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El Síndrome de Estocolmo

“La comunidad se embrutece infinitamente más por el uso habitual del castigo que por la ocurrencia ocasional del delito.”

Oscar Wilde

Dr. José Miguel López C. MD, Msc

La capital de Suecia se vuelve protagonista del famoso síndrome, a partir de un asalto bancario el 23 de agosto de 1973 en el banco Kreditbanken de esa ciudad, siendo el primer evento criminal transmitido en vivo en Suecia. Un individuo de nombre Jan Erik Olsson, un convicto que estaba de permiso penitenciario, fue a ejecutar un robo en dicha entidad bancaria, sin embargo, las cosas no salieron, aparentemente, de acuerdo a lo que planeó y se tornó rápidamente en un escenario de crisis, por lo que se atrincheró y tomó rehenes. Un agente policial resultó herido, dado que actuó de manera frontal y se desencadenó un intercambio de disparos. El captor tomó cuatro rehenes y exigió que se llamase a un amigo, otro hampón, Clark Olofsson y lo dejasen ir hasta allí. El gobierno aceptó la petición con la esperanza que fungiese como intermediario.Las otras peticiones del atracador fueron: un rescate de tres millones de coronas suecas, dos pistolas, chalecos antibalas, cascos y un carro.Las negociaciones eran de todo tipo, incluyendo los contactos con el gobierno en el transcurso de los seis días del secuestro, por parte de los captores. Dos llamadas fueron hechas al primer ministro sueco Olof Palme, donde se le advertía que morirían los rehenes si no eran cumplidas sus demandas, sin embargo, una de los llamados dejó “de piedra” a todos al tratarse de una de las rehenes, Kristin Ehnmarkquien comento a Palme su descontento de cómo estaba gestionando la policía el asunto y criticó la contundente forma de repeler el atraco. Pidió que dejasen salir de allí a los atracadores y que estos pudiesen llevarse consigo a los rehenes.El 28 de agosto la policía entró en el banco tras lanzar gas al interior y detuvo a Olsson y Olofsson, dejando en libertad a los cuatro rehenes.Kristin Ehnmark se negó a colaborar con la justicia al no declarar en el juicio contra sus captores. Un periodista aseguró haber visto besarse a la mujer con uno de los atracadores. El criminólogo Nils Bejerot acuñó el término síndrome de Estocolmo para referirse a esta conducta y, desde entonces, se utiliza para cualquier situación en la que los rehenes se sienten identificados, empatizan e inclusive conectan afectivamente con sus captores.Quizá o definitivamente, el caso de Patty Hearst sea el más importante y documentado en cuanto al cuadro que se trata de graficar para este artículo. A sus 19 años, Patty era una joven multimillonaria, nieta del magnate de negocios, en particular de la prensa, William Randolph Hearst, el mismo al que se le representa en la famosa película “El Ciudadano Kane”. Patty Hearst vivía en un apartamento del campus de Berkeley junto con un profesor de guitarra del que se enamoró. El 5 de febrero de 1974, unos desconocidos entraron en su casa, redujeron a su novio con melena y a un vecino con ganas de ayudar y la secuestraron, creando así el inicio del que quizás sea el secuestro más famoso del siglo XX, incluyendo largometraje entre otros elementos cinematográficos y por supuesto “toneladas” de prensa escrita y televisión.Mientras medio mundo se preguntaba qué había sido de la heredera, ella pasaba días y noches encerrada en un armario y sometida a vejaciones de todo tipo por los integrantes del grandilocuente Ejército Simbiótico de Liberación (SLA). Tanto en las noticias de la época como en las actuales, a propósito que se cumplen 45 años del evento, la traducción de la organización de los secuestradores ha sido la referida, EjércitoSimbiótico de Liberación, pero la realidad es que de simbiótico no había nada, ni siquiera era posible que supiesen lo que el términoquería decir, un neologismo para creerse originales.El término real era Symbionese Liberation Army (SLA) que puede traducirse como Ejército Simbionés de Liberación, sin embargo, las características del grupo y la pseudo ideologìa, que en apariencia practicaban, pudiesen calificarlo como simbiótico, quizás, ya que se autodefinían como «una entidad armónica surgida de entidades y organismos capaces de vivir en profunda y amorosa armonía, así como en compañerismo, en interés de la entidad.» Como es posible apreciar, trataban de crear una forma de pseudo intelectualidad, bastante útil en mentes alienadas, ideologizadas, cargadas de discurso político anti sistema, pequeños cerebros lavados una y otra vez en interminables arengas