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El triunfo de la desesperanza

Yo entiendo la desesperanza. El trabajo psicológico que el régimen ha hecho sobre los opositores ha sido intenso, cruel, efectivo. No todas las personas son capaces de bloquear su mente contra tantos mensajes negativos, sobre todo los que provienen de la misma oposición.

Lo que no logro entender es por qué un desesperanzado se dedica a difundir la desesperanza entre sus relacionados. Desesperanzados activos, los llamo yo. Y lo hacen de una manera digna de encomio. Yo no soy psicólogo social ni nada que se le parezca, pero me da la impresión de que la frustración de perder tantas batallas ante un régimen siniestro, que no da cuartel, los ha llevado a buscarse un nuevo enemigo y lo han encontrado en el liderazgo opositor. Con ellos no hay argumento que valga. El  liderazgo es demonizado y se le achacan cosas peores que a los que nos están oprimiendo. Muchas personas no fueron a votar porque fueron convencidos de que el liderazgo opositor es igual o incluso peor que los opresores.

Cuando analizo la situación me doy cuenta, no hay que ser adivino, de que estamos frente a un régimen perverso, corrupto, narcotraficante, armado, con aliados muy poderosos y peligrosos a nivel mundial y maligno hasta más no poder. Luchar contra ellos no es nada fácil. A veces me imagino a un desesperanzado activo tratando de liberarse de un psicópata fuertemente armado que lo tiene secuestrado. Así de difícil lo tiene la dirigencia.

Soy consciente de que el liderazgo opositor ha cometido errores. Estoy seguro de que el desesperanzado activo también los cometería ante el supuesto psicópata. No siempre he estado de acuerdo con sus estrategias pero las respeto porque solo ellos conocen las variables que toman en cuenta para tomar sus decisiones. Es muy fácil criticar desde afuera, yo mismo lo hago de vez en cuando, pero siento un profundo respeto por un grupo de personas, de ideas disímiles para complicar el panorama,  que se dedican a desarrollar una estrategia y la llevan adelante, aún a pesar de la malignidad del adversario y del resto de adversarios de tribuna. Me desagrada profundamente escuchar o leer a quienes se olvidan del enemigo real y arremeten sin clemencia contar el liderazgo opositor, achacándole un sinfín de males, la mayoría de ellos producto de la imaginación o de los laboratorios sucios del régimen.

Hoy, frente a la desesperanza, me atrevo a darle un voto de confianza a nuestro liderazgo. Estoy seguro de que ha logrado mucho y uno de sus mayores logros ha sido el apoyo activo de la comunidad internacional demócrata. También estoy seguro de que analizarán lo sucedido, ponderarán las nuevas variables y tomarán nuevas decisiones que serán apoyadas por algunos  y criticadas automática y despiadadamente por otros. Mientras tanto, el enemigo real sigue campante, a paso de vencedores. He tomado esta decisión descartando las otras opciones: resignarme, desesperanzarme y, peor aún, convertirme en un desesperanzado activo. A estos últimos los llamo a la reflexión. Sé exactamente a donde nos lleva el triunfo que acaban de obtener.

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