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El PUNTO NEGRO desde dónde todo sale

La verdad que nos atañe es que nosotros no decidimos que aparece en nuestra cabeza en forma de pensamientos, deseos, sentimientos o ideas, no somos los que los originamos, somos los que los padecemos. No podríamos decir el porqué de un interés que deseamos, si crees que no es así, te reto a que hagas 20 veces la pregunta ¿por qué…? A una idea que tuviste.

Daré una vuelta para llegar a explicar cuál es el sacrificio que nuestra existencia nos invita a hacer para hacer de nuestra vida algo totalmente extraordinario.

Soy el hombre más afortunado del mundo

En el año 1997 sucedió un sisma familiar que desencadenó en mí el período más oscuro de mi vida, haciéndome descender a las profundidades del infierno. Toqué el punto más bajo y profundo de fragilidad y devastación a consecuencia de ello. Todo en mi vida empezó a derrumbarse, mis relaciones familiares, mi economía, mi trabajo, las deudas se multiplicaron y tuve que aceptar de mi padre las comidas de cada día para alimentarme.

Aunque había sucedido justo luego de mi primer divorcio, estaba en terapia y había sido un asiduo estudioso del psicoanálisis, no fue hasta hace una semana que reconocí los síntomas de que lo que había experimentado había sido un estrés postraumático (las siglas en inglés: PTSD). Entendí que la psique de un individuo que pasa por ello sufre una descomposición de sus referencias vitales, que como consecuencia cada vez que se encuentra con adversidad o los dolores y conflictos normales de la vida, tiende a pasar directo a un desespero, sentido de devastación y fracaso. Puede inducir al suicidio y a albergar sentimientos de autodestrucción y culpa muy profundos.

Increíble, ahora entendía todo lo que había vivido los últimos 26 años. Sin embargo, con cada golpe, con cada descenso al barranco que me llevaba de nuevo a un infierno ya experimentado, aprendí a sacarme de ello, a centrarme en tierra más sólida y a descubrir una parte dentro de mí que hoy creo firmemente es esa dimensión que llamamos Dios.

Antes de que te hagas ninguna idea triunfalista o creas que alardeo de algo, que sepas que cada vez vuelve a suceder y me encuentro con el reflejo del tormento del infierno que una vez viví; pero he ahí la verdadera bendición, no puedo dejar de verla y por tanto aprender del dolor.

¿Quién se llevó mi queso?[1]

Hace dos años me separé y posteriormente me divorcié, sin entrar en detalles, hace un par de fines de semanas dejé de poder convivir los fines de semana con mis hijas, para mí la relación y tiempo con ellas son lo más increíble y hermoso que tengo. De repente todo empezó a derrumbarse, mis relaciones en el trabajo, en donde vivo con las personas que comparto casa, estaba irascible y albergando pensamientos destructivos y descalificadores. La rabia a flor de piel y mi capacidad de discernimiento y proporcionalidad, como respuesta a cualquier estímulo, desapareció.

Yo generalmente aguantaba la tormenta y trabajaba todas mis emociones escribiendo o pintando. Pero ahora tenía una nueva información, algo que antes sabía, pero ahora entendía a un nivel mucho más profundo. Yo antes creía que yo era esos pensamientos, sentía que salían de mi como resultado de mis trasgresiones y me avergonzaban… ahora los vi que eran destructivos y descalificadores por los lentes con los que los estaba viendo (PTSD). No eran ciertos como los veía. No es que no sean míos, sino que los acentuaba mi condición.

Algo maravillo sucedió, los observé por primera vez desde otro lugar y reconocí, no soy yo, no son verdad.

La certeza de los pensamientos

La mayoría de las personas están certeramente seguros de que los pensamientos que aparecen en su cabeza son ciertos: desde las motivaciones de los demás por cómo actúan, como los demás nos ven, el significado de algo que alguien dijo, etc., etc. Luego vamos reaccionando a esos pensamientos, dialogando con ellos y validando nuestras propias creencias. Eso no es pensar, ese es Pinocho, un muñeco de madera que dejo de ser animado por cuerdas y ahora es animado por su interacción o respuesta a su entorno. La mayoría de las personas no pensamos; nosotros no decidimos los pensamientos, pero sí podemos pensar voluntariamente. Una manera de hacerlo es ser críticos con las ideas que aparecen en nuestra pantalla que es la consciencia.

Lo hemos compartido anteriormente en otros artículos, no vemos el mundo como es, lo vemos como somos (C.G. Jung). El mundo que vemos es tan infinito en información y significado, que la única manera de percibirlo y no entrar en absoluto pánico, es a través de nuestra escala de valores y creencias. Nuestro cerebro discrimina lo que busca y es sólo eso lo que percibimos. Un paréntesis, por ello la insistencia que no discriminemos como solución a los problemas de género y de raza es un objetivo descabellado, la discriminación la tenemos grabada en fuego en nuestra naturaleza.