ultra izquierdistas. Su símbolo era una cobra de siete cabezas, la cual, según ellos, era emblema de gran antigüedad que representaba la simbiosis universal, la realidad es que esa serpiente no representa nada bueno, con excepción de aquella que le servía de cama a Visnú y que fue usada para batir el inmenso océano de leche primigenio. La otra, la Hidra de Lerna, que custodiaba las puertas del inframundo fue muerta por Heracles (Hércules) como parte de los trabajos que le fueron encargados y por último de todo lo malo que representa la serpiente poli céfalo, la bestia del apocalipsis bíblico.Se trataba de un grupo sectario que practicaba el sexo libre y que estaba aislado de la realidad social y legal imperante. Convirtieron el secuestro de Patty en un chantaje a las autoridades y a su padre, que debían cumplir dos condiciones:liberar a dos militantes del SLA presos en San Quintín y entregar “una cesta con comida de calidad por valor de 70 dólares” a todos los californianos pobres. Lo de los convictos no se tomó en cuenta. Pero las crónicas de la época cuentan que el padre de Patty gastó millones de dólares en alimentos que repartió por la Bahía de San Francisco. Sin embargo y aparentemente, la comida no fue de la calidad deseada por los secuestradores, quetenían la orden claray pedían pavo, jugo de tomate y latas de carne superior entre otras viandas, y quizás por ello, la chica no apareció en la fecha acordada.Pasaban las semanas y el secuestro más mediático de la época se dilataba hasta que, un par de meses después de su rapto,Patricia comunicaba a través de una cinta casete que formaba parte del grupo terrorista y que estaba dispuesta a “quedarse y pelear”.También aprovechaba la ocasión para pedir que no la llamaran más por su nombre, queahora prefería responder al de Tania, en recuerdo y honor a otra sediciosa célebre, la compañera sentimental del CheGuevara, Tamara Bunke, alias “Tania”.Pero las sorpresas solo acababan de empezar. A los pocos días, las cámaras de seguridad de un banco de San Francisco grababan a varios asaltantes entre los que se encontraba Patricia. Además de ir armada, la heredera iba ataviada como la perfecta revolucionaria de los setenta. A su foto con el logo del SLA solo le faltaba su confesión tras la muerte de uno desus captores a manos de la policía cuando esperaban detenerla a ella. Envió otra cinta en la queconfesaba un amor más platónico que el Cancionero de Petrarca, por un tal Cujo, “el más gentil y hermoso hombre que he conocido”.Tan platónico y entregado era el romance que en la cinta decía nunca Cujo ni yo habíamos amado de la forma que lo hicimos. El establecimiento de nuestra relación fue también un compromiso con la lucha y el amor por nuestro pueblo. Pasaron los meses y el seguimiento mediático del caso pasó a formar parte de la vida diaria de los estadounidenses. Más de año y medio después de su secuestro, el 18 de septiembre de 1975 fue arrestada por fin. Patricia siguió sorprendiendo a autoridades y allegados. Cuando, en la ficha carcelaria le preguntaron su profesión omitió el hecho de que en los tiempos de el de la guitarra y el campus, había obtenido una brillante licenciatura en Zoología y aseguró que ella era “guerrillera urbana”.Meses más tarde se inició uno de los juicios más famosos de la historia de Estados Unidos. Abogados de tarifas imposibles recurrieron a la atenuante más moderna que encontraron, aunque sin jurisprudencia todavía ni, aunque fueras la nieta del inspirador de Ciudadano Kane. En 1976, el Síndrome de Estocolmo apenas se conocía, y los abogados no convencieron al tribunal. Así que Patricia escuchó una sentencia de 35 años. Luego una de 10. Y finalmente solo cumplió 22 meses gracias a una amnistía que concedió el presidente Jimmy Carter (siempre Carter) y fue indultada definitivamente por Bill Clinton (qué raro que los demócratas no estuviesen metidos) en los noventa.Algunos medios contaron que en la cárcel se enamoró de un guardia, no se sabe, ella apenas daba entrevistas. Lo que sí ocurrió es que tan solo 24 horas después de salir de prisión se enamoró del guardaespaldas que le puso su familia. Se casó con él y enseguida y tuvo hijos.Se trata entonces de un cuadro, el Síndrome de Estocolmo, que, de acuerdo a cifras del FBI, se presenta en aproximadamente 27 por ciento de los casos de secuestro. Hay algunas opiniones psicológicas que afirman que para que se de este cuadro no tiene que existir violencia entre el secuestrador y el rehén. Esto no es cierto, baste con saber el caso de Patty Hearst donde además ser salvajemente violada