vislumbrar el regreso de la democracia en Venezuela. Incluso diversos personeros señalan que es prácticamente imposible que se produzca un fraude masivo que impida la derrota de Maduro, a quien las encuestas no le asignan más de un 25%, aunque hay que mirar con prudencia esos instrumentos. En cualquier caso, se puede percibir una gran esperanza y unidad en la oposición más organizada, así como también enfrentarán los comicios con atención, resguardando que se cumplan las normas, que la gente pueda votar con libertad y que se respeten los resultados. María Corina Machado ha señalado que existe una verdadera “épica colectiva” en esta batalla electoral, en una reciente entrevista a NTN24 (de este 19 de julio). Otros, entre esperanzados y cansados, señalan que se viene un tsunami popular, que provocará el cambio en Venezuela. Queda solo una semana, pero todo indica que nunca antes fue más posible generar una modificación en el escenario de omnipotencia que disfrutaba el régimen bolivariano. Será necesario estar atentos: el “tarjetón electoral” destaca a un risueño Nicolás Maduro, en tanto queda relegado en el voto González, el líder opositor. Tampoco ha existido igual acceso a los medios, la persecución hacia los líderes opositores se ha repetido y no sabemos qué ocurrirá el día de los comicios.

Sin perjuicio de lo anterior, de suceder las cosas como se supone, habrá mucho trabajo por delante, y después de instalado un nuevo gobierno, con una orientación diferente, quedan importantes tareas por realizar, tanto en el plano moral como en el institucional. Desde luego, es necesario restablecer las bases de la convivencia social y de la paz cívica en Venezuela, así como la erradicación del odio y el crimen. A continuación será necesario impulsar el desarrollo económico, lo cual tiene un doble objetivo: legitimar al nuevo gobierno y permitir mejores condiciones de vida para la población. Finalmente, será necesario fomentar el regreso de los venezolanos que han dejado su patria, de manera que las millones de personas que han partido al exilio puedan volver y con ello contribuir a la prosperidad de Venezuela, así como también a la política, para evitar a futuro el establecimiento de una nueva dictadura o proyecto como el bolivariano. Ese es el sentido del gobierno de unidad nacional que ha planteado Edmundo González en esta campaña.

Por otra parte, hay algo que no se puede olvidar, cualquiera que sea el resultado de las elecciones en Venezuela: el chavismo tiene hoy una altísima penetración en los órganos del Estado, en las empresas fiscales y en las Fuerzas Armadas. De esta manera, si la oposición logra ganar las elecciones y se reconoce esta victoria, todavía quedaría mucho camino por delante. Por lo mismo, no basta la esperanza: se requiere mucho trabajo, atención, resguardos y un proyecto de futuro. No es poca cosa, tras años de sacrificios.

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