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El peligroso tsunami de la rebelión

¡El pueblo tiene hambre! Recibe el pago de 50 % de aumento, y enseguida la inflación sube, sube. “En un dos por tres” el dinero se vuelve “sal y agua”. En pocos días de haber recibido la paga, ya no hay para echarle a las ollas. ¡No hay que comer! ¡Hay hambre hereje! Bs. 40.638 de salario mínimo, más Bs. 63.720 de la Cesta Ticket no pueden con la carga inflacionaria. Ese total de Bs. 104.358 es un placebo, es pólvora esotérica, es un mientras tanto. Esto sin contar la espantosa situación de los que están sin empleo. ¡Hay desnutrición en la población infantil y adulta! Y pensar que nadie fía. El señor crédito murió. ¡Qué paradoja! Antes se trabajaba para comer; pero ahora se trabaja para aguantar hambre. ¡Señores, esto no es mentira! El hambre altera cuerpo y mente, descarna siluetas, descompone las buenas costumbres, despierta sediciones, empuja a conjuras, y entre otras cosas, detona peligrosamente, en contra de gobiernos, la sensibilidad del espíritu humano. Por esto y mucho más, urge cambio político. Hay que salir de esta escandalosa crisis político-económica, con que la revolución –material  y espiritualmente– destruye  a la heroica Venezuela.

¡El pueblo tiene hambre! Y encima de todo, padece la tortura del fracaso revolucionario. Acaso, ¿las largas y extenuantes colas bajo las lluvias y el quemante sol del trópico, el calarse los maltratos de las policías, la Guardia Nacional, los asaltos continuos de la delincuencia y la desesperación de no encontrar alimentos, no es tortura? ¿Acaso la tortura no la hace permanente, cuando descalifica y desconoce el triunfo del pueblo, que descontento vota contra él y su dirigencia, en la elecciones parlamentarias del 6-D de 2015?  ¿Acaso no es tortura, perseguir, maltratar de hecho y de palabra, difamar, sembrar de falsas evidencias, intimidar y apresar con simulados testimonios a estudiantes, a sindicalistas, a periodistas, a líderes y parlamentarios de partidos políticos? El gobierno que tortura reprime y apresa a los líderes, ataca de manera directa e indirecta, al pueblo. Maduro agrede y ultraja al liderazgo que hace oposición. Sí, mientras la corrupción y la delincuencia organizada se soslayan en brazos de la impunidad, Maduro persigue a la disidencia, siembra a los líderes de la población de falsos positivos, les suspende el estado de derecho y los apresa ejecutivamente.  Actúa así, para silenciar a la gente y ejercer gobierno bajo la ilegalidad, en flagrante violación de los DDHH y de la Constitución.

Maduro, está despertando contra él, a la madre de todas las iras. El pueblo está a punto de convertirse en masa incontenible. Y la masa de pueblo, que lleva el dolor y la frustración de todos los tiempos, pierde el control, se hace desmedida. Si no hay cambio de liderazgo ni esperanza que vislumbre o resuelva sus inquietudes y necesidades, la masa se torna sorda e indetenible. Porque si un gobernante, torpemente reprime y apresa al liderazgo emergente, desconcierta a la masa y condena el futuro del país. Maduro parece ignorar, que la injusticia y el hambre provocada por malos gobiernos, empuja victoriosamente a los pueblos a romper los muros de contención. Y en un santiamén, todo el poder abusivo y espurio de estos, desaparece. El hambre, la injusticia y la cruda represión son reactivos que aceleran al peligroso tsunami de la rebelión.

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