por todos los integrantes del SLA, también le fue cortada una oreja como prueba de su cautiverio y aunasí lo desarrolló.No se puede pasar por el secuestro sin ser tocado por el calvario psicológicamente. El síndrome de Estocolmo es un fenómeno paradójico en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, lo cual ha sido observado en diferentes casos, tales como secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja, miembros de cultos, actos terroristas, prisioneros de guerra, campos de concentración, etc. La pregunta que pudiese ser formulada resultaría de la existencia de un posible Síndrome de Estocolmo Social y donde un grupopoblacional sometido a carencias de manera crónica carencias alimentarias, carencias de seguridad, de libertad, puede terminar aceptando e inclusive alabando a los generadores de dicho maltrato. Es momento entonces para hacer la definición justa, basada en los criterios aquí referenciados: El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con quien la ha secuestrado. Se debe, principalmente, a que malinterpretan la ausencia de violencia o quizás la violencia minimizada, o tal vez la tortura soportable antes que la muerte, siendo interpretado como acto un acto de humanidad por parte del secuestrador. El concepto individual puede ser redibujado para el contexto social como: Conjunto de reacciones de aprobación por parte de la masa poblacional hacia dirigencias oficiales y opositoras cómplices con miras a obtener una disminución del empeoramiento de las condiciones de deprivación de necesidades básicas y sociales o simplemente para que la tortura se haga rutinaria y tolerable.El famoso “hierro ardiendo” aplicaría bien como una metáfora del síndrome.Si bien desde el punto de vista psiquiátrico, no existen clasificaciones que permitan incluir al Síndrome de Estocolmo como una entidad psiquiátrica definida aunque quizás rara, la mayoría de especialistas señalan que las personas con el cuadro presentan los mismos síntomas que las diagnosticadas con el trastorno de estrés postraumático (TEPT) tales como: insomnio, pesadillas, irritabilidad general, dificultad para concentrarse, facilidad para sobresaltarse, sensaciones de irrealidad o de confusión, incapacidad para disfrutar de experiencias que antes resultaban placenteras, aumento de desconfianza de los demás y flashbacks. Estos síntomas tendrían un correlato social de iguales características, donde el aislamiento y el ruego por la supervivencia serían los más destacado, sin dejar atrás el insomnio colectivo, la inestabilidad emocional ante la oscuridad provocada, incapacidad social para el disfrute, ni siquiera de los pequeños placeres, la coartación del desplazamientos por las amenazas, y derivado de todo ello, la colocación de un cerebro social en funcionamiento casi basal con un aumento de las expectativas de tal manera que cualquier pequeña luz sea percibida en grado superlativo y visualizando una posible o salvación, en un hecho casi indiscutible.Las causas que originan tal comportamiento se deben a lo siguiente: Tanto el rehén o la víctima social o dupla gobierno-colaboracionismo, como generadores de la situación, persiguen la meta de salir ilesos o lo menos destruidos posible, del incidente, ambos, por ello cooperan. Los rehenes (sociedad) tratan de protegerse, en un contexto de situaciones que les resultan incontrolables, por ello tratan de cumplir los deseos de sus captores. Los que tienen el control y aquellos que colaboran para que el control se mantenga, en particular estos últimos, se presentan como benefactores ante los rehenes para hacer parecer que hay esperanza, cuando en realidad lo que se quiere es negociar el rescate y la permanencia igual de las cosas en el contexto social. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los que toman las decisiones que les permiten contar la historia. Con base en la trayectoria de desarrollo personal, puede verse el acercamiento de las víctimas con los delincuentes, una reacción desarrollada durante la infancia. Un infante que percibe el enojo de su progenitor o el maltrato, sufre por ello y trata de “comportarse bien”, para evitar la situación. El infante, aunque la figura de autoridad lo maltrate, por ejemplo, con el silencio, busca que lo quieran, se acerca y si no lo miman llora. Este reflejo se puede volver a activar en una situación extrema, y teniendo en cuenta que las edades cronológicas individuales pueden ser representadas a nivel social con iguales criterios, por ejemplo, Inglaterra tiene mucha más edad, socialmente hablando que Venezuela, España