Por todo ello, dejarnos guiar por nuestros pensamientos sin ejercer una actitud crítica, es una verdadera estupidez. Iremos dando tumbos y golpes a través del pasillo que nuestros pensamientos nos trazan y no sabemos de dónde vienen ellos ni a donde nos llevan. Nosotros somos el que percibe, no el que piensa. Si no soy crítico con lo que aparece en mi cabeza, no estamos en el seno de quién verdad somos.

Sacrifica lo más importante que crees que eres

Acabamos de vivir la Semana Santa, donde celebramos la muerte de aquel que llaman Hijo de Dios. No sé si eres o no religioso o cristiano, en verdad no importa. Lo importante es que es una idea arquetipal muy interesante, y la promesa es que observarla con intención y meditar sobre su significado, puede liberarte de unas ataduras que nunca pensaste te tenían tan atrapado.

Cristo es aquel que siendo el mejor le sucede lo peor que puede pasarle a un ser, en sí incorpora todas las contradicciones posibles: es rey y reo, es profeta y blasfemo, es el más inocente que sufre el mayor castigo posible. La cruz es el símbolo del encuentro del vertical con el horizontal, del dolor con la alegría, es el epicentro de la vida. Donde tú, yo y todos los que conocemos estamos y vivimos. Pretender uno sin el otro es una ilusión. Precisamente lo que me libera es asumir el dolor, inclusive agradecerlo, no sólo para entender que no soy el que sufre, sino que puedo ser más, mucho más. En ese sentido es una historia arquetipal, una proto-historia, la historia de todos, una valiosa opción del camino a seguir si quieres vivir una vida plena.

La Biblia nos cuenta que Abraham había esperado por la promesa de Dios de un hijo por muchos años. La promesa era, tus descendientes serán como las estrellas del cielo, como los granos de arena en las playas. Para hombres que viven en un desierto inhóspito y peligroso, los números del clan son la mayor riqueza, porque no serás avasallado por otro clan, porque podrás vivir en paz y enfrentar cualquier tragedia sin arriesgar a que tu nombre desaparezca porque ya no hay hombres que defiendan tu manera de vivir. Finalmente, Dios le había cumplido la promesa y le había dado Isaac, un hijo en su vejez. Cuando Isaac era aún un niño, Dios le pide lo lleve al monte de Moriah y lo ofrezca en sacrificio como a un carnero. Abraham obedece y es interesante la similitud de la historia de ir al sacrifico de Isaac con la crucifixión de Jesús. Cuando Abraham se encuentra en el acto de degollar a Isaac como a una presa para sacrificar, el ángel del Señor lo detiene.

Tu Isaac son tus pensamientos, son aquellas creencias y valores que crees te mantienen seguro y te salvarán de ese desierto que es la vida. Si te fijas, todo en tu vida te pide que sacrifiques tu pequeño yo, tu identificación con lo que no eres. Sin embargo, tratamos de sacrificar lo menos que podamos, para poder alcanzar el siguiente mes.

¡DESPIERTA! Deja de oler las rosas, deja de creer qué es bueno y qué es malo, lo que te pida la vida es más importante que lo que piensas. Sacrifica tus pensamientos, tus creencias, sacrifícate tú mismo y ponte en el altar del sacrificio y descubre qué pasa.

De la serie The Chosen

Todo tiene la facultad de enseñarte algo de ese camino

Miramos a las situaciones y a las personas como si entendiéramos, no tenemos ni idea de quién somos nosotros, pero pretendemos entender con quién intercambiamos tiempo y espacio, las cosas que nos pasan y en fin, todo aquello que se me presenta. La actitud correcta para descubrir el camino que no sabes cómo comenzar, es que cada persona, cada situación, cada momento tiene algo que enseñarte… abre los ojos, está atento y sobre todo sé agradecido.

Te tengo una noticia, tarde o temprano vas a morir. Asegúrate de que el tiempo entre hoy y ese momento te prepare para vivir una vida que valga la pena todos los esfuerzos para llegar al final de pie y con orgullo de la vida que transitaste.

Feliz tiempo de Pascua.

Próximo martes…

Una Nueva Disciplina

Aprender habilidades es una parte indispensable para avanzar. Cuál puede ser una de las destrezas que más puede ayudar a avanzar en la vida y salir del sueño o pesadilla en la que vivimos.


[1] Referencia al libro ¿Quién se ha llevado mi queso?; Johnson, Spencer

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