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El perfil político-académico del militar venezolano

En 1978, cuando redactamos la norma que incluía a la profesión militar dentro de las carreras universitarias en Venezuela, fue grande la discusión para perfilar al profesional de las armas, que habría de tomar un nivel universitario equiparado con el gran abanico de oportunidades que ofrecen los institutos de este nivel en el país, equilibrando el conocimiento científico especial del belicismo, con las demás disciplinas que se le relacionan y complementan, para dejar de ser lo que antes era el militar: «militarista» o «soldadesco», de exclusiva marcialidad, dada la tendencia universal a la formación de un ser humano culto y de variada pericia para enfrentar los retos que hoy día reclama la sociedad y el mundo; así surgió la idea necesaria de equilibrar la formación militar con la general, que  diera al profesional militar la necesaria pericia en el manejo de las armas, de las tácticas y de las estrategias disciplinarias, que permitieran al militar que asumiera ésta como su profesión, formarse científica y culturalmente, no solo para el servicio peculiar al que conlleva la vida militar, sino a formarse como un ciudadano cabal capaz de afrontar los avatares de la vida en sociedad, visión ésta que arropaba con especial dedicación al militar puro de las armas, toda vez que en las especialidades del militar venezolano concurren ciencias y disciplinas aplicables en el momento militar, como son los servicios de las armas: artillería, blindados e infantería, solo de uso exclusivo en la guerra; mientras que en la aviación, la marina y los servicios de policía (Guardia Nacional), concurren funciones y dedicaciones técnicas equiparables a otros servicios públicos y privados que no requieren la naturaleza castrense.

Con esta idea se elaboró un plan educativo contentivo de asignaturas de disciplinas y ciencias complementarias o especializadas para formar este nuevo militar civilista, con lo que se lograría erradicar un vicio funcional que venía ocurriendo, como era el de dedicar tanto dentro como fuera de la institución castrense a militares a cumplir funciones diversas de manera empírica, lo que conducía a tener militares «toeros», que mediante una práctica y ejercicio violento lograban una especialización no programada, lo que se complementaba o entraba en competencia con militares que incursionaban en universidades nacionales y extranjeras, logrando especializaciones que luego ejercían mayormente en cargos públicos.

Esto aparentemente dio frutos, pero la falta de una programación sobre la mecánica empleada y la habilidad que indiscutiblemente desarrollan los militares, dado el nivel académico de su selección, dio paso al ingreso a las academias militares de Venezuela de teóricos, teólogos, belicistas, historiadores, razonadores, politólogos, juristas judicialistas y justicieros, desarrollistas, educadores, catedráticos honoris causa, ambientalistas, economistas, músicos, poetas, reencarnados, ilusionistas, magos y muchos otros personajes con infinidad de especialidades, que por lo vanguardista de la experiencia y la habilidad empírica desarrollada durante más de medio siglo de experimento académico, se logró consolidar un cartabón curricular profesional, que con un erróneo experimento sobre pura práctica aplicando la inteligencia, condujo a una percepción errónea de haber logrado un militar con el mas «moderno y exacto» perfil del profesional nacionalista y guía social, que se ha querido plasmar, fuera de contexto, como el prototipo de venezolano culto y educado.

Los que por imponderables de la vida y apegados al ilusionismo juvenil, con un deseo ferviente de ejercer un nacionalismo verdadero forjado en la Venezuela incipiente, después de la amarga experiencia dictatorial de comienzos del siglo XX, nos intercalamos e interrelacionamos con muchos otros venezolanos de la misma cepa, para incorporarnos sin saberlo en la construcción del verdadero y profesional Ejército venezolano (léase FFAA), cuya disyuntiva estuvo plagada de abundantes vicios, por cuanto en Venezuela nunca hubo una fuerza armada institucionalizada y mucho menos profesionalizada ni antes ni después de la independencia, cuyo paso nacionalista por la Gran Colombia y luego por la hordas que se emplazaron en los albores de la verdadera república presidencialista y la caterva pretoriana que se institucionalizó para defensa de los gobiernos militaristas y de montoneras en que se constituyeron las llamadas desde entonces FFAANN.