de igual forma, Egiptomás que Europa, Israel más que Egipto. India también es un país longevo y así muchos ejemplos, por ello se deduce que Venezuela, socialmente hablando, tiene una edad de infante o quizás de adolescente por lo que se justificarían comportamientos pueriles, pero teniendo en cuenta que son por inmadurez social, y valga el comentario para decir que, en las sociedades más longevas, las situaciones de crueldad social son raras por no decir que inexistentes. La pérdida total del control con la que el rehén tiene que vivir, es difícil de asimilar. Se hace más soportable para la víctima convenciéndose a sí misma de que tiene algún sentido y puede llevarla a identificarse con los motivos del autor del delito. Socialmente y viendo y creyendo en el mensaje positivo selectivo y excluyendo aquellos posibles riesgos, se tiende a ver que la solución es próxima, quizás para no imaginarse siquiera lo que el monstruo es capaz de hacer. Aunque fue identificado en un principio en rehenes, también se ha diagnosticado este síndrome en personas que son agredidas en su entorno familiar, víctimas de incestos, miembros de determinadas sectas, prisioneros en campos de concentración, prisioneros de guerra y niños torturados psicológicamente. Quienes padecen de este síndrome y/o a quienes tienen familiares y amigos con él, es fundamental que se acerquen a los centros de salud locales, los cuales ofrecen asesoramiento en relación al tema y pueden ayudarles a solucionar esta situación. Para cerrar es posible decir que aquella conexión afectiva entre maltratadores y maltratados es una condición que ocurre aproximadamente en uno de cada cuatro secuestros y cuando se trata que el rehén se llama sociedad, se mantienen las estadísticas, es decir, uno de cada cuatro ciudadanos va a seguir justificando las acciones de sus captores (dupla gobierno-colaboracionistas). En ocasiones estas conexiones van de la mano con entornos afectivos dominantes, personas con corazones muy grandes, por un lado, y otros que de manera adulatoria se conectan con los controladores como estrategia de supervivencia, convirtiéndola en una relación donde por un lado se preservaba la vida y el captor obtenía beneficios, por ejemplo, sexuales, de trabajo, eufemísticamente, una dinámica de ganar-ganar. Particularmente este último modelo se vio en los campos de concentración nazis donde se escogían a los que hablaban el idioma, no estaban enfermos y otros requisitos para que se encargasen del trabajo más difícil y que los soldados no querían hacer, en el caso de los nazis, recoger los cadáveres luego de ser gaseados y llevarlos a los crematorios. Sin embargo, en dinámicas como las de los nazis, pudiese existir confusión. En aquello que pudiese ser considerado un síndrome de Estocolmo, no muy bien definido, con actos heroicos para sobrevivir o proteger a un ser querido, se deja clara la diferencia con en el auténtico síndrome, el maltratado desarrolla simpatía y afectividad sentimental por quién lo viola y golpea, de aquí la comparación con parejas disfuncionales, entonces no se trata de personas que se dejan golpear para mantenerse un díamás vivos, se trata de personas que ven a los monstruos como humanos sensibles que no tuvieron otra opción que secuestrarlos, que hacerlos vivir en condiciones de penuria. Entre los factores agravantes del cuadro está el hecho que la interacción, la poca que exista, se realiza generalmente con una o pocas personas durante largos períodos de tiempo, se pierde la heterogeneidad en el conocimiento social, en la relación cotidiana de múltiples caras y caracteres y que hacen que a lo largo del tiempo se forme un juicio sobre lo que se acepta y lo que se rechaza. En el caso del síndrome a nivel social, el largo tiempo de cautiverio, la constante observación delas mismascaras informativas y la escucha de un discurso predecible y generalmente increíble, hacen que el cerebro asimile que sus días están confinados a un escenario no deseado pero permanente y por eso setrata de hacer vida en el mismo, olvidando la maldad que rodea a los que se adaptan, por ello lo más importante a nivel social o individual es no olvidar de donde nacieron las penurias actuales. Una cosa es adaptarse para no morir y otra es convalidar las crueldades de los monstruos. Es necesario mantenerse siempre con el foco claro, sin odio, sin rabia, así, en el momento de la liberación, no existirá el duelo por la pérdida del objeto amado sino el regocijo por haberlo dejado y que haya sido castigado.

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