El violín y la aplanadora
Wuilly Moisés Arteaga, el joven violinista de las barricadas, fue apresado por la GNB durante una manifestación en Caracas. Además de haber permanecido aislado, le quemaron su cabello y lo golpearon fuertemente en la cabeza y rostro, lo que hizo que perdiera la audición del oído derecho. Wuilly fue trasladado al Palacio de Justicia de Caracas y fue presentado ante un tribunal que determinó que continuará detenido, ya que al músico le imputan los delitos de “instigación pública y detentación de sustancias incendiarias”. No es la primera vez que arremeten contra él. En otra oportunidad fue sometido a una brutal golpiza y despojado de su violín para ser destruido, aplastado por las botas de los militares y paramilitares asesinos que reprimen las manifestaciones pacíficas que claman por democracia en Venezuela. Hasta aquí las noticias que circulan en las redes.
Vamos a tratar de dilucidar el por qué del odio y el ensañamiento de los verdugos del régimen contra este indefenso músico. Una de las respuestas la encontramos en 1984 de George Orwell, libro publicado en 1945, que describió en forma premonitoria la utopía totalitaria de una sociedad y una nación cayéndose a pedazos, dirigida por un gigantesco y abrumador aparato de propaganda. Unos fragmentos de la novela ilustran la terrible lógica de lo que sería en el presente la reedición de esta pesadilla: “Los hombres, deben ser dirigidos por aquellos que son más fuertes que ellos. El bien de los otros no nos interesa, solo buscamos el poder, nada mas que el poder. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución. Se hace una revolución para establecer una dictadura”. Por cierto, desde 1960, dicho libro está prohibido en Cuba y quien se arriesgue a obtenerlo, leerlo o comentarlo es encarcelado de inmediato.
El mundo orwelliano de 1984, revela la esencia del totalitarismo: “Luego del control de los recursos de la nación, lo que importa ahora es controlar la mente. La realidad está en el interior de la cabeza: El poder real, el poder por el cual debemos luchar día y noche, es el poder sobre los individuos ¿Cómo aseguramos el poder sobre el prójimo? ¡…Haciéndole sufrir!. La obediencia no basta. El poder es infringir sufrimiento y humillaciones. El poder es destruir el espíritu humano en pedazos que se juntan después bajo nuevos patrones armados por nosotros. ¿Qué clase de mundo estamos creando? Un mundo de temor, miedo, traición, tormento. Un mundo de aplastadores y aplastados, un mundo que a medida que lo afinemos se volverá cada vez más despiadado. El progreso de nuestro mundo será el progreso hacia el sufrimiento. Nuestra civilización está fundada sobre el odio; no habrá otras emociones que el temor, la rabia, el triunfo y la humillación. Destruiremos el resto”.
En el comunismo, llámese Stalinismo, Khmer Rouge, Castrismo o Chavomadurismo, se haya la matriz de todas estas aberraciones. Las botas que aplastaron el violín de Wuilly, son las mismas que en los años sesenta quisieron aplastar la libertad de conciencia del realizador ruso Andrei Tarkovski, autor del film El violín y la aplanadora, título de este artículo, en el que el tosco operario de una enorme aplanadora de asfalto se siente conmovido por primera vez en su vida por la música ejecutada por un niño violinista, dando nacimiento a una amistad entre la fuerza bruta y la sensibilidad musical, logrando transformar la vida del obrero. Tarkovski (1932-1986) y sus films fueron duramente criticados por el Partido Comunista y los comisarios políticos garantes de lo que se denominaba en Rusia el realismo socialista en el arte, es decir, la eliminación de toda expresión que no exaltara al socialismo real. Sus películas fueron prohibidas, forzándolo al exilio. El pensamiento único del Comunismo no permite desviaciones y menos que alguien se inspire en la música para transformar su existencia.
Como un antídoto contra el horror totalitario, la escritora Maria Popova relata que en un concierto de Bach en 1952, el filósofo alemán Josef Pieper, fue invitado a dirigirse al público durante el intermedio. Piepper habló de la perplejidad que sentimos por el encantamiento y el poder de la música, expresándose así: “La música es uno de los fenómenos más sorprendentes y misteriosos del mundo, lo que nos hace pensar que la música no es más que una filosofía secreta del alma”. Por eso, la dictadura comunista odia al joven violinista y a todo aquello que implique libertad de pensar y crear.
En defensa del violinista, podríamos esgrimir la frase de Nietzsche, quien proclamó: “Sin música la vida sería un error”. De allí que, confiemos en que Wuilly seguirá en la calle, enfrentándose a los matones del dictador, utilizando su instrumento para disparar Mozart, Bach y Beethoven (Rayma dixit), en “Tempo giusto”, “Vivace” y “ Prestissimo” en este momento “Maestoso ” del pueblo venezolano luchando por la democracia, hasta que los criminales en el poder ejecuten su “Tocata y Fuga”.
@edgarcherubini