En un principio, a comienzos de siglo XX, sin que pretendamos hacer un análisis histórico, ya que verdaderamente no existe una historia real y convincente de las FFAA nacionales, solamente plasmadas a partir de la muerte del «benemérito» Gómez, a pesar de la existencia y tradición de la ley orgánica de las FAN. Honestamente, no podemos decir que existió una institución armada profesionalizada, hasta el intento de perfeccionamiento de Pérez Jiménez, que se valió de las hechuras del Estado Mayor General, hasta la conformación de la Escuela Básica de las Fuerzas Armadas, a cuyo primer curso pertenecemos.

Es tan reciente la historia, que por conocida no vale la pena narrarla. Y sin que nos queden dudas, es a partir de entones cuando comienza el profesionalismo y la estructuración de un componente militar integrado. Es en la década de los 70’ cuando podemos decir que se estructura la Institución, con la aparición de la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa Nacional, se establece el Sistema de Seguridad Social con la promulgación de la respectiva Ley Orgánica y comienza el desarrollo de una sistemática Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, cuya verdadera esencia se materializa con la reforma parcial (que se intentó hacer como total) en 1983. En esta reforma se institucionaliza y se da carácter sectorial a la educación militar como parte integrante del Sistema Educativo Nacional, integrándose la participación de las FAN al desarrollo nacional, cuya connotación fue y es mal interpretada.

Pero, si pudiéramos llamar de mayor relevancia, fue la integración y legalización de la educación militar como educación de nivel universitario, equiparando la profesión militar a las demás profesiones universitarias con rango de licenciatura. Lamentablemente, ocurrió un error, frecuente en el sector militar, como lo fue el de no establecer una integración educativa que la ramificara y unificara en cuanto al perfil profesional, manteniéndose los institutos que en un principio y antes del cambio, suplían la falta de nivel educativo, como es el caso del IUFAN, hoy transformado en un centro de masificación profesional, a la par de la llamada «Universidad Bolivariana», cuyo prestigio se fundamenta en la «popularización y masificación» estudiantil, que por falta de docentes, no tiene más remedio que nivelar los perfiles estudiantiles y profesionales hacia abajo, en contraposición al deseo de todo centro educativo moderno, cuya meta es lograr la excelencia en la formación, en lo cultural y en la profesionalización, para hacer o lograr un perfil profesional adaptado a los designios del siglo cibernético.

¿Que nos depara la historia? Nada en contra de su designio, que en lo militar es característico y pintoresco. Nadie puede transformar la historia y volverla a su antojo, por cuanto los hechos forjados fuera de la realidad, aunque sean revolucionarios, se revertirán siempre. Pero lamentablemente, el militar medio y mas el mediocre, siempre ha creído que el talante y el mérito se pueden manipular con el cambio de posición numérica, o invirtiendo los parámetros. Más grave aún, piensa que el grado o el cargo lo dotarán del intelecto necesario para ejercerlos, por lo que no da relevancia a la meritocracia como tal y buscará siempre la forma truculenta para encumbrarse.

Es este el karma real de hoy, cuando militares mediocres, encumbrados por seguidores que les endosan méritos que desconocen, asumen la suerte de nuestro país y sin querer, pero haciéndolo promueven su destrucción con inventos «revolucionarios», que no son más que ideas «locas» emanadas de mentes profesionalizadas con formación militar «Cum laude» Ya es bastante, que sean mediocres los que califiquen la meritocracia militar.

Hasta aquí este artículo publicado hace 10 años. Hoy estamos cosechando lo sembrado por la revolución de los mediocres, que transformaron la carrera militar en una depravada suerte de alegorismo educativo sin sentido, con muchos grados militares, muchos soles y jefaturas administrativas y docentes, pero en el fondo hicieron una degradación malvada del perfil académico del militar, con el agravante de haberlo incursionado en la política y en el gobierno, para desgracia del país que perdió todo el sentido de gloria patria labrada durante casi dos siglos.

@Enriqueprietos

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