El silencio se instala
Brian Fincheltub
De los propósitos iniciales del chavismo, hay uno que aunque les ha costado tiempo, dinero y sobre todo mucho chantaje, están muy cerca de conseguir: silenciar a la sociedad venezolana. Para silenciar a un pueblo no hay mejor manera de comenzar que acallando sus medios de comunicación. Si dejas a la mayoría de la gente sin la posibilidad de contrastar la noticia de la propaganda, la mentira de la verdad, la opinión de la manipulación, los dejas indefensos, a merced de un aparato de falsedades construido para odiar, juzgar y linchar al que piensa diferente, pero también para premiar, aplaudir y celebrar al que se rinde y termina por arrodillarse a sus verdugos.
En una sociedad compleja como la nuestra, donde las necesidades se han vuelto cada vez más básicas, el común de la gente antes de luchar por su derecho a informarse, tiene que luchar para sobrevivir. Otro segmento, una minoría cada vez más pequeña, aunque dispone aún de los medios para acceder a la información, prefiere optar por el aislacionismo, una táctica también de supervivencia que les permite vivir “tranquilos”, sin el estrés que significa seguir en detalle acontecimientos que se sobreponen unos a otros y que no permiten ni siquiera reaccionar.
Que queden cada vez menos medios que censurar, cerrar o comprar con los dineros de la corrupción también aumenta el costo de la opinión individual. Si usted decide pese a todo hablar, irán por usted y tocarán la puerta, aunque lo que sus dichos apenas hayan sido leído por sus cien seguidores de tuiter. Quizás su tuit solo no represente ninguna amenaza para una dictadura fuerte y poderosa, pero más allá de castigarlo a usted lo que se busca es enviar un mensaje a los demás: esto es lo que le pasa a los que se atreven.
Las dictaduras y el periodismo libre no pueden convivir. Aquí muchos dicen que el plan para enterrar la libertad de expresión empezó con el cierre de RCTV, pero en realidad todo esto comenzó cuando en noviembre de 1992 un grupo de militares golpistas masacraron al personal de VTV, entendiendo desde ese entonces que el control de los medios de comunicación era fundamental para instaurar su proyecto de hambre y destrucción en Venezuela. Esta semana le tocó a El Nacional, a quienes envío toda mi solidaridad, y aunque estamos seguros no será la última víctima, hay algo con lo que jamás podrán: con la fuerza y el poder de la realidad. De ella no se escapa nunca, no siquiera los propios censores.