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El perverso juego de la política (sucia)

La dinámica de la política, pone de manifiesto tantas situaciones como realidades sean posibles. Situaciones que dan cuenta de pasiones, fanatismos, emociones y alianzas. Asimismo, de vinculaciones colmadas de cuantos oscuros intereses existen como forjadas razones para justificar contubernios, chantajes, reacomodos, rivalidades, estafas, engaños, falsedades e incoherentes improvisaciones

Pero, sobre todo, cualquier cometido que busque trepar, remontar, escalar o arrastrarse ante la vulgar intención de ocupar algún escaño de poder con rango autoritario, fuerza de ley y capacidad para deshacer el primer obstáculo que impida alcanzar cuantos objetivos anhelados se tengan.

Basta otear cualquier escenario político dominado por las perversiones propias del poder en condición de “hambre”, “venganza” o “represalia”, para dar cuenta de la colección de trampas, fraudes y tramoyas urdidas desde el ejercicio del poder impúdico. O desde el ejercicio de un gobierno indecente. Trampas todas, procuradas desde los espacios ocupados por praxis encubiertas por el horrendo y siniestro juego de la política (sucia).

En las interioridades del problema

Las realidades expuestas por estos problemas, son testimonios vehementes de los conflictos que entrañan el carácter visceral de las apuestas que se hacen por detentar el máximo poder político. Y así, declararle la guerra al adversario. Con todas las armas posibles.

Y de tan ajado problema, no escapa ninguna tendencia política que presuma preciarse de la fuerza necesaria que logre ubicar sus representantes en la cúspide de la estructura de poder. O al menos, en curules gubernamentales o cargos de autoridad habilitados por alguna jerarquía. Y con la autonomía correspondiente en cuanto al manejo solapado de recursos.

En tan simplificadas realidades, se debaten los procesos de ascenso y contención del poder. Y por eso, se lidian los individuos. Casi siempre, sin medir consecuencias. Los cañones se tienen listos para aniquilar cuanta contradicción u obstáculo se interponga en la ruta del poder político.

Realidades al descubierto

Todo esto deja ver el mundo político en el cual se desatan demonios, pervertidos, furibundos y maniáticos. Situación ésta, característica de realidades enajenadas por la ridícula presunción de individuos supuestamente convencidos de ser operadores de plantilla, dirigentes fundamentales o activistas políticos de postín. Aunque lo grave se advierte toda vez que se tienen carencias de las más elementales pautas que dispone la ética pública. Tanto como la teoría política, la teoría social y la teoría de la democracia.

No hay duda de que este tipo de crisis, devinieron en coyunturas a las que les fue fácil contagiar al ejercicio de la política de artimañas, picardías, vicios, resabios y depravaciones. Y que posteriormente, terminaron minándola de inmoralidades. Al extremo que sus consecuencias, incitadas por personas sin trayectoria ni formación, abatieron buena parte de los fundamentos y preceptos que sirvieron a la filosofía política clásica para justificar las razones sobre las cuales se depararon los conceptos que enarbolaron la construcción del mundo político en su andamiaje primario.

Así, la política terminó enrareciéndose y desazonándose por el influjo alevosamente dirigido por las redes sociales toda vez que coparon los espacios de la Internet. Redes estas que se vieron favorecidas por sus ventajas y facilidades de manejo. Aparte de ser aplicaciones de inmediatos, globales y virales efectos. Así se desfiguró el alcance que dichas implicaciones mediáticas comprometieron a favor del ejercicio de la política. De esa manera, la política se deformó precipitadamente al desdibujarse del plano conductual, organizacional, institucional y educacional que en principio fue pensado con base en sus efectos y sus soportes más hacederos. Cabe acá decir que la política se ensució, se enturbió ante tanta malevolencia tramada o adelantada.

Otras razones

Algo más que coadyuvó al desplome de la política proyectada como instrumento de construcción de ciudadanía y civilidad, fue y sigue siendo el electoralismo conjugado con el inmediatismo. Pues funcionan como perversas causas que contaminan, mancillan, deslucen y enlodan profusamente el ejercicio de la política. Amén de las triquiñuelas y argucias propias de arregladas maquinaciones preparadas por leguleyos de oficio, aduladores amancebados por los distintos vicios que acusa todo gobierno corrupto, manipulador, resentido y usurpador.

Las tramposerías que usa la política deshonesta e impúdica, incitadas por la rivalidad política y sus consecuentes discrepancias, siempre buscan abatir la vida pública y política del adversario. Para lograrlo, se aprovechan de cualquier clase de recursos para el cometido de las vilezas ideadas. Siempre procurando la maximización de la agresión calculada. Hecho este realizado al amparo del chantajismo propio del juego putrefacto que subyace en el mundo de la política mentirosa y pendenciera.

A manera de epílogo

Por lo expuesto, no cabe duda que tanta animadversión recibe el beneficio de la dinámica que acompaña las variaciones del discurrir político afectándose permanentemente el ejercicio de la política. Esto funge como razón suficiente para afianzar prácticas políticas de casi inmediata respuesta, en virtud de la reacción que el cuestionado saboteo al ejercicio de la política contrae. Y que también lo explica, el manoseo emocional de la voluntad política ejercida en perjuicio del adversario. E incluso, del iluso y furibundo partidario.

Ello, con el oscuro propósito de obtener la ventaja necesaria que permite la aplicación de prácticas deshonestas utilizadas al momento de buscar la estabilización del poder en el abusivo curso de las acciones que despliega. Es ahí cuando más claro se advierten los insanos y envilecidos efectos que evidencia el perverso juego de la política (sucia).

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