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El San Juan de Invierno y el Niño Sol

La naturaleza obedece a un Orden y a una Ley trascendentes. Ante esa fuerza generadora desconocida, albergamos el sentimiento de lo sagrado ante la vida y el universo.  Los símbolos son vínculos entre el mundo manifiesto que percibimos y ese orden cósmico.  Las alegorías y símbolos, activan las resonancias intuitivas que, en un momento dado y en condiciones psíquicas concretas, posibilitan un nuevo tipo de percepción, una lectura diferente de la realidad. La comprensión de un símbolo requiere de una íntima vivencia personal y provoca una «emoción”, “un encantamiento”, difícilmente comunicable.

En este sentido, el solsticio de invierno es un acontecimiento cuya simbología se remonta a las tradiciones culturales más antiguas de la humanidad.

El solsticio es un evento astronómico que sólo dura un instante y según las previsiones realizadas por el Instituto de Mecánica Celeste (IMCCE) de Francia, ha sido pautado para que ocurra el 21 de diciembre, a las 10h44, y ese será el último día más corto del año.  A partir de ese momento, los días comenzarán a prolongarse y la oscuridad a disminuir, la luz va a ser cada vez más intensa y la Tierra, en sus movimientos de translación y circunvalación comenzará a acercarse al Sol.

El calendario juliano estableció el 25 de diciembre como el solsticio de invierno en el hemisferio Norte y en 1582, el papa Gregorio XIII, aunque decretó el cambio al nuevo calendario, fijó la fiesta de Navidad el 25 de ese mes.  No es una coincidencia que el solsticio de invierno y la celebración del nacimiento del niño Dios se den en estos días.  Navidad viene del latín nativitas, que significa «el aniversario de un retorno», es decir, del renacer del Sol, el Sol Invictus. En efecto, a partir de esa fecha el sol renace en todo su esplendor y los días comienzan a ser más largos.

El símbolo cósmico puede haber mutado en su significado de una civilización a otra, pero siempre ha conservado su esencia a pesar de las variaciones culturales. Por eso es interesante revisar la simbología asociada con las celebraciones de los dos San Juan.  El día más largo correspondiente a la fiesta de San Juan Bautista llama el solsticio de verano, que se celebra en Venezuela con los tambores de Barlovento el 24 de junio y el día más corto del año es la fiesta de San Juan el evangelista llamado el solsticio de invierno la noche del 24 de diciembre o días antes.

Esa celebración tiene sus orígenes en la antigua Roma, con la tradición de las fiestas de Janus, el dios de dos caras. Janus significa Janua «puerta de acceso», es el dios de las puertas, de los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre del latín Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a enero.  Las representaciones del dios, lo describen con dos rostros, uno que mira al pasado y otro que observa el futuro.  Los romanos celebraban la fiesta de Janus, el que «abre» y «cierra» las puertas del ciclo anual. Después de la cristianización de los mitos paganos, los dos Juanes tomaron el lugar de Janus.

Las celebraciones con sus ceremonias y rituales como los de Navidad y Año Nuevo, son la respuesta a la búsqueda y necesidad profunda como ser humano de renacer, de poder empezar de nuevo su vida, como sucedía en los antiguos rituales ante los ciclos renovadores de las estaciones, donde las culturas agrarias percibían en la naturaleza y en la lectura de los astros el sentido de su permanencia y supervivencia en el mundo.

El San Juan de invierno, que simboliza el renacimiento del Sol invencible o el Sol que renace o el Niño Dios en la fe cristiana, aparecen en el corazón de la noche más larga del año, para marcar su fin y dar inicio al ascenso de la claridad, de la victoria de la luz sobre la oscuridad. Es el renacimiento del amor, de la generosidad, de recomenzar la vida con nuevos propósitos, de unirse y conjugar una alta dosis de fe en el triunfo de la razón, de ordenar el caos y hacer frente a las dificultades con rigor y coraje, tener confianza en si mismo y, lo más importante, transmitir esperanza. Navidad significa el renacimiento de la esperanza